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Hace días no escribo, a veces no sé que colocar en estas páginas lo suficientemente inspirador e importante para plasmarlo con tinta; algo lo suficientemente digno de ser inmortalizado en una redacción que plasma mis pensamientos,

Enviado por   •  6 de Junio de 2018  •  4.008 Palabras (17 Páginas)  •  426 Visitas

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Después de pensarlo mucho, me convencí y decidí hablarle… ¡Qué infortunado momento en que mi timidez salió a flote! Estando delante de él ni siquiera me salían las palabras, no lograba articular una frase coherente y lo único que logró salir de mi boca fue un “hola” con una voz suave y temblorosa, apenas perceptible ante su oído, después de ello él se quedó mirándome fijamente con extrañeza, como si un ser

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sobrenatural fuese lo que estaba al frente suyo, eso causo que mis mejillas se ruborizaran aún más de lo que ya estaban, cosa que creía imposible, sentí ganas de salir corriendo y encontrar un lugar lejos de su penetrante mirada, que lo único que hacía era hacerme sentir intimidada y ponerme a un nivel máximo de nerviosismo, y es que nunca lo había tenido tan cerca. Mientras lo observaba detalladamente pensaba en lo asombroso que era su nivel de belleza, que aumentara al tenerlo tan solo a unos cuantos pasos; mi corazón latía con fuerza, de repente me temblaban las piernas, mi respiración era agitada y no era capaz de sostenerle la mirada. Después de unos segundos de un silencio que me pareció eterno, me respondió con serenidad y confianza, como si de un amigo se tratase, respondió a mi saludo y al notarme nerviosa intentó hacerme sonreír para disminuir la tensión del momento, mientras lo hacía, yo solo pensaba en el inigualable y único sonido de su voz y en esa extraña sensación que me provocaba el estar cerca de él, no dejaba de estar nerviosa pero entré en confianza fácilmente, porque era lo que él me provocaba, me daba seguridad y no fue difícil entablar una conversación. Hablamos acerca de cosas básicas de nuestras vidas, descubrí que tenía 19 años, tan solo un año más que yo, conocí su nombre, su gusto por la fotografía y modelaje, su interés por los idiomas y sus gustos musicales; luego nos despedimos no sin antes acordar una cita para encontrarnos nuevamente. Después de esa corta pero inolvidable conversación tuve una sonrisa imborrable, una [pic 3]

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Sensación de felicidad inigualable, de ahí en adelante, tomó el papel principal en mis pensamientos y mis sueños, gastaba gran parte de mi tiempo ideando palabras que usaría en nuestro próximo encuentro. Nunca nadie había sido tan importante para mí sin la necesidad de luchar por ese lugar, lugar que le otorgué simplemente por ser él.

Fueron pasando los días, con ellos los meses y cada vez nuestra relación de extraños se iba convirtiendo en una amistad, éramos cada vez más cercanos, le comencé a coger cariño, me fascinaba su forma de ser, de pensar y de actuar, aunque evidentemente yo a él lo tenía en un pedestal, mientras yo para él era tan solo una más de sus amigas.

Fue así como me acostumbre a tener de amigo al hombre de mis sueños, me acostumbre a escucharlo hablar de sus relaciones, para luego darle concejos, mientras secretamente soñaba ser la mujer por la que él daría lo mejor de sí, su amor desmedido y los tesoros de su corazón. Al escucharlo hablar del amor, aunque no estuviera incluida en ese tierno sentimiento, siendo tan solo espectadora de lo que él sentía, me dejaba anonadada el mar

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de sentimientos que su corazón desbocaba, de la transparencia de su ser y la manera tan pura y verdadera con la que era capaz de amar, sin siquiera considerar que algún día yo sería participe de ese amor desmedido y apasionado.

Nos convertimos en grandes amigos, tan unidos como jamás creí que fuera posible, las risas, los abrazos y los juegos dignos de toda buena amistad, nunca faltaban; nos entendíamos tanto que nos sorprendíamos de ver la manera tan extraordinaria en que podíamos sentirnos conectados el uno con el otro, nuestros gustos y hasta la forma de pensar tan similares era increíble ante los ojos de la razón; éramos dos seres que se complementaban, como si de dos fichas de un rompecabezas se tratara, lo que al principio para mi parecía imposible, ahora era una extraña realidad de dos amigos con algo más allá de lo que se puede definir como “amistad”, pero que no se podía etiquetar con un nombre diferente.

Dicen que los opuestos se atraen, pero ese no fue nuestro caso, el nuestro fue más bien como hablar de “almas gemelas” porque hasta nuestras diferencias se complementaban, nadie más podía entendernos como lo hacíamos nosotros, incluso habían días en que extrañamente nuestro estado de ánimo era el mismo, como si estuviéramos sincronizados por una energía más allá del plano físico; como si fuéramos uno solo, dividido en dos mitades, para las cuales su propósito era encontrarse para complementarse la existencia. Yo nunca fui supersticiosa,

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ni de creer en cosas como las que hoy estoy relatando, pero desde que él llegó, cambió mi perspectiva, de la vida, del amor e incluso de mí misma, él me hacía ser mejor. Desde su llegada, mi vida se divide en dos partes: antes de él y después de él; fue como volver a nacer, como sentir al fin la vida, que no sabía que me faltaba, al estar viviendo sin vivir, él llenaba los vacíos que antes tenía, era esa parte fundamental que mi vida necesitaba, eso que tanto temía perder alguna vez y perder mi rumbo junto él si se fuera.

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Por alguna extraña razón, todo comenzó a cambiar, no sé si por cuestión de suerte, destino o como resultado de nuestra fuerte conexión. [pic 5]

Todo comenzó a ser diferente a raíz de una ruptura de una relación amorosa muy importante para él, la cual lo sumió en

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una gran tristeza al terminar. En esos duros momentos de desconsuelo que tuve que presenciar, nos acercamos como nunca antes, yo intentaba ayudarlo a sobrellevar de alguna manera su pena; en medio del proceso, poco a poco, pero de una manera fluida, fuimos cambiando el sentimiento de amistad por un extraño pero intenso “amor”, lo escribo entre comillas porque aún no se si realmente con él lo encontré o todo se trató de un sentimiento que actuaba en mí como efecto placebo, que me ayudaba a sentir que cumplí lo que siempre anhele y seguidamente inventé para vivir una felicidad fabricada por mi mente, sentí que mi sueño se hacía realidad; podían haber muchas cosas mal en mi vida en ese instante, pero nada se comparaba con el sentimiento de realización y alegría que ello me causaba, le dio luz a mis días. Yo lo vi como la más grande prueba de amor, me llegué a convencer de que todo lo que yo había

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