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CUAL ES LA LA MUERTE Y LAS ACTITUDES ANTE LA MUERTE.

Enviado por   •  5 de Diciembre de 2018  •  9.506 Palabras (39 Páginas)  •  379 Visitas

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Estos procederes y actitudes no dejan de tener ciertas ventajas: higiénicas, de mejor cuidado y atención, de evitación de sufrimiento final doloroso. Pero también se corre el riesgo de que se pierdan muchas cosas. Psicológicamente puede ser peligroso desterrar de manera tan rotunda la enfermedad y la muerte de la cotidianeidad. La caducidad de nuestra existencia se puede convertir en una amenaza dorada y negándola, la enfermedad y la muerte devienen catástrofes que pueden sobrevenir sin que la persona esté preparada para ello. Se pierde la posibilidad de la elaboración y resignificación de la experiencia vivida, de redimensionar el pasado y relativizar la existencia, de experimentar –incluso- profundos cambios enriquecedores…

La sociedad actual niega la muerte. Señal de amenaza, sufrimiento, vulnerabilidad; cuando aparece se torna en un golpe rudo, que enfrenta al hombre a su condición perecedera. La conciencia de muerte es una característica esencialmente humana; como dijo Shopenhauer: “…El animal conoce la muerte tan sólo cuando muere; el hombre se aproxima a su muerte con plena conciencia de ella en cada hora de su vida” (7). Aunque en los animales existen comportamientos para morir, estos no son aprendidos ni transmitidos socialmente de una generación a otra; no son culturales sino innatos. Fuera de una conciencia innata o instinto de muerte que el hombre aún conserva como legado de su origen animal, sus actitudes, creencias y comportamientos ante la muerte son aprendidos culturalmente (6).

Los ritos funerarios, los sarcófagos, los entierros, los cementerios, todo está vertebrado desde el origen del hombre alrededor del culto a los muertos, lo cual evidencia la adherencia emocional de la especie humana al tema del momento del tránsito de la vida a la muerte. A lo largo de la historia del hombre es evidente que el tratamiento con el cadáver, el conjunto de objetos funerarios, así como el lugar que la cultura ha concedido a la muerte y el mantenimiento de una relación entre los vivos y los muertos, pone de manifiesto cómo el fenómeno de la muerte ha propiciado desde épocas tempranas, los más complejos y elaborados sistemas de creencias y prácticas mágico-religiosas que le han servido a la humanidad de todos los tiempos y culturas, para explicar, entender y manejar el hecho mismo de la muerte.

Durante cientos de años la muerte era una ocasión para la renovación de la vida, se bailaba frente a iglesias y en los cementerios. Ya a fines del siglo XIV cambiaba el sentido de estas danzas: de un encuentro entre vivos y muertos, se transformó en una experiencia meditativa, instrospectiva…Para el hombre medieval la muerte significaba una comunidad de destino; enseñó al hombre de la ilustración que su vida debía ser preparación para la eternidad: el hombre debía ser capaz de asumir su finitud, de abandonarse a su caducidad, desligándose de los compromisos y de las ataduras de la vida cotidiana. Si las sociedades primitivas concebían la muerte como el resultado de la intervención de un agente extraño (de un “mal de ojo” o de la influencia de una bruja o un ancestro), durante el medioevo cristiano y musulmán la muerte continuó considerándose como el resultado de una intervención deliberada y personal de Dios, representada por la lucha de un ángel y un demonio que luchaba por el alma que se escapaba del moribundo…Apenas durante el siglo XV aparecieron las condiciones propicias para que la muerte fuese más “natural”…en una parte inevitable, intrínseca, de la vida humana. La muerte se vuelve autónoma y durante tres siglos coexiste, como agente distinto, con el alma inmortal, la divina providencia, los ángeles y los demonios (8). La representación de la muerte se convirtió, como antaño en las paredes de las cavernas, en el tema más popular de la poesía, el teatro, la pintura y las artes gráficas, generalmente cargada de atributos terroríficos o de tintes demoníacos apocalípticos, induciendo la meditación de la caducidad de lo terrenal. La gente quiso dominarla aprendiendo el arte o la destreza de morir, fue cuando surgió el Ars moriendi, de autor aún no identificado y reeditado en varias lenguas por muchos decenios, ornado con grabados en madera de alta calidad artística. Entonces lo que se jugaba era la salvación o la condenación eterna y las imágenes del Juicio Final, de la subsecuente agonía de los réprobos en el Infierno y del júbilo de los beatos, adquirían un punto tan dramático y majestuoso, que ha producido durante mucho tiempo un perdurable efecto en la mente y el corazón de los hombres…El hombre era amo no sólo de su propia vida, sino de su muerte…ella le pertenecía a él y sólo a él…(1)

Fue a partir del siglo XVII que el hombre dejó de ejercer esa soberanía absoluta sobre su muerte y empezó a compartirla con su familia. El romanticismo del siglo XIX que exaltaba por igual pasiones violentas y emociones desbordadas, hizo aparecer en escena el dolor y la desesperación frente a la muerte del otro, del ser amado…Junto con ello, cobra importancia el sentimiento de privacidad, característico de los vínculos de la familia y emanados de ellos. La muerte es así exaltada, se le considera terrible, pero hermosa, y aunque no desaparece del todo la conexión de la muerte, el pecado y el infierno, comienza a verse el otro mundo como el lugar de reunión eterna de aquellos que han sido separados por la muerte. En el catolicismo, algunos ejercicios religiosos (cumplimiento de deberes como preparación, escapulario o rosario) adquirieron cierto carácter propedéutico; el Islam veía más la relación con la muerte de una manera natural y sencilla.

Así, durante muchos siglos, los hombres morían de una manera bastante similar, sin grandes cambios, hasta que todo comenzó a transformarse hace cuatro o cinco décadas de modo radical…El hombre moría en su casa, rodeado de su familia (incluso niños), amigos y vecinos. El enfermo era el primero en saber que iba a morir (sintiendo que “su final se acercaba”), se comunicaba abierta y espontáneamente con los suyos en los últimos momentos, momentos de grandes amores, de perdones y despedidas, de reparto de bienes, de últimos consejos a sus hijos…recibían la compañía del clérigo…la muerte era vivenciada como un acontecimiento público, morir era una “ceremonia ritual” en la que el agonizante se convertía en protagonista principal. La muerte “maldita” era la súbita, inesperada (por accidente o envenenamiento), mientras que la “buena muerte” era aquella avisada, advertida, que permitía preparar los últimos asuntos.

Hoy, por el contrario, las condiciones médicas en que acaece la muerte han hecho de ella algo clandestino. Ya la terapia actual en los grandes hospitales está

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