La historia de la belleza reporte por capítulos

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III. La belleza como proporción y armonía.

“En el sentido común, juzgamos como bello a una cosa bien proporcionada”.

Cuando en Grecia los antiguos filósofos presocráticos comienzan a discutir cuál es el principio de las cosas, pretenden dar al mundo un orden y una ley que lo rija todo, es decir, ellos perciben dos conceptos distintos: la forma y la belleza. Sin embargo, es Pitágoras quien a partir del SVI a.C. con su escuela empieza a estrechar relaciones entre la cosmología, matemáticas, ciencias naturales y estética.

Pitágoras fue el primero en sostener que el principio de todo es el número: las cosas existen porque están ordenadas y están ordenadas porque en ellas se cumplen leyes matemáticas, que son a la vez condición de existencia y belleza.

Así mismo, los pitagóricos fueron los primeros en estudiar la relación entre las matemáticas y los sonidos, y descubren que los distintos modos musicales influyen en la psicología de las personas, presumiendo que en una ocasión Pitágoras habría calmado a un joven ebrio con música, logrando que éste durmiera y al despertar estuviese en cordura.

Aunado a esto, la arquitectura también fue relacionada con la matemáticas en el ámbito de la proporciones y la geometría, siendo el tertratkys la figura simbólica de la conversión de lo numérico a lo espacial, y de lo aritmético a lo geométrico.

Por otra parte, para los pitagóricos la armonía se encontraba en las oposiciones, donde un objeto (lo impar, la recta o el cuadrado, por ejemplo), representa lo bueno y lo bello, y lo opuesto a ello representa el error, el mal o la falta de armonía; a diferencia de esto, Heráclito comenta en realidad la armonía no es la ausencia de contrastes, sino equilibrio.

Poco a poco fue cambiando el significado de la belleza en relación con las matemáticas, geometría e incluso, con la simetría, llegando a absorber concepciones numéricas como el cuatro y el cinco; para posteriormente, en la época medieval se refute la ideología de las matemáticas y se defina a la naturaleza como el origen del mundo.

Ya para la época más madura del pensamiento medieval, Tomás de Aquino expondrá que para que la belleza exista hace falta no solo proporción, sino también, integridad.