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Historia del fundador Economía Social Coparticipada y el Accionariado Obrero

Enviado por   •  16 de Abril de 2018  •  3.265 Palabras (14 Páginas)  •  398 Visitas

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Hubiera deseado que estas cuestiones, en las cuales es muy fácil caer en la confusión entre la tesis y la hipótesis, si se trataran sin el fragor de la prensa en un ambiente distinto de personas competentes y responsables, y que detrás de su liderazgo actuaran, más de lo que hablan, según diversas situaciones y temáticas a desarrollar, serían más beneficiosas. Espero que mis temores sean infundados. Sigo con el mayor interés la cuestión de allí y quisiera me hiciese un gran favor, si usted fuera tan amable de hacerme suscribir a la revista El Savio. Una vez más las gracias cordiales a V.E. por el don precioso que nos hizo con su presencia en nuestra casa y, para mi gratitud, unirnos en oración al homenaje de nuestra profunda veneración cristiana y católica.

Por tanto, existió una relación de recíproca estima y afecto, así como la comunión de ideales, en apenas una cuarentena de días entre el obispo de Cesena y sociólogo de Lieja, ahora destinado en Roma. Monseñor Cazzani, de origen pavese, había afinado la sensibilidad social en Rávena junto al cardenal Riboldi; de hecho lo había sostenido con sus brazos mientras él bendijo la bandera del primer Círculo Demócrata Cristiano, y no obstante a pesar de las diferencias con muchos opositores y la grave enfermedad que lo llevaría a la tumba unos días más tarde, en enero 1901.

La oposición de los ricos

Don Pottier había fundado, además del Modelo Coparticionista en Lieja en 1892, la Unión Demócrata Cristiana, que se basa principalmente en un conjunto de reivindicaciones concretas: la ampliación del derecho al voto, la participación en las decisiones políticas, la mejora de las condiciones laborales de los trabajadores y campesinos, la reforma del servicio militar, etc. Con el aumento del desarrollo industrial, cuya expansión se dilataba cada vez más en Europa Central, el nuevo movimiento democrático se oponía a la tendencia liberal-conservadora católica imperante en ese momento, incluso entre los católicos belgas. Con el apoyo del obispo de Lieja Monseñor Doutreloux, sensible a las nuevas ideas, don Pottier dio vida a la llamada “Escuela de Lieja”, que representó la teoría fundacional de los principios sociales de la Rerum Novarum y la primera democracia cristiana, de la que fue el promotor.

Su trabajo y esfuerzo fue el lema programático "Todo para el pueblo, porque todo es del pueblo", que luego descendiera a la necesidad de los trabajadores, y en base al concepto Copartinicionista basado en los Derechos Humanos inherentes al “Derecho de Familia“, este derecho sólo priva, o está por encima del derecho de propiedad cuando sus fundamentos se basan en los límites del consumo por necesidad, respetando a las diferentes religiones. Las familias que se asocian consigo mismas en una unidad de propietarios coparticipados, y para eliminar, con sus demandas concretas de fuerzas conjuntas del Poder del Trabajo, la trampa capitalista del salario. Luego, siguiendo el ejemplo de los socialistas, Don Pottier también inició la organización de coparticipación entre los católicos, especialmente en el campo de las panaderías, debido a que se había calmado el precio inflacionario del pan. Naturalmente que tal género tan elocuente y sensato de iniciativas, entonces, soportaba el riesgo de algunos fallos, pero en particular denegaba el privilegio del poder adquisitivo capitalista frente al trabajador, suscitando una viva oposición de parte de las clases ricas. En 1895 Don Pottier tuvo que defenderse, con un detallado memorando enviado a la Santa Sede, tanto de las acusaciones de los adversarios de afuera como de las expresiones dentro del clero de la Asociación de Propietarios Católicos.

En defensa de sus ideas publicadas en las lecciones que se imparten en el Seminario Mayor de Lieja con el título “De Justicia Inexorable y Ley”, la Revista Bibliográfica Italiana (del año 1900, páginas 285 a 87) evaluaba y elogiaba que los tratados de Pottier "aplicaban los principios de la tradición ética y filosófica con soluciones directas a los problemas sociales de la actualidad". En otro orden se afirma que es "el Tratado de Pottier” (éste organizador incansable y benemérito de la Democracia Cristiana de Bélgica) uno de los pocos que se exhiben en una gran doctrina científica y armoniosa sobre el derecho y la justicia social.

Por esto ha sido muy bien recibida con mucho elogio y en virtud de su vigencia como nuevo orden de ideas, y a la vez antigua y probada sabiduría. Sin embargo, en la diócesis de Lieja la difícil colaboración en general del Sindicato Democrático local y el Partido Católico Conservador, provocó una viva oposición de todo el mundo, poniendo en duda el gobierno e incluso el poder del Rey Leopoldo II, preocupado de esos contrastes que favorecían a los socialistas.

Don Pottier se convirtió en un problema político, con efectos negativos sobre su propia salud física, mientras crecía su liderazgo entre los mineros de Limburgo y los trabajadores de las fábricas, cada vez más solicitados por la industrialización creciente. Su situación personal en la diócesis era sólida, pudiendo contar con el apoyo pleno de Monseñor Doutreloux, que lo protege con su autoridad hasta su muerte en enero de 1901. Luego lo sucede monseñor Rutten, un excelente administrador, y exponente de la moderación clerical grata a la monarquía y especialmente al gobierno liberal-conservador.

[pic 2]

Monseñor Vittorio G. Doutreloux

Para Don Pottier el horizonte se oscurecía. El nuevo obispo de Lieja le interponía obstáculos con orientaciones distintas a las de su predecesor que había hecho un gran obispado social. Por la involución en temas sociales del pontificado eclesiástico central de Roma, y ​​por último el deseo expreso de Leopoldo II para eliminar al laico comprometido Don Antonio Pottier, considerado en los ambientes conservadores belgas como de los principales instigadores de las demandas de los trabajadores como de los dirigentes socialistas, cambió el curso de su vida. Su salud, ya se había comprobado, estaba empezando a mostrar un poco de preocupación.

Con el pretexto de prevenir una profunda depresión psíquica, las autoridades eclesiásticas le aconsejaron descansar en un sanatorio, que consejeros eclesiales diligentes indicaron en Suiza meridional. Era una manera pomposa para liberarse de su liderazgo social y mantenerlo alejado de su público. Don Pottier no se hacía ilusiones.

Él entendió que se trataba de un largo exilio de lujo. Así que optó por Roma, dónde entre 1868 a 1875 frecuentaba la Universidad Gregoriana

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