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PARTE FINAL CUAD, ORATORIA 1° NIVEL.

Enviado por   •  6 de Marzo de 2018  •  8.207 Palabras (33 Páginas)  •  293 Visitas

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Y en este caso, ¿qué hacer?, ¿cómo me organizo?, ¿de qué manera afronto el compromiso?

Siéntase usted mismo señalado. Alguien con la mejor intención de distinguirlo, lo llama por su nombre. Se le pide que hable en la ocasión. Una rápida descarga de adrenalina lo pone alerta. Debe afrontar la emergencia. Trate de mantenerse sereno. No se apure. Nunca se excuse. Use el silencio inicial buscando la idea madre sobre la que quiere fundamentar sus palabras. La idea puede ser amistad, amor, felicidad, evocación, libertad o cualquier otra en general abstracta y significativa para la ocasión. Ya está, esa es la idea central. A su alrededor tres o más ideas distribuías en la introducción o en la conclusión, harán del discurso improvisado una estructura coherente, en la cual se dijo algo que uno siente. Y ya lo hemos dicho, si uno siente que tiene algo que decir, seguro que es elocuente.

Elija como idea central, eso que usted siente

Ahora es fácil. Faltan los ingredientes que le darán forma a su idea. Esos largos minutos nos serán pocos si procedemos con calma.

Comenzaremos nuestra improvisación de modo humilde, recordando todas nuestras premisas estudiadas. De pie, bien a la vista del público, usando el silencio inicial para

serenarnos y organizarnos. Con la idea central en nuestra mente, sigamos un consejo de Dale Carnegie:

Hable de una experiencia de su vida

De ese modo se verá libre de pensar su próxima frase, ya que las experiencias se relatan con facilidad. Superará de este modo también el natural nerviosismo inicial, y atraerá la atención del auditorio, siempre receptivo frente a un relato vívido y real

La comunicación, de esta forma, estará establecida. Su público lo escucha con atención, y ese será su mejor estímulo para dar a sus palabras ánimo y vigor.

Después del relato vivido, o en vez de él si no viene al caso, o no encuentra en su rápida revista algo que pueda vincularse con la idea central, lo mejor que puede hacerse es tratar de relacionar sus palabras lo más estrechamente posible con la gente que asiste a la reunión. Es natural que el auditorio se interese por sí mismo y por el motivo que los reúne. Sobre esta base proponemos tres fuentes de inspiración, tres ideas accesorias que acompañarán a nuestra idea central, dándole sentido y unidad a nuestras palabras. Hable de su auditorio, sobre lo que son, sobre lo que hacen. Si cabe, personalice y señale algunos de los que lo componen, ejemplificando sus palabras. También puede referirse a la ocasión por la que están reunidos. Si es una despedida, un aniversario, un homenaje, jerarquice el acontecimiento. Sume su emoción al motivo que los une, haciéndolo importante y común con su auditorio. Si hubo un orador anterior, refiérase a sus palabras. Demuestre el agrado de haberlo escuchado con atención, recalcando los conceptos principales de su idea central.

Busque las ideas accesorias en el auditorio mismo, la ocasión y el orador anterior.

Cumpliendo estos tres postulados, adaptará sus palabras a la ocasión, como un guante a la mano. Sus palabras son para este auditorio, para él, su respeto y preocupación. Por él su emoción, que no debe pretender ocultarse. No puede fracasar. El que habla es un hombre honesto, emotivo, sincero.

Un experimentado docente de Oratoria, relata una situación ocurrida en un curso dictado a unos abogados: “Cuando llegamos al tema Improvisación describí la técnica y solicité un voluntario para ponerlo en práctica. Los abogados presentes con rapidez invirtieron los términos, y me pidieron que yo mismo la pusiera en práctica. Acepto, les dije—elijan el tema y denme quince segundos para organizarme. Hable del divorcio, dijo uno de los presentes.

Mi mente se puso rápidamente en funcionamiento. El stress favorecía el alerta de mis neuronas. Tengo que buscar la idea central con que relacionar divorcio. Allí está: amor.

El divorcio no es más que el capítulo final de algo que alguna vez fue amor.

En la descripción de la técnica dije que una vez que tenemos la idea central, conviene comenzar nuestra improvisación, hablando de una experiencia en nuestra vida.

Mi experiencia en el tema es mucha y penosa. Mi juicio de divorcio duró cinco años. Cinco terribles años en los que se pusieron en juego valores mucho más importantes que los patrimoniales. La familia, los amigos, los recuerdos. .. Uno a uno fueron desfilando por esos pasillos inhóspitos, por esos despachos fríos. Uno a uno fueron escuchados por esos empleados y dactilógrafas distantes e insensibles a todo lo que con tanto pudor, con tanta pena, con tanto esfuerzo relataban los testigos. La rutina, mil veces repetida, había transformado en fríos autómatas eficientes a los que tomaban nuestras declaraciones.

Cuando llegó el momento del alegato final, y contra la opinión de mi abogado y muy querido amigo, yo mismo quise escribirlo. Me pareció que nadie podía describir mi frustración, el desengaño, la desesperación. Quién sino yo podía decirle al juez cuántas ilusiones había sepultado, cuántas esperanzas habían sido defraudadas, de qué modo nuestra vida carecía de sentido de continuar juntos. En el alegato hablé con todo respeto del amor. Del amor al margen de los papeles y las obligaciones. Del amor que no hay quien lo encierre, lo limite o lo imponga por decreto. Del amor a los hijos, que no sólo pertenecen a su madre.

No sé cuántas cosas más aparecían en mi mente mientras improvisaba esa noche en el Colegio de Abogados. Sólo sé que volví a vivir mi experiencia. Que sentí profundamente cada una de las ideas que expresaba. Que mi voz tembló por una auténtica e íntima emoción.

Terminé exhortando a los abogados allí presentes a olvidarse de los "casos", a no pensar en "los expedientes", sino a descubrir en esos fríos papeles al individuo que palpita en su interior, que necesita que lo escuchen, que merece todo el respeto de un ser humano en crisis que está implorando comprensión y justicia.

Los minutos fueron cortos. Casi sin darme cuenta había cumplido con todos los postulados de una correcta improvisación. Comprendí al finalizar que en el silencio de la sala, los presentes compartían mi emoción”.

- EL ORADOR

A. PERSONALIDAD ("Usted es usted")

1.

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