Nietzsche Sobre verdad y mentira.
Enviado por mondoro • 25 de Febrero de 2018 • 4.076 Palabras (17 Páginas) • 557 Visitas
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Sección primera: De los prejuicios de los filósofos.
- Se pregunta sobre la voluntad de verdad.
- ¿Cómo podría una cosa surgir de su antítesis? ¿Por ejemplo la verdad del error? Las cosas de valor es preciso que tengan un origen propio, no son derivables de este mundo pasajero. En el seno del ser, en el Dios oculto, en la “cosa en si” ahí debe estar su fundamento. Este modo de juzgar es típico de los metafísicos; esta especie de valoraciones se encuentra en el trasfondo de todos sus procedimientos lógicos; partiendo de este “creer” suyo se esfuerzan por obtener su “saber”, algo que al final es bautizado con el nombre de “verdad” La creencia básica de los metafísicos es la creencia de la antítesis de los valores. Ni siquiera a los más previsores se les ocurrió dudar cuando se habían jurado de “dudar de todas las cosas”.
- Tenemos que contar entre las actividades instintivas la parte más grande del pensar consciente, y ello incluso en el caso del pensar filosófico. Así tampoco es la “consciencia” en ningún sentido decisivo, antitética de lo instintivo, la mayor parte del pensar consciente de un filósofo está guiada de modo secreto por sus instintos y es forzada por estos a discurrir por determinados carriles. También detrás de toda lógica y de su aparente soberanía de movimientos se encuentran valoraciones o hablando con mayor claridad, exigencias filosóficas orientadas a conservar una determinada especie de vida. Por ejemplo que lo determinado es más valioso que lo indeterminado, la apariencia menos valiosa que la “verdad”.
- La falsedad de un juicio no es para nosotros ya una objeción contra él. La cuestión está en saber hasta qué punto ese juicio favorece la vida, conserva la vida; y nosotros estamos inclinados por principio a afirmar que los juicios más falsos (Juicios sintéticos a priori) son los más imprescindibles para nosotros. Admitir que la no verdad es condición de la vida significa enfrentarse de modo peligroso a los sentimientos de valor habituales; y una filosofía que osa hacer esto se coloca más allá del bien y del mal.
- Lo que nos incita a mirar a todos los filósofos con una mirada a medias desconfiada no es el hecho de que son muy inocentes sino el hecho de que no se comporten con suficiente honestidad. Todos ellos simulan haber descubierto y alcanzado sus opiniones propias mediante el autodesarrollo de una dialéctica fría, pura, divinamente despreocupada, en el fondo es una tesis adoptada de antemano, una ocurrencia, una “inspiración”, casi siempre un deseo intimo vuelto abstracto y pasado por la criba lo que ellos defienden con razones buscadas posteriormente: todos ellos son abogados que no quieren llamarse así, y en la mayoría de los casos son incluso picaros abogados de sus prejuicios, a los que bautizan con el nombre de “verdades”. Kant nos atrae hacia los tortuosos caminos de la dialéctica, descaminan hacia su “imperativo categórico”, es una comedia.
- Qué es lo que ha sido hasta ahora toda gran filosofía, a saber la autoconfesión de su autor y una especie de memorias no queridas y no advertidas; las intenciones morales o inmorales la han hecho brotar. Yo no creo por lo tanto, que un “instinto de conocimiento” sea el padre de la filosofía, sino que, aquí como en otras partes, un instinto diferente se ha servido del conocimiento y del desconocimiento. Pues todo instinto ambiciona dominar: y en cuanto tal intentar filosofar. En el filósofo, por el contrario, nada absolutamente nada es impersonal; y es especialmente su moral la que proporciona un decidido y decisivo testimonio de quien es él, es decir, de en qué orden jerárquico se encuentran recíprocamente situados los instintos más íntimos de su naturaleza.
- Chiste de Epicuro contra Platón, los llamo aduladores de Dionisio además de todos ellos son comediantes, en ellos no hay nada autentico.
- Siempre crea el mundo a su imagen, no puede actuar de otro modo: la filosofía es ese instinto tiránico mismo, la más espiritual voluntad de poder, de “crear el mundo”, de ser causa prima (Causa primera).
- Nihilismo. Hoy se afronta por todas partes en Europa el problema “del mundo real y del mundo aparente”. Tal vez en casos singulares intervengan realmente aquí esa voluntad de verdad, una ambición metafísica de conservar el puesto perdido, ambición que continua prefiriendo siempre un puñado de “certeza” a toda una carreta de hermosas posibilidades que prefieren echarse a morir sobre una nada segura antes que sobre un algo incierto; esto es nihilismo. Hay en esto desconfianza frente a estas ideas modernas, hay falta de fe en todo lo que ha sido construido ayer y hoy. Esos actuales escépticos lo esencial en ellos no es que quieran volver “atrás” sino que quieran alejarse. Un poco más de fuerza, de vuelo, de valor, de sentido artístico: y querrían ir mas allá y no hacia atrás.
- La gente se esfuerza ahora en todas partes por apartar la mirada del auténtico influjo que Kant ha ejercido sobre la filosofía alemana. Kant estaba orgulloso, ante todo y en primer lugar, de su tabla de categorías, él estaba orgulloso de haber descubierto en el hombre una facultad nueva, la facultad de los juicios sintéticos a priori; el desarrollo rápido de la filosofía alemana dependen de ese orgullo. ¿Cómo son posibles los juicios sintéticos a priori? Se preguntó Kant a lo cual respondió Por la facultad de una facultad; él lo dijo de un modo tan detallado, tan venerable y con tal derroche de profundidad que la gente paso por alto la bobería alemana. Kant descubrió también una facultad moral en el hombre. Ya es hora de sustituir la pregunta kantiana “¿Cómo son posibles los juicios sintéticos a priori? Por una pregunta distinta ¿Por qué es necesaria la creencia en tales juicios? Los juicios sintéticos a priori no deberían “ser posibles” en absoluto, en nuestra boca son nada más que juicios falsos; solo que la creencia en su verdad es necesaria como una creencia superficial.
- Mientras que Copérnico nos ha persuadido de creer, contra todos los sentidos, que la tierra no está fija, Boscovich nos enseñó a abjurar de la creencia en la última cosa de la tierra que “estaba fija”, la creencia en lo “corporal”, en la “materia”, en el átomo, ese último residuo y partícula terrestre: éste el triunfo más grande sobre los sentidos alcanzado hasta ahora en la tierra. El más funesto atomismo es el que ha enseñado el cristianismo, el “atomismo psíquico”. Aquella creencia que concibe el ama como algo indestructible, eterno, indivisible, como un átomo: esa creencia hay que expulsarla de la ciencia.
- Algo vivo quiere, antes que nada, dar
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