“Ensayo sobre La Apología de Sócrates”
Enviado por karlo • 20 de Noviembre de 2018 • 2.711 Palabras (11 Páginas) • 388 Visitas
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En la aclaración de las acusaciones, se procede a leer el libelo de las acusaciones que se hacen contra él: “Sócrates es culpable de andar hurgando en la búsqueda de las cosas subterráneas y celestes, haciendo más fuerte el argumento más débil y enseñando estas mismas cosas a los demás”. Posteriormente se señala “… es culpable de corromper a los jóvenes, de no reconocer a los dioses del Estado y de introducir nuevas divinidades”.
Sócrates mantiene que es inocente y pregunta a la multitud ateniense, si pueden aseverar que él alguna vez ha indagado en los asuntos que lo inculpan de la manera en que se le acusa, pues él solo hace las preguntas debidas en cada tema. Menciona también que, si bien muchos hombres lo rodeaban, era en forma espontánea y gratuita. Él ha dialogado y nunca ha dicho en privado a alguien algo que no pudiese decir delante de todos mostrando precisamente las limitaciones del saber formular y la necesidad de una actitud humilde y dispuesta frente a la verdad. Si hubiera “discípulos” perjudicados por sus “lecciones”, estarían presentes para apoyar la acusación, sin embargo, se hallan presentes amigos que están dispuestos a declarar a su favor (entre ellos Platón), lo que muestra que no ha impartido “lecciones” corruptoras, sino que ha impulsado a buscar la verdad.
Prosigue diciendo que él ha alcanzado ese renombre por la sabiduría que posee, que no es en absoluto sobrehumana. Para eso, pone el ejemplo de lo que le sucedió a un amigo suyo, Querofonte: “Conoceréis sin duda a Querofonte, amigo mío desde la juventud, compañero de muchos de los presentes, hombre democrático. Con vosotros compartió el destierro y con vosotros regresó. Bien conocéis con que entusiasmo y tozudez emprendía sus empresas. Pues bien, en una ocasión, mirad a lo que se atrevió: fue a Delfos a hacer una especial consulta al oráculo, y, os vuelvo a pedir calma, ¡oh, atenienses!, y que no me alborotéis. Le preguntó al oráculo si había alguien más sabio que yo. Y la pitonisa respondió que no había otro ser superior. Toda esta historia la puede avalar el hermano de Querofonte, aquí presente, pues sabéis que él ya murió.” Sócrates, luego de saber esta situación, se pregunta entonces ¿a qué se refiere lo que dice el oráculo? La explicación, es que Sócrates es uno de los pocos que se da cuenta de que no es sabio, y eso hace que lo sea aún más. Sabio es el que no presume de lo que sabe, ni de lo que no sabe. Él Llega a la conclusión de que el oráculo tiene razón, y decide hablar con la gente por las calles para informarse y adquirir más conocimientos, sin saber que por su sabiduría sería llevado a tribunales.
Sócrates no se considera un maestro porque él no instruía, se limitaba a ayudar a otros a sacar de su interior sus propias ideas. Los demás descubrían la sabiduría por si mismos y en si mismos. Él era realmente un antisofista: Sócrates enseñaba, pero con un fin educativo, sin pedir dinero a cambio. Así empieza su osadía de dialogo con los jóvenes de la ciudad que lo lleva a la acusación de corromper a la juventud.
El centro de la acusación de Meleto es el de corromper a la juventud, la segunda parte de ella, detalla el modo en que Sócrates corrompe a los jóvenes: “enseñándoles a no creer en los dioses reconocidos por la ciudad sino en otras “cosas” demoniacas”. Sócrates pregunta a Meleto si se lo acusa de negar la divinidad de los astros (ateísmo). Pero los demonios tal como los consideraban por entonces los griegos, son divinidades o bien hijos de dioses, por lo cual la acusación de “ateísmo” es contradictoria. De este modo la acusación escrita es como si dijese: “Sócrates es culpable de no creer en dioses, pero creyendo en dioses."
Ante la pregunta de por qué él hace las cosas de las que se le está acusando, poniendo en peligro su vida, él responde: “- Te equivocas completamente, amigo mío, si crees que un hombre con un mínimo de valentía debe estar preocupado por esos posibles riesgos de muerte antes que por la honradez de sus acciones”. En esta cita, Sócrates habla claramente de la libertad de expresión y de la valentía para proclamarla, cosa que es muy valorable de su parte. “En efecto, el temor a la muerte no es otra cosa que creerse sabio sin serlo: presumir saber algo que se desconoce. Pues nadie conoce qué sea la muerte, ni si en definitiva se trata del mayor de los bienes que pueden acaecer a un humano.” Aquí Sócrates sigue haciendo mención de la sabiduría, y en este caso se habla de la muerte como ejemplo, para los que se creen sabios sin serlo, pues los que tienen miedo es porque creen saber que lo que hay después de la muerte es algo malo, cuando podría ser algo bueno, o quizá lo mejor que le pueda pasar al ser humano.
Sócrates dice que, si lo absuelven, él no dejará de preguntar e interrogar; proclama el derecho de la libertad de expresión, porque es lo que le manda su dios. Cree que ésa es su misión, recorrer las calles de Atenas hablando con la gente del modo en que “creo que he sido colocado sobre esta ciudad por orden del dios para teneros alerta y corregiros, sin dejar de encoraginar a nadie, deambulando todo el día por calles y plazas.” y que, si le matan, difícilmente podrán encontrar alguien igual que él.
Acto seguido cuenta que los ciudadanos se deben preguntar por qué no entra en política, y Sócrates contesta que es gracias a su voz interior “Daimon”, que le aconseja desde niño, y de la que está también acusado de hacer caso y hablar. Menciona lo inapropiado de las leyes atenienses y manifiesta que “la muerte no me importa en lo más mínimo, mientras que intentar no cometer acciones injustas es para mí lo más importante”, “lo mío es obedecer a la ley y abogar por mi causa”.
Se enuncia la naturaleza de los actos de Sócrates, lo que significan para él la inteligencia, la verdad, y todo su pensamiento. Se avergüenza de que la gente con riquezas y fama no se preocupen de mejorar sus valores, y de que los ignorantes se crean sabios; y es ahí donde entra él, que se considera a sí mismo un enviado de Dios, para demostrar a toda esa gente la verdad, la falta de moral y conocimiento de la que muchos presumen. No importa el origen, el lugar de procedencia, Sócrates siempre tratará de examinar, refutar, mediante interrogatorios a todo el que se valore. Según él, no ha surgido mayor bien en la ciudad que su servicio a Dios. A todos intentará persuadir de igual forma y no hará otra cosa que no sea esa, aunque hubiera de morir muchas veces.
Ya finalizada su defensa, no implora compasión alguna, y deja en manos de dioses y atenienses el veredicto. El resultado de la votación fue de 280 votos a favor
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