Fragmentos del libro de los Muertos
Enviado por Rebecca • 20 de Enero de 2018 • 1.210 Palabras (5 Páginas) • 529 Visitas
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al fuego. Yo quiero que esté a mi lado en el día de la desgracia. Alma mía, es absurdo querer detener al que está triste por la vida. Acompáñame a la muerte y hazme agradable el reino de los muertos. ¿Es tan malo? No me abandones. Mis amarguras pesan sobre mí y me arrastran.
Y miren lo que me respondió mi alma: “No eres un hombre importante y quieres que los dioses te ayuden como si fueras el faraón rico en tesoros.”
Yo dije: “No me iré mientras mi alma se encuentre sobre la tierra. Te llevaré conmigo. Tu suerte es morir mientras tu nombre continúa viviendo, y el reino de los muertos es el lugar del descanso. Si mi alma me oye y su corazón está de acuerdo conmigo, seré feliz. La llevaré a la muerte, igual que el alma de uno que es enterrado en una pirámide… Tú podrás despreciar a otras almas por frías porque tú no pasarás frío; podrás despreciar a las almas que tienen calor porque beberás agua en la fuente, y despreciarás también a las almas que tienen hambre. Por eso tendrás que acompañarme en la muerte; si no, no podrás descansar en el reino de los muertos. ¡Se buena, alma mía, hermana mía! Serás mi heredera, hazme sacrificios y quédate al pie de la sepultura el día del entierro…”
Entonces mi alma abrió la boca para responder a lo que yo había dicho: “Pensar en el entierro es pensar en la aflicción, es provocar las lágrimas en la colina funeraria. De allí no se sale nunca, ni se vuelve a ver el sol. Algunos construyen sobre granito y se hacen una cripta en la pirámide y labran hermosos trabajos. Pero una vez que los reyes se han convertido en dioses por virtud de su muerte, sus lápidas quedan vacías y su suerte es como la del hombre que no tiene nada y muere en la orilla sin nadie que lo atienda: el río lo abandona y los peces y el sol destrozan su cadáver. Escúchame, que al hombre le hace bien escuchar. Alégrate, olvida tus penas…
“Un pobre hombre trabaja su tierra y carga su cosecha en un barco, para transportarla cuando llegue la fiesta… Despierta al crepúsculo en el barco; sale con su mujer y sus hijos, y todos mueren en el lago, de noche, entre los cocodrilos. Luego, cuando recobra la voz, dice: ¡No lloro por la mujer, que ya no puede regresar de la muerte y transformarse en otra sobre la tierra. Lloro por los niños destrozados en flor, por los niños que ven la cara del cocodrilo antes de vivir…!
Entonces abrí la boca para responder a mi alma, y dije:
“Hoy está ante mí la muerte,
como un enfermo que ha sanado,
como un enfermo sale de la enfermedad.
Hoy está ante mí la muerte
como perfume de mirra,
como remero que descansa
poniendo el barco a la vela.
Hoy está ante mí la muerte
como perfume de flor de loto,
como el que descansa en una orilla fresca.
Hoy está ante mi la muerte
como un sendero pisado,
como el regreso a casa después de una guerra.
Hoy está ante mi la muerte,
como un cielo despejado,
como uno al que explican lo que ignora.
Hoy está ante mí la muerte,
como el que quiere volver a su casa
Tras largos años de prisión.”
Y mi alma me dijo: “Déjate de lamentaciones, hermano mío. Permaneceré contigo mientras estés tú aquí. Cuando hayas alcanzado el reino de los muertos y tu cuerpo se una a la tierra, cuando descanses en la tierra, reposaré yo también contigo, y tendremos una misma tumba…
Para los egipcios el alma era un ser separado del cuerpo: después de la muerte podía abandonar al hombre o permanecer unida a él. En esta narración, cuya primera parte se ha perdido, un hombre pobre y abandonado ha decidido matarse arrojándose al fuego y su alma resiste a quedarse con
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