Reporte de lectura sobre Rayuela de Julio Cortázar

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espero poder compartir esto a mis conocidos, decirles que se empapen de arte y cultura, de ideas y conocimientos, para que no les cueste como a mí el leer Rayuela. Espero que procuren leerla antes de morir.

Capítulo 7

Rayuela tiene capítulos encantadores, largos e hipnóticos y breves y fugaces; el capítulo 7 es de esos momentos únicos que se sostienen por su sutileza. Principalmente la novela se mueve por el cortejo y el estira-y-encoge entre Horacio y la Maga, y este es un pestañazo de intimidad, de romance y un suave erotismo entre ambos personajes que, bien podríamos ser todos, siempre enriquecido por la viva y vibrante narrativa poética de Cortázar.

“Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano…”

“Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces…”

Capítulo 27

Parte del tango exquisito de esta novela es gracias al conflicto, a los desacuerdos, las amarguras y una de las más potentes es Pola, amante de Horacio, quien, en este capítulo realmente florece no tanto como una antagonista, sino por boca de la misma Maga. A pesar de no aparecer físicamente la tensión, la carga emotiva y cómo la Maga describe a “la otra” es exquisita, especialmente por cuán serena parece estar.

“Probablemente Horacio buscaba en Pola algo que usted no le daba, supongo.”

“Hay que ser justos – dijo la Maga -. Pola es muy hermosa, lo sé por los ojos con que me miraba Horacio cuando volvía de estar con ella, volvía como un fósforo cuando se lo prende…”

Capítulo 24

Pude incluir el capítulo 36, estuve tentado de hacerlo, incluso empecé a redactarlo, pero no, algo hacía falta. Además de las lecciones literarias, narrativas, poéticas, musicales, de amor, de viajero, entre otras; Rayuela es un libro denso y completo de reflexiones filosóficas, de duda, existencialismo y triunfo. En este capítulo, el 24, la Maga y Gregorovious tienen uno de los diálogos más poderosos del libro.

“Es mucho más fácil hablar de las cosas tristes que de las alegre” dice la Maga. “La felicidad no se explica (…) probablemente porque es el momento más logrado del velo de Maya” contesta Gregorovious.

“Lo que pasa (…) es que la felicidad es solamente de uno y en cambio la desgracia parecería de todos” dice la Maga.

En este capítulo también nos rendimos a esa severidad y frialdad de la Maga; de un Gregorovious tratando de alentarla y enmendar las cosas, mientras la rudeza de la Maga lo arrincona, lo noquea con suavidad.

Capítulo 138 “A la maga y a mí nos gustaba profanar recuerdos”

Decirles cuántas veces he leído este capítulo sería mentirles, pues no lo recuerdo. Siempre lo leo de noche, cuando extraño mucho y sueño poco. “A la Maga y a mí nos ocurre a veces profanar nuestros recuerdos”, comienza este texto, en el que ambos recuerdan algo de su infancia, de su vida antes de conocerse y se dan cuenta de lo paralelo de sus mundos, de lo absurdo de los recuerdos. Con cada imagen son más sabios y al mismo tiempo más ingenuos, creen que la vida pasada es como un río que jamás vuelve a ser el mismo, no importa que tan rápido lo volvamos a cruzar. La vida pasada luego entienden que solo sirve para burlarse de ella en las noches, para lastimarlos un poco más, para que las veladas en las que solo hacen el amor para olvidar el tiempo tengan menos sentido.

Al mismo tiempo que este monólogo de Oliveira sirve para explicarnos su ritual de remembranzas, él sigue viendo a la Maga como esa niña ilusa que no sabe ni siquiera recordar sin llorarse el alma o aportar algo a un recuerdo que Oliveira cree solo de él, aún no está interesado en escucharla, pero la quiere oír. “Quiero también que le sirva para algo a la Maga, que jamás ha sido capaz de entender las cuestiones morales”.