Quo Vadis Ensayo
Enviado por Jerry • 9 de Noviembre de 2018 • 3.679 Palabras (15 Páginas) • 326 Visitas
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Dentro del horrendo historial de crímenes cometidos por Enobarbo[2] ya se encontraban los asesinatos de su madre Agripina, su hermano por adopción Británico, hijo del emperador Claudio quien se había casado con Agripina; y el hijo mayor de Popea, Rufio, porque el pequeño se había quedado dormido durante la lectura de uno de sus poemas. Se casó públicamente con Pitágoras y si no se tiene certeza de que fuera su boca la que diera la orden de incendiar Roma, lo que sí fue muy real fue el hecho de que el César, frente a la catástrofe y la desesperación de su pueblo, observaba el incendio pudiera decirse que con complacencia y, lira en mano, cantaba una de sus «obras maestras». Dándoselas de poeta y artista, Nerón necesitaba «inspiración» para redactar sus versos. A menudo decía que envidiaba al rey Príamo por haber presenciado el incendio de Troya. También se preguntaba si no sería Roma en llamas un espectáculo grandioso. El emperador, que a pesar de ser cruel era cobarde, ante la presión del pueblo que le acusaba, encontró a sus víctimas en un grupo de personas las cuales, aunque nunca se rebelaron, no temían ante su poder; habían sido injustamente acusadas de ser enemigas de la vida, de asesinar niños y de envenenar las fuentes, pero su único crimen había sido no reconocer la supuesta divinidad del César y vivir ajenos a los vicios y mezquindades de la sociedad romana: los cristianos. De aquí parte otro elemento histórico incluido en Quo Vadis?: los cristianos sí fueron echados a las fieras en el circo romano, fueron crucificados, descuartizados por caballos, decapitados, ardieron como piras vivientes, incluyendo niños pequeños. El autor describe con marcado realismo las crueles escenas de su suplicio.
En el anfiteatro se elevó un clamor:
― ¡Los cristianos! ¡Los cristianos!
Las verjas de hierro rechinaron […] ¡A la arena! […] Todos ellos venían corriendo y, al llegar al centro, se arrodillaban unos junto a otros con los brazos levantados […] De pronto pasó algo inesperado. Del centro de aquella banda hirsuta comenzaron a subir voces que cantaban; y fue entonces cuando por primera vez se oyó en un circo romano el himno Cristo Reina. Entretanto se abrió una nueva verja y en la arena irrumpieron, con un impulso salvaje, bandadas enteras de perros. […] Los perros irritados saltaban hacia los hombres de rodillas […] Por fin un moloso hundió sus colmillos en el hombro de una mujer arrodillada en el primer término y la aplastó con su masa. Entonces los perros se abalanzaron por decenas al montón como por una brecha. La sangre corría a borbotones de los cuerpos despedazados. Los perros se arrancaban miembros dispersos. El olor de la sangre y los intestinos destrozados dominaba sobre los perfumes de Arabia y llenaba todo el circo. […] uno a uno los leones aparecieron en la arena, feroces y enormes […] los leones aunque estaban hambrientos, no se precipitaron hacia sus víctimas. Sin embargo, poco a poco el olor de la sangre y la vista de los cuerpos destripados y amontonados sobre la arena obraron sobre ellos. De pronto, uno saltó hacia el cadáver de una mujer de cara destrozada […] Otro se acercó a un cristiano que llevaba en brazos un niño cosido en una piel de gamo. El niño, sacudido por sollozos y gritos se aferraba de modo convulso a su padre que, queriendo conservarle la vida al menos por un instante, trataba de arrancarlo de su cuello […]. Pero aquellos gestos y aquellos gritos irritaron al león, que lanzó un rugido ronco y corto, aplastó al niño de un zarpazo y destrozó entre sus mandíbulas el cráneo del padre. (pp.179-183)
El pueblo, que en un principio se divertía con el terrible espectáculo, no pudo dejar de preguntarse lo mismo que muchos ahora: ¿eran también los infantes incendiarios?
Un aspecto que ciertamente apoya la descripción del contexto histórico y que resulta uno de los detalles más importantes y peculiares de la novela es la presencia de múltiples notas al pie. En muchos casos se ha considerado que el uso excesivo de dichas notas en textos, desvía al lector y hace muy incómodo el proceso de lectura. Pero este no es el caso de Quo Vadis?, donde las notas al pie se hacen imprescindibles para lograr una comprensión cabal de lo que se está leyendo, las costumbres de la época, el porqué de las alusiones a personalidades históricas o de la mitología en un momento dado, además de la comprensión de ironías. Se utilizan también muchas notas al pie para dar a conocer el equivalente al castellano de términos en latín, tal vez para adentrar más al lector en la época histórica y las características de la sociedad romana de aquel entonces. Estos términos se refieren a nombres de instalaciones existentes en la Antigua Roma, a los rangos de jerarquía o servidumbre, a frases célebres como la pronunciada por los gladiadores en el circo: «! Ave Caesar Imperator! ¡Morituri te salutant!»[3], o al nombre despectivo que se la daba a Nerón, Enobarbo, anteriormente especificado. Tales son los usos más frecuentes de notas al pie encontrados en la novela.
Expansión del cristianismo en Roma
Para comprender mejor este fenómeno, es vital retroceder un poco en el tiempo. El cristianismo, aunque parte de la historia del pueblo judío, en aquel entonces había dejado de ser solo para los judíos, quienes en su mayoría habían rechazado a Cristo, para ser también de los gentiles. El apóstol Pedro, convencido de que Dios no hace acepción de personas, había predicado el evangelio en la casa de Cornelio, centurión romano en Cesarea. Ambos apóstoles, Pedro y Pablo, habían hecho varios viajes misioneros fuera de Judea. Según lo que narra la Biblia, alrededor del 59 d. C. Pablo fue llevado prisionero a Roma y fue liberado aproximadamente en el 62 d. C., lo que le permitió continuar su ministerio en aquella ciudad que tanto había anhelado visitar. La tradición de la Iglesia Primitiva dicta que también Pedro fue a Roma y ambos sufrieron martirio bajo la persecución de Nerón: Pedro fue crucificado en algún punto del año 67 y Pablo fue decapitado en el 68 antes de la muerte del emperador.
Como ya se mencionó anteriormente, los cristianos sufrieron suplicio durante esta etapa, y sobre esto resulta intrigante una cuestión: si los cristianos fueron acusados injustamente por el incendio, si nunca se rebelaron contra el imperio, si eran amantes de la paz, la pureza y el amor, ¿por qué eran tan odiados?
No hay otra respuesta: más que por ser adoradores de Cristo, los cristianos eran mal vistos por no reconocer la divinidad del César ni participar en el culto a su personalidad. En una sociedad como la romana,
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