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Los hombres, en general, juzgan más con los ojos que con las manos. Todos pueden ver, pero pocos tocar.

Enviado por   •  13 de Abril de 2018  •  1.989 Palabras (8 Páginas)  •  334 Visitas

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De acuerdo con la anterior síntesis graficamos en el siguiente gráfico los modos o formas de adquirir los principados de acuerdo con la lectura total de la obra EL PRINCIPE.

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PRINCIPADOS HEREDITARIOS

Sobre los principados hereditarios plantea Nicolás de Maquiavelo en el Capítulo II que son aquellos que ya están acostumbrados al linaje de un príncipe. Éste ofende menos a sus súbditos, quienes lo aman más y además, por el largo acostumbramiento, no se imaginan un cambio ni lo desean. Por eso, es más fácil de conservar un principado hereditario que un principado nuevo. Lo que debe hacer el príncipe para mantenerlo simplemente es: no descuidar el orden ya establecido, saber adaptarse a los nuevos acontecimientos y, en el caso excepcionalísimo de que se lo arrebaten, podrá recuperarlo con facilidad a la primera adversidad del usurpador

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PRINCIPADOS MIXTOS

El Capítulo III se lo dedica el autor a describir los Principado Mixtos, que a la postre resultan ser los más complejos de gobernar. En esta parte de la obra, Maquiavelo dice que los principados mixtos vienen a ser aquellos que son nuevos, pero no enteramente nuevos, sino que anexan un miembro nuevo a un principado antiguo ya poseído. Los principados mixtos se asemejan mucho a los principados completamente nuevos en que presentan casi las mismas dificultades para conservar el poder.

Los principados mixtos presentan varias dificultades generales para mantenerlos que son intrínsecas a todo principado nuevo: en primer lugar, en ellos los hombres no son fieles a su nuevo señor y, con la errada esperanza de mejorar su suerte, se alzan contra él; en segundo lugar, el nuevo príncipe, para efectuar la conquista, se encuentra en la necesidad de ofender a sus nuevos súbditos, ya con tropas, ya con una infinidad de otras injurias, y esos súbditos se vuelven sus enemigos; en tercer lugar, el príncipe suele perder la amistad de aquellos que lo ayudaron a ingresar y conquistar el nuevo territorio, y a la postre no puede deshacerse de ellos porque ya ha contraído con ellos obligaciones. A estas dificultades generales, que ocurren siempre, se agregan otras especiales, que a veces ocurren y otras no: puede que los territorios conquistados tengan diferente "lengua" (lo que implica que tienen tradiciones culturales y civiles diferentes) y puede también que estén acostumbrados a ser libres (es decir, que el Estado hasta ese momento fuera una república). Si se cumple cualquiera de estas condiciones, las dificultades iniciales para mantener el nuevo principado sumarán un agravante.

Puede entonces que a las dificultades generales se sumen las especiales o no. Si no se suman, todo será más fácil, puesto que no será necesario alterar las costumbres de la gente y ésta permanecerá tranquila. Todo lo que debe hacerse es «exterminar a la familia del príncipe anterior» y evitar alterar las leyes o aumentar los impuestos. Pero si sucede que el nuevo territorio tiene costumbres muy diferentes (y más todavía si era libre), entonces habrá que diseñar estrategias más complejas, además de mucha suerte y virtud. Una primera estrategia es que el príncipe se traslade a vivir al nuevo territorio, lo que permite: conocer y por ende sofocar más rápido los desórdenes, controlar a los propios funcionarios, permitir mayor acceso de los súbditos al príncipe, lo que facilitaría que aquéllos lo amen o teman. Sin embargo, esta táctica, al requerir que se ocupe el territorio con gran cantidad de gente armada, ello produce grandes gastos y por consiguiente el Estado genera pérdidas, además de que se ofende a toda la población y se la coloca en contra. La estrategia verdaderamente conveniente es la de establecer una o dos colonias dentro del territorio conquistado, lo cual carece de los dos defectos anteriores: ni se genera mucho gasto y «se ofende tan sólo a aquellos que se le quitan sus campos y casas para darlos a los nuevos moradores... y quedando dispersos y pobres aquellos a quienes ha ofendido, no pueden perjudicarte nunca».

Ahora bien, ya aplicada la estrategia inicial es fundamental para conservar el principado aplicar dos principios capitales. Si el príncipe logra aplicarlos, tendrá garantizado su éxito; de lo contrario, fracasará. El primero es el de que «a los hombres hay que comprarlos o reventarlos», esto es, el príncipe deberá ganarse el favor de los súbidtos débiles, quienes fácilmente se aliarán a él por temor o ambición, cuidándose desde luego de que no adquieran mucho poder; deberá, al mismo tiempo y con ayuda de aquéllos, debilitar a los poderosos, humillarlos y reducirlos. El segundo principio es el de «prever para prevenir», lo que significa que se debe permanecer en constante vigilancia para detectar temprano cualquier inconveniente (un descontento entre los súbditos, el ingreso de un forastero poderoso) de modo que se pueda erradicarlo de inmediato. Si, por el contrario, se deja pasar el tiempo, ese problema se volverá incurable. Finalmente, Maquiavelo ilustra todo lo expuesto con el éxito de los romanos al aplicar los anteriores estrategias y principios, y con el fracaso de Luis XII al no hacerlo. De ello extrae además un tercer principio: el príncipe jamás debe hacer poderoso a otro o permitir que ello ocurra. «El que es causa de que otro se vuelva poderoso obra su propia ruina. No le hace volverse tal más que con su propia fuerza o con astucia, y estos dos medios de que él se ha manifestado provisto permanecen muy sospechosos a aquel que, por medio de ellos, se volvió más poderoso.»

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