LA EDUCACIÓN EN LATINOAMÉRICA. Jesús Palacios, en su libro “La Cuestión Escolar”

...

la educación bancaria sirve a la clase dominante y deja a los oprimidos en la oscuridad.

Para Palacios, “tras la educación bancaria se esconde una concepción del hombre desgajado de su mundo, al margen de él; la educación bancaria desconoce el sentido histórico del hombre, al que concibe como acabado y ahistórico. Se esconde una concepción errónea del analfabetismo y la pobreza, a los que se ve como males que hay que erradicar. Se esconde una concepción del alumno que lo identifica con un recipiente que es preciso llenar, al que es preciso darle, transmitirle los conocimientos, como si el conocer fuese una recepción mecánica y pasiva. Tras la edu¬cación bancaria se esconde, en definitiva, una concepción errónea de la educación”. Precisamente, el texto de Rosa María Torres, tiene por título la pregunta “¿Mejorar la educación para aliviar la pobreza o aliviar la pobreza para mejorar la educación?”, donde se afirma que el acceso a la educación empeora o, por lo menos ya no mejora en el mundo, a menos que mejore la situación socio-económica de las familias. Y se agrega que “la razón más común para no enviar a un hijo o hija a la escuela es la pobreza, más que el analfabetismo, la ignorancia y la falta de aprecio por la educación, que suelen atribuirse a rasgos de la cultura de los pobres”. De la misma manera, Pablo Martinis en su libro “Igualdad y educación” hace referencia a las “reformas educativas” de los años 90 en América Latina y menciona “tres elementos sustantivos al pensar las relaciones entre educación y pobreza:

• Nombrar al sujeto de la educación como niño carente;

• Postular la necesidad de un nuevo modelo de atención escolar para atender a estos niños;

• Concebir a los maestros como técnicos a los que habrá que capacitar para trabajar con esos niños.”

Martinis añade que el niño no puede aprender porque porta el “síndrome de carencia cultural”. “Se trata de niños carentes en cuanto a poseer un rico lenguaje y un capital cultural y que tienen dificultades para la vida en relación, siendo el resultado de sus múltiples carencias la imposibilidad de aprender y, por tanto, el fracaso y la repetición”. “La tarea central tiene que ver con postular la posibilidad de lo educativo, independientemente del contexto del que proviene el educando y de sus situaciones familiares, sociales, culturales”. “Se entiende que la escuela debe jugar un rol central en “atender y rescatar” una porción de la población que se encuentra en situación de marginación”.

Aclara Palacios que “las propuestas de Freire no se detienen en los aspectos puramente pedagógicos. Si hemos visto que la educación ex¬tensiva y bancaria se daban como característica de una “cultura del silencio” que era consecuencia de una sociedad cerrada o en tránsito, la pedagogía de la liberación, la educa¬ción problematizadora, dará acceso a una “cultura de la pa¬labra”, a una sociedad abierta, democrática, cambiante.” La transformación de la sociedad en marcha hacia la uto¬pía, hacia la realización del inédito social viable, exige además un compromiso político concreto.

En las últimas páginas del segundo capítulo, Freire enfatiza que esta transformación educativa no tiene sentido si los oprimidos quieren meramente asumir el puesto ocupado previamente por sus dominadores: “Este movimiento de búsqueda sólo se justifica en la medida en que se dirige al ser más, a la humanización de los hombres” “Esta búsqueda de ser más no puede realizarse en el aislamiento, en el individualismo, sino en la comunión, en la solidaridad de los que existen y de ahí que sea imposible que se dé en las relaciones antagónicas entre opresores y oprimidos. La búsqueda del ser más a través del individualismo conduce al egoísta tener más, una forma de ser menos”.

Finalizando su cuarto capítulo, Jesús Palacios añade que “la educación liberadora, por fin, da paso a una acción cultural para la libertad dirigida a los oprimidos para que descubran la verdad de su situación y se pongan en marcha hacia la utopía.”