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— ¿Estás segura?— preguntó Joseph al ángel

Enviado por   •  2 de Febrero de 2018  •  2.601 Palabras (11 Páginas)  •  291 Visitas

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El fuego de sus manos se levantó, formando cuatro columnas de fuego azul y rojo, parecido al mechero de una estufa.

Las columnas de fuego se unieron formando una especie remolino por encima de ellos y el cuerpo del ángel que estaba con ellos se desvaneció, dejando solo una réplica exacta de su cuerpo hecha de luz.

Aquella luz extendió el vuelo y ascendió, colocándose en medio del remolino de fuego.

—Han invocado a los espíritus del Sol y la Luna. Y hemos respondido; hemos poseído el cuerpo del ángel y nos manifestamos en ella. ¿Por qué nos han invocado? —dijo una voz grave y mecánica.

Gerald se adelantó a hablar:

—Solicitamos un hechizo de protección contra Morgan Flourmount.

— ¿Sabéis que todo tiene un costo, pequeños mortales? —preguntó el Espíritu.

—Y hemos pagado con sangre. —respondió Joseph. —Pero no solo es sangre mortal, sino que hay sangre angelical.

Pasaron largos segundo, que parecieron siglos y finalmente el espíritu respondió.

—Se les cumplirá su deseo. Pero tendréis que saber que no podrá ser eterno.

— ¿De qué hablan? ¿Cómo que no es ilimitado? —replicó Gerald, exaltado.

—El hechizo solo durará doce años.

Gerald y Joseph no podían creer lo que acababan de escuchar.

El hechizo no podría salvar del todo a los hijos de Cristalia.

Gerald miró a los niños y por primera vez, se dio cuenta que no habían dicho ni pio en toda la noche. En cambio, estaban parados en los círculos, observando todo lo que sucedía a su alrededor, desde los frondosos árboles del Bosque hasta la luz cegadora del cuerpo que ahora tenían los espíritus.

— ¿Y bien? ¿Aceptarán? — inquirió el espíritu.

—De acuerdo— dijeron al unísono.

El espíritu bajo del remolino de fuego y su cuerpo resplandeciente se acercó a los niños, luego tomó una de las manos de cada niño y dijo:

—Que el poder del Sol y la Luna los proteja del mal—exclamó el espíritu—. Su sangre no será derramada por Morgan Flourmount ni nadie asociado a él. Pero su magia desaparecerá.

De repente un fuerte resplandor salió del pecho del espíritu y una fuerza inexplicable lanzó a Joseph y a Gerald hacía atrás, dejándolos tirados de espalda en el suelo rocoso del bosque en donde se encontraban.

Se pudo ver como aquella fuerza extraña movió los árboles, apuntando hacia el lado contrario en donde estaban ellos. Un gran círculo de fuego azul se trazó en el suelo y los niños, aún tomados de las manos del espíritu, atemorizados.

Joseph y Gerald estaban atónitos. No podían creer que el poder del hechizo fuera tan fuerte, pero lo era. La red de magia trazada en el aire por el espíritu era tan palpable como cualquier otra cosa.

Pequeñas llamaradas que cambiaban de color aparecieron en la parte superior de las manos de los niños y posterior a ellas, dos dibujos salieron a la luz nocturna del bosque.

El castaño soltó un grito demasiado fuerte que asusto a los pocos pájaros que había en los árboles. Sangre corría a raudales por su mano y al caer al piso se evaporaba como si fuera un líquido cualquiera. El dolor arrasaba por su brazo hasta llegar al hombro, a pesar de que la herida estaba en el dorso de la mano y no en el resto del brazo.

El rubio miraba atónito, pues su hermano menor estaba sufriendo y eso no le gustaba para nada, es decir ¿a quién le gustaría ver sufrir a alguien de su propia sangre?

El niño de cabello oscuro no podría soportar mucho, su sangre era más demoníaca que angelical y el dibujo hecho en su mano era el símbolo del poder angelical, una luna.

Mientras tanto, el niño de cabellos claros miraba el dibujo que se trazó en su mano, un medio sol, el poder de lo demoníaco. Él era capaz de soportar el poder demoníaco y el angelical a la vez puesto que él era un mestizo de sangre auténtico, por otro lado su hermano no lo era, era un descendiente de demonio—si se tuviera un porcentaje de sangre celestial e infernal, el niño sería 75% demonio y 25% ángel—por mayoría genética.

—Al cumplir los diecisiete años, el hechizo se romperá—recitó el espíritu—. Su visón de las sombras volverá y su salvaguarda morirá. A menos que tengan contacto con la luz de un eclipse.

El espíritu soltó las manos de los niños, el fuego desapareció, las llamas de las manos de aquellos inocentes también. Y el fuego que trazaba los círculos de invocación desaparecieron. Pero no sin que aquel ente cerrara el conjuro y gritara:

—Per virtutem solis et lunae. Fiat, fiat.

Y luego el espíritu desapareció del cuerpo del ángel y este cayó al suelo.

Cristalia recuperó la conciencia y se elevó con sus alas.

—Mi hora ha llegado—dijo esta—. Tengo que partir a las tierras celestiales y como mi recuerdo, dejaré a mis hijos bajo su protección.

— ¿Estas segura?—cuestionó Gerald, que desde años había querido tener un hijo, pero jamás logró tenerlo, la emoción podía sentirse en su voz—. Sería un honor tener un hijo de un ángel como hijo adoptivo.

—Absolutamente, porque sé que los cuidarán bien—respondió.

—Pues yo elijo al de pelo de oro—exclamó Joseph rápidamente.

—Eligiendo lo mejor y dejando lo peor para los demás como siempre—espetó Gerald con desagrado, a él no le gustaba que le dejaran las migajas ni los restos de nada.

El ángel esbozó una sonrisa sombría. Ella se acercó a los niños y los llevo consigo a los dos adultos. Los niños parecían tener miedo. Su cara lo reflejaba, pero también reflejaba indiferencia y desentendimiento.

—Jamás les di mi apellido, pero sé que los de ustedes les dará el amor y la calidez que yo jamás les pude dar.

— ¿Y bien? ¿Cuáles son sus nombres?—quiso

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