La responsabilidad social de la educación.

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“El Estado se supone debe regir los comportamientos para fomentar el bien común”, [4]5sin embargo, es una realidad que el sistema político que el ser humano ha creado se ha volcado en su contra. Contrario a la difusión de una educación de calidad, los “poderosos”, por así llamar a todas aquellas personas que tienen bajo su control las leyes que rigen el sistema educativo, han encontrado la manera de reprimir a los demás mediante la carencia de ésta.

El sistema político que permite que la educación sea limitada a diversos sectores privilegiados, llamados así por el poder adquisitivo/económico que manejan, genera menosprecio e injusticia pues permite que el dinero pese más que la dignidad de la persona. ¿Qué es lo que sucede? Dentro de este aspecto aparece un factor determinante, el miedo. Este sistema que evita y promueve la desigualdad educativa indica la presencia de un miedo por parte del sistema de crear una educación igualitaria. El Estado tiene por obligación proporcionar a su población de elementos suficientes que lo impulsen como sociedad a salir adelante. El problema es que dar a la población esa herramienta va en contra de sus intereses, pues ante el modo de vida actual los intereses de los demás pasan a segundo término y lo primordial es generar riquezas y adquirir mayor poder.

Los mismos grupos de poder producen las instituciones sociales, políticas y económicas para cuidar sus intereses.

Como instituciones educativas, se considera la universidad como la cuna del pensamiento. Su función principal es proporcionar un ambiente favorable al desarrollo y a la realización de sus alumnos y con eso crea un beneficio a la sociedad.

Hay que tener en claro “que un saber que no beneficia a la humanidad no es un saber humano sino inhumano”[5]. Cuando el hombre se ve envuelto en el egoísmo, la violencia, la soberbia, o la superficialidad olvida por completo su sentido de vida, sus objetivos y su fin de hombre se ve truncado por banalidades espontáneas, que por momentos pueden confundirse con felicidad.

La universidad como institución educativa superior no debe de propagar mentiras ni métodos, la universidad tiene por obligación generar el pensamiento, aquél que permite el entendimiento crítico de poder decidir, reconocer y descubrir la verdad, la verdad de las personas y cosas. Debe crear hombres comprometidos con un criterio de justicia basado en el sentido común.

No se puede dejar de lado que saber no es sinónimo de hacer, hay que formar personas con responsabilidad social y comprometidas con la justicia, para que al momento de hacer, es decir de aplicar los conocimientos no se deje de lado esa evidencia intelectual.

“La tesis de que el hombre está condicionado conduce a aceptar que el único modo de resolver los propios problemas es moverse con astucia, con ingenio, etc. Pero si llevamos la cuestión hasta el fondo, aparecen objetivos diferentes: no se trata ya del sobrenadar, o sobrevivir, del puro adaptacionismo, sino de cambiar la situación, lo cual, repetimos, es arduo; además se puede fracasar en ello. Pero de la otra manera el hombre está ciego a los grandes objetivos, no los considera posibles: ni se le ocurren”. (lectura 1) . Aquí se encuentra el poder específico de la educación, con una formación adecuada se le proporcionan al hombre los medios para cambiar la situación en la que se encuentra, crear, pensar, innovar en las oportunidades que se nos presentan con una ética y responsabilidad de ver por los demás.”[6]

“La universidad buena y justa es la que enseña la justicia, siendo justa. Y es buena y justa cuando cada quién hace muy bien lo que le corresponde”[7]. Los universitarios tienen el deber ético y moral de retribuir a la sociedad algo de lo que han recibido.

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