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RESEÑA Y ANÁLISIS DE LA POÉTICA DE RÓMULO BUSTOS AGUIRRE UNA CONVERSACIÓN ENTRE DIOS Y EL HOMBRE

Enviado por   •  17 de Abril de 2018  •  1.956 Palabras (8 Páginas)  •  417 Visitas

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“Hay alguien que yo sé morándome (…)

Quizás me existiera desde siempre

¿De qué ancho cielo habrás venido

Este huésped que no conozco?”

(Obra Poética, p. 36)

Dios está en nosotros. Pero no ese dios ideal que todo lo bueno hace y todo lo malo reprocha y castiga o perdona, no. Ese dios es la verdad. La más pura. Aquella que nos habita, que vive dentro de nosotros, escondida, luchando por salir, encontrar una puerta y aflorar. Aquella verdad que ignoramos.

El desconocimiento, el error, la fe puesta en algo más y no en nosotros hace que naufraguemos, nos perdamos y seamos desdichados y perfectos sin saberlo. Sólo conociéndonos dejaremos de andar en la deriva en la vasta ilusión del universo.

Se sufre cada día y se añora la infancia, la inocencia de la vida, la ignorancia que lo sabía todo. Se sufre cada día porque nuestros labios están destinados a la muerte, porque

“Las huellas que encontramos son nuestros

Mismos pasos

Otros pasos perdidos sobre la misma tierra”

(Obra Poética, p. 40)

Se sufre porque somos mercenarios de nuestro propio destino. Víctimas de nuestras decisiones, nuestras opiniones, nuestra visión del mundo. El hombre está solo y es el único culpable y responsable de su procedencia. Pero no cree en sí y ve en Dios “el esplendor más allá del horizonte”, la ilusión, la utopía que lo hace seguir caminando, quien recompensará el sufrimiento que sintió en su breve visita al mundo. Se sufre porque polvo somos y polvo seremos. “Morir ahogado no es sólo costumbre de río”. Porque nuestro destino es perecer, quedarnos con nuestras dudas. Dar por acabada nuestra existencia si saber nada.

“Demasiado vasto es el misterio

Para encerrarlo en la pupila (…)

Pretendemos el secreto

Pero este solo es privilegio

De los grandes durmientes”

(Obra Poética, p. 42)

La vida es un castigo para quien no cree en sí mismo. La condición mortal del hombre es un hazmerreír para Dios y sólo quien descanse en paz y resida en el cielo puede ser conocedor de la verdad absoluta. Bustos parece ridiculizar a aquel hombre domesticado por la cristiandad, para quien una vida es insuficiente para que todos los misterios le sean revelados.

Pero así como Dios puede ser aquél sujeto vil y cruel que juega con nosotros, que traza nuestro destino y nos deja a merced de un paseo, un camino por la tierra que no conocemos y que él mismo ha planeado, puede ser aquel viejo cansado que sólo nos ignora y nos castiga dándonos la libertad de verlo como optemos verlo, la libertad de inventar el paraíso.

“(…) Cada día

Alejamos nuestros pasos

Sin saber siquiera qué es

Lo que se nos niega”.

(Obra Poética, p. 45)

La libertad de escoger si sufrir o no por tanta incertidumbre, tanto escepticismo, por lo inalcanzable, lo inasible, por el cielo que está sobre nosotros. La libertad de ser agnósticos, ignorar lo que ignoramos, desconocer lo que está en nosotros.

Somos mortales, de ahí la agonía. Somos viajeros. Nuestro paso por la tierra es un segundo. Aquí no conoceremos ninguna verdad. Nunca sabremos nada. Las sociedades están repletas de “extraños compañeros de un barquero sin nombre” (p. 47) que nunca tendrán la certeza de nada, sólo la seguridad de su inminente destino finito y un emergente deseo por una nueva oportunidad, otra cotidianidad. Pero la vida es una sola, un misterio, un “juego cuya gracia tal vez es no entenderlo” (p. 48), un acertijo al que no debemos inquirir, preguntar porqués o cómos.

“(…) La noche

Que es la forma oscura y continua

Del resuello pavoroso de Dios.”

(Obra Poética, p. 50)

Somos día y somos noche. Somos vida y somos muerte. Dios es la única verdad y Dios grita dentro de nosotros. Compartimos con él nuestro espíritu, nuestra alma y el corazón. ´

“(...) Toda el agua del cielo cabe en él [corazón]

Sin derramarse

Nunca se colmaría aunque lloviera

Todo el cielo”

(Obra Poética, p. 51)

Somos el lugar donde todos los saberes son pensados, donde todos los dioses son venerados, muertos, olvidados, donde las verdades tienen refugio, son guardadas e ignoradas en secreto.

“Entre el cielo y la tierra

Suspendido de un hilo que no vemos

Palpita en su misterio el corazón del hombre”

(Obra Poética, p. 52)

Somos hombres y tenemos algo de animal y algo de divino. Somos Dios y él tiene algo de divino y algo de animal. Somos un híbrido. Y ese hilo es lo que nos conecta a Dios, es lo que lo hace parte de nosotros.

“Acaso sea nuestra sombra

Indeleble sello de Dios

Oscuro emblema del vacío

Que nos acecha”

(Obra Poética, p. 53)

Somos cara de una misma moneda, somos verdad, somos mentira, somos nuestro vacío, lo que nos falta. Somos Dios.

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