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La Verdadera Importancia de la Conciencia

Enviado por   •  15 de Septiembre de 2018  •  3.216 Palabras (13 Páginas)  •  398 Visitas

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Como expone Ignacio Gómez de Liaño[4] ya la Biblia dice que “el que aumenta el conocimiento, aumenta también el sufrimiento”, no sólo por el esfuerzo que requiere el conocimiento, sino porque el que sabe algo más que los demás y es consciente de ello, sufre porque los demás no se dan cuenta y ni siquiera están interesados en ello.

CAPÍTULO II

¿Cómo educamos la Conciencia?

Como sabemos, no hay ninguna otra criatura en la Tierra a la que se le haya dado esta facultad. Gracias a ella podemos, por así decirlo, mirarnos desde fuera y hacer una evaluación moral de lo que hacemos. La conciencia es testigo, fiscal y juez de nuestros actos y de nuestros motivos. Nos orienta al tomar decisiones y nos indica si el camino que pensamos seguir es bueno o no. Si decidimos acertadamente, nos premia haciéndonos sentir bien; si no, nos castiga con remordimientos.

Es por ello que en este capítulo podremos tomar en cuenta algunas ideas para poder tener una conciencia tranquila, ya que educar a la conciencia es educar a la persona, en cierta manera, la conciencia, influye en todo momento de nuestra vida, tanto personal como laboral también.

¿Entonces?

¿Cómo debe utilizarse la conciencia a la hora de tomar decisiones? Muchos creen que basta con escuchar al corazón. Luego tal vez digan: “Es que mi conciencia me lo permite”. Pero no olvidemos que los deseos del corazón son muy intensos y pueden afectar a la conciencia.

Al tomar decisiones, la persona que tiene la conciencia bien entrenada no se guía por el egoísmo. Se guía por el temor, es decir, por un verdadero temor. Un temor realmente personal.

Tomemos por caso el consumo de alcohol. Si asistimos a una reunión social, quizá nos preguntemos: “¿Debo beber, o no?”. Para tomar una buena decisión, primero hay que educar nuestra conciencia examinando los principios personales, morales y hasta bíblicos.

Principios como esos educan la conciencia y la sensibilizan. Así, cuando nos inviten a una reunión social donde quizás se sirva alcohol, debemos preguntarnos: “¿Qué ambiente habrá? ¿Es probable que se descontrole y degenere esta fiesta? ¿Y qué puede decirse de mí? ¿Tengo enormes ganas de beber? ¿Dependo del alcohol? ¿Lo necesito para sentirme bien y actuar como yo quiero? ¿Soy capaz de decir basta?”. De esta forma enseñamos a la conciencia a ajustarse a los principios personales.

Como hemos visto, la ética está al servicio de la madurez y de la sinceridad de la conciencia. Mejor dicho, debe comprometerse constantemente a la formación de la misma: “Debe ser como una educación en la reflexión, de tal forma que los hombres aprendan a tomar sus decisiones y a valorarlas rectamente. Igual que se educa la inteligencia con el fin de que el hombre progrese en su capacidad de razonamiento, se puede y debe educarse la conciencia”.[5]

Algunos medios para la educación de la conciencia pueden ser los siguientes:[6]

1. El cumplimiento fiel de los deberes de cada día. "¿Qué cosa es el deber? Para esta determinación no existe, primeramente, otra cosa que esto: realizar el Derecho y cuidar del bienestar, el propio bienestar particular y el bienestar como determinación universal, el bienestar de los otros".

2. Trazar un plan de vida como base para la tarea formativa. Al respecto vale la pena recordar las conocidas palabras de Benjamín Franklin conservadas en su Autobiografía (1989): "siempre he creído que un hombre con ingenio puede ocasionar grandes cambios y poner en práctica grandes empresas en la humanidad, si antes construye un buen plan y deja a un lado todas las diversiones y empleos que puedan desviar su atención, y hace del cumplimiento de este plan su único estudio y su único negocio".

3. Una adecuada distribución del día. "Sólo por hoy, trataré de vivir únicamente este día, sin abordar a la vez todo el problema de la vida… Sólo por hoy, tendré un programa. Consignaré por escrito lo que espero hacer cada hora. Cabe que no siga exactamente el programa, pero lo tendré. Eliminaré dos plagas, la prisa y la indecisión".

4. Práctica del examen general de conciencia. "Hermosa costumbre la de hacer cada día un examen de todas nuestras acciones. ¡Qué tranquila se nos queda el alma cuando ha recibido su parte de elogio o de censura, siendo censor ella misma que, contra sí misma, informa secretamente! Esa es mi regla: diariamente me cito a comparecer ante mi tribunal... No disfrazo, no adultero nada, no olvido cosa alguna. ¿Qué puedo temer del reconocimiento de mis faltas, cuando puedo decirme: no vuelvas a hacerlo, por esta vez te perdono?".

5. Lectura cuidadosa de buenos moralistas y vidas ejemplares. “Tener así en los momentos de depresión intelectual o espiritual autores favoritos, páginas reconfortantes, tenerlos cerca de uno, siempre listos para inyectar su buena savia, constituye un recurso inmenso".

6. Sacrificio (renuncia) y ejercicio de la voluntad. Al hombre le precisa mantener viva la facultad del esfuerzo voluntario, sujetándola, diariamente, a un poco de ejercicio desinteresado. Esta clase de ejercicio es excelente para robustecer el carácter y templar la voluntad.

7. Respetar la naturaleza. "El hombre que ha crecido entre las grandes obras de la naturaleza cultiva la verdad, la independencia y la confianza en sí mismo, tiene impulsos de generosidad y de lealtad para sus amigos"

8. La frecuentación y trato de personas de buen criterio moral. La conversación o diálogo con un interlocutor visible (o invisible) también contribuye a la sana formación de la conciencia para una correcta vida moral. "¿Por qué no probar a Dios, usted que tiene un pecado en su vida? .Es muy duro llevar el pecado y la culpabilidad en nuestra alma. El pecado no es una fantasía. No puede haber paz duradera o felicidad en la vida de un individuo al que siempre acompaña un pecado. Ningún hombre es lo bastante fuerte para borrar de su vida el penoso recuerdo y el aguijón de sus malas palabras u obras. Sin embargo, gracias a Dios, hay un Gran Médico que puede realizar esa cura. Me refiero al Médico de las Almas que, cuando coloca su mano sobre la vida de un paciente bien dispuesto, sabe limpiarle de modo infalible del oscuro veneno que ha infectado su mente y alma, y destruido la paz y felicidad de su vida. Lo ha hecho por muchos hombres y mujeres felices a través de los años. Y puede hacerlo por usted. ¿Por qué no probar con Dios?".

Ya para concluir

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