Visita biblioteca central de CU
Enviado por Sara • 27 de Abril de 2018 • 1.070 Palabras (5 Páginas) • 586 Visitas
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Un tanto frustrante fue el percatarnos de que los pisos del 12 al 9, estaban prácticamente fuera de servicio y en desuso a pesar de la cantidad de tomos y volúmenes que en ellos se podían encontrar. Alguna clase aislada en el piso 10, otra persona deambulando solitaria en el piso 11, una pareja sosteniendo una acalorada discusión en las escaleras que llevan del piso 9 al 10, etc.
Fue hasta que dimos con el piso 9, que vimos al fin rastros de vida -demasiado en calma pero finalmente vida- al encontrarnos frente a un grupo de personas inmersas en un silencio sepulcral disfrutando cada una, su cada cual tomo o revista pues, se trataba de una sala de lectura donde al parecer, la única regla era la de permanecer en silencio, no importando si te encontrabas desparramado sobre éste sillón o casi durmiéndote en aquella silla, con tus audífonos puestos o leyendo en pareja, siempre y cuando, supieras guardar silencio.
Desde ciencias hasta medicina y desde arquitectura hasta pedagogía, los volúmenes parecían interminables -a pesar de que se tenía reservado el paso hacia algunas estanterías-. Hicimos un par de pruebas mis compañeros y un servidor en cuanto a una búsqueda de libros haciendo uso de una de las computadoras que se tienen dispuestas para éste efecto en el piso 8 -como en todos los pisos- y tras buscar un par de títulos de Fernando Savater y algún otro de Silvia Schmelkes, nos convencimos de dos cosas: la efectividad del sistema de búsqueda y la falta de volúmenes de Savater… -Ya hubiera yo querido contar con ese sistema de búsqueda en mis tiempos-.
Uno a uno fuimos revisando cada uno de los pisos, no sin antes detenernos a tomar un par de fotos desde una de las ventanas del servicio de conserjería o de uno de nosotros fingiendo leer con una expresión de interés en el rostro.
Al llegar a la planta baja nuevamente, decidimos recorrer los alrededores de la biblioteca con la finalidad de echar un vistazo a los murales que la adornan. Nos encontrábamos en ese ejercicio cuando llamó nuestra atención un señor haciendo malabares con una esfera al parecer de acero y un joven que se identificó como Ian, quien nos invitó a un taller de náhuatl que sostenían una tercia de personas al pie de una Jacaranda a las orillas de los jardines y del cual nos despedimos tras haber compartido un par de cosas de la cultura náhuatl por su parte, y un par de cosas de la lengua inglesa por la nuestra.
No podían faltar las fotos, las maromas en los jardines y el rato agradable con los amigos como ritual de despedida y como cierre de nuestra visita a lugar tan singular.
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