Ensayo del libro Bani de Gregorio G. Billini.

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Este joven que no carecía de elegancia, y trajeado de blanco esa tarde, era Enrique Gómez

En este encuentro Engracia, al mismo tiempo que Enrique, lleno de emoción se dijo “¡Es ella! ¡Es ella!” y con una sonrisa que significaba grata sorpresa, esperanza y satisfacción, le hizo un saludo silencioso pero expresivo: aquella inclinación de cabeza que encerraba todo un mundo de sentimientos.

Lo que sintió Engracia al momento de saber que ese hombre la había oído era algo inexplicable.

La muchacha estaba dominada por esa impresión insólita, cuando Enrique la miro un poco, le quito un ramito, y volviendo a pensar en el significado de esa flor que encierra la frase: “yo te amo”, le pareció en aquel instante a su imaginación exaltada que la mano de Enrique se lo presentaba.

Aquella última mirada de Enrique había penetrado hasta el fondo de su alma, y llenándola de fascinación le había abierto horizontes de esperanza nunca antes vistos.

Para concluir, así fue como un sonido eléctrico que recorrió todas las cuerdas intimas de su ser, y que a pesar de los esfuerzos que ella hizo para controlar sus emociones, se quedo vibrando; fue un golpe de luz que le dio calor a su alma, pero que dejo frio todo su cuerpo; un deseo violento, pero contenido como el ave que hace el impulso de volar, y que tímida se queda aleteando; y fue algo así como la alegría mezclada con la inquietud; una alegría que concibió temblando el corazón de un amor que revive, y que envuelta entre sustos la hizo volver a nacer.