Diagramas eticos de empresas contemporaneas
Enviado por Antonio • 19 de Abril de 2018 • 1.563 Palabras (7 Páginas) • 423 Visitas
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Razones de la Dignidad Humana
La persona es digna, y sólo ella tiene dignidad, no porque yo sea persona. No debe confundirse esa atribución que nos hacemos a nosotros mismos con el egoísmo o el egocentrismo. El valor de nuestra persona no deriva de nosotros, sino que, al revés, nos trasciende, nos saca fuera de nosotros mismos. La dignidad de la persona humana proviene del hecho de que es la única realidad sublunar, es decir, intramundana, que cuenta con espíritu. La tradición filosófica clásica ha hecho esta afirmación basándose en cinco fenómenos que se dan en el hombre y que no tienen lugar alguno en cualquier otra criatura. Estos cinco fenómenos son inexplicables si no hubiera en el ser humano alguna realidad superior a la materia. El espíritu, pues, es la razón que definitivamente requieren tales fenómenos para su explicación racional. Quienes niegan más o menos expresamente la existencia del espíritu en el ser del hombre, se incapacitan a sí mismos para dar una explicación plausible de los fenómenos antropológicos de los que enseguida hablaremos. Esta incapacidad los lleva a marginarlos —no se hace cuestión de ellos—, a deformarlos o a negarlos. Ninguna de estas posturas es hoy científicamente sostenible; pero, más que ninguna, la de negación, pues se trata de sucesos que acaecen en la misma interioridad del ser humano, y nos presentan, sin intermediación alguna, en toda su evidencia, intimidad y nitidez, las cuales se impiden a sí mismas la negación de su validez: hemos de coexistir con estos fenómenos, porque tenemos que hacerlo con nuestra existencia misma en ellos connotada. Todo hombre, por el hecho de serlo, capta en sí mismo su posibilidad de concebir ideas abstractas, pensar realidades no materiales, reflexionar sobre sí mismo, actuar con libertad, y ser sujeto de un progresivo desarrollo infinito.
El Hombre es Capaz de Concebir Ideas Abstractas.
Nuestras ideas no se concretan a aplicarse a las realidades singulares y empíricas que nos dan pie a elaborarlas. Tomemos un ejemplo que se ha podido comprobar en los estadios humanos más primitivos. Nuestros prehistóricos antecesores poseían sin duda la idea de arma, en cuanto instrumento que hacía posible o facilitaba la defensa o el ataque. Si su idea, en efecto, se hubiese concretado a la flecha o al garrote, el hombre no hubiera producido armas diversas de la una o de la otra. Sólo porque poseía la idea de arma con una cierta holgura y amplitud (que llamamos abstracción), fue capaz de incluir en ese concepto otros instrumentos diversos de aquel o aquellos que hicieron posible el nacimiento de dicho concepto. El espíritu, pues, como factor posibilitante de las ideas abstractas, otorga al hombre una visión panorámica, una perspectiva de horizonte, una óptica de conjunto que no sería posible si sólo fuese capaz de conocer realidades totalmente embebidas en una materia determinada, en un lugar concreto, etcétera.
Capacidad de Conocer Realidades Inmateriales.
La existencia del espíritu en el hombre no se supone sólo por el hecho de que el entendimiento tenga aptitud para abstraer indeterminadamente lo que existe de una manera concreta y determinada. Las realidades que así concibe son, como quiera que sea, materiales, aunque logren exentarse de la manera concreta de su materialidad. Pero el análisis antropológico del ser humano nos pone en relación con otro tipo de conocimiento de naturaleza superior: ya no captar inmaterialmente realidades materiales que existen en su más estricta determinación, sino llegar al conocimiento de realidades que no tienen materia alguna. Un buen número de estas realidades, no pueden pensarse como poseyendo una materia: tal es el caso de la paz o de la sabiduría, que se nos presentan trascendiendo toda materia posible. No podemos pensar en la verdad poseyendo un color determinado. Tampoco que la bondad cuenta con una materia específica de la que estuviera hecha. La paz no es blanca ni tiene forma de paloma más que por una convención de los combatientes o de los publicistas. Puede aplicarse aquí el mismo razonamiento que hicimos al preguntarnos por las condiciones de posibilidad del conocimiento abstracto. Hemos de explicar que la existencia en nosotros de ideas sobre realidades espirituales, es prueba indefectible de que nosotros, los conocedores de ellas, poseemos de alguna manera ese espíritu que hace posible el conocimiento de lo espiritual en tanto que tal; pero no es prueba de que tales realidades espirituales, así concebidas, tengan existencia real fuera de nuestra mente. José Gaos ha manifestado cómo las ideas sobre realidades espirituales que nosotros concebimos son un suceso antropológico que nos “tira hacia arriba”, hacia lo espiritual mismo que somos.
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