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Campo Intelectual y Proyecto Creador. P. Bourdieu

Enviado por   •  7 de Enero de 2019  •  2.744 Palabras (11 Páginas)  •  419 Visitas

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Sin embargo, ni siquiera la más “pura” intención artística escapa a la visión del público. La relación que el creador mantiene con su creación es siempre ambigua y a veces contradictoria, en la medida en que la obra intelectual, como objeto simbólico destinado a comunicar, como mensaje que puede reconocerse o ignorarse, y con él al autor del mensaje, obtiene no solamente su valor, sino también su significación y su verdad de los que la reciben tanto como del que la produce. De esta manera, la matriz social interviene tanto en los “autores de éxito”, fuertemente determinados por el público, como en los “autores puros”, determinados de un modo más sutil.

En la actualidad el discurso del crítico sobre la obra se presenta al creador mismo no tanto como un juicio crítico, dirigido al valor de la obra, sino como una objetivación tal del proyecto creador que puede desprenderse de la obra misma y se distingue por ello de la obra como expresión prerreflexiva del proyecto creador, y aún del discurso que el creador puede tener de su obra. La crítica no es una reflexión previa a la obra ni una explicación de la misma, sino que integra el proyecto creador diciéndolo, y por ello, determinado que sea según se le diga.

La objetivación que realiza la crítica está sin duda alguna predispuesta a desempeñar un papel específico en la definición y la evolución del proyecto creador. La crítica, entonces, contribuye a la evolución de dicho proyecto. La objetivación progresiva integra el sentido público de la obra y del autor, conforme al cual el autor se define y define las relaciones que mantiene dentro del campo intelectual. Interrogarse sobre la génesis de ese sentido público es preguntarse quién juzga y quién consagra, cómo se opera la selección de obras dignas de ser amadas y admiradas. Es decir, quién moldea el gusto.

El sentido público de la obra, como juicio objetivamente instituido sobre el valor y la verdad de la obra, es necesariamente colectivo. El sujeto del juicio estético es un “nosotros” que se toma como un “yo”: la objetivación de la intención creadora, que podría denominarse “publicación”, se realiza a través de una infinidad de relaciones sociales específicas. En cada una de estas relaciones, cada uno de los agentes empeña no solamente la representación socialmente constituida que tiene del otro término de la relación, sino también la representación de la representación que el otro término de la relación tiene de él, es decir, de la definición social de su verdad. La relación que el creador mantiene con su obra está siempre mediatizada por la relación que mantiene con el sentido público de su obra.

La relación con una obra, incluso la propia, es siempre una relación con una obra juzgada, cuya verdad y valor últimos nunca son sino el conjunto de los juicios potenciales sobre la obra, que el conjunto de los miembros del universo intelectual podrá formular al referirse a la representación social de la obra como integración de juicios singulares de la obra.

Profetas, Sacerdotes, Brujos

Si bien cada una de las partes del campo intelectual depende de todas las demás, no depende de todas en el mismo grado. Las partes constitutivas del campo intelectual, colocadas en relación de interdependencia funcional, resultan separadas por el peso funcional y contribuyen, de manera desigual, a dar al campo intelectual su estructura especifica. La estructura del campo no es más que el sistema de interacciones entre una pluralidad de instancias, agente/s, que se definen, por su ser y su función, por su posición en la estructura y por su autoridad, que ejercen o pretenden hacerlo sobre el público, árbitro de la competencia por la consagración y la legitimidad intelectual.

Existe en toda sociedad una pluralidad de potencias sociales, las cuales, en virtud de su poder político o económico o de las garantías institucionales, están en condiciones de imponer sus normas culturales a una fracción más o menos amplia del campo intelectual, y que reivindican una legitimidad cultural, sea por los productos culturales fabricados o por las obras y actitudes que trasmiten. A su vez, todo acto cultural, de creación o consumo, encierra la afirmación implícita del derecho a expresarse legítimamente, y por ello compromete la posición del sujeto en el campo intelectual y el tipo de legitimidad que se atribuye.

El campo intelectual está en estrecha interdependencia con una de las estructuras fundamentales del campo cultural, la de las obras culturales jerarquizadas por su grado de legitimidad. Los diferentes sistemas de expresión se organizan objetivamente según una jerarquía independiente de las opiniones individuales que definen la legitimidad cultural y sus grados.

Las significaciones situadas fuera de la cultura legítima, los consumidores pueden, en tanto tales, juzgar libremente; por el contrario, en el campo de la cultura consagrada, se sienten sujetos a normas objetivas. El cine, el jazz y la fotografía, son artes en vía de legitimación, carecen de una institución que enseñe modelos de comportamientos metódicos y sistemáticos, y de consagrarlos por ello como partes constitutivas de la cultura legítima.

Se pasa de las artes plenamente consagradas (entre las cuales también se establecen jerarquías), a sistemas de significaciones abandonados a lo arbitrario individual. La existencia de obras consagradas y de reglas que definen lo sacramental, supone una institución cuya función sea de transmisión, difusión y legitimación. Las prácticas en vía de legitimación plantean la cuestión de su propia legitimidad; los que quieren romper con las reglas de la práctica común, se ven constreñidos a crear íntegramente el sustituto de lo que se ha dado en la cultura legítima, es decir, el sentimiento de legitimidad cultural de la práctica, los modelos técnicos y las teorías estéticas. Según la posición que ocupe en el campo intelectual, cada intelectual está condicionado a orientar su actividad hacia tal o cual región del campo cultural, y a sostener cierto tipo de relaciones.

Algunas relaciones dentro del campo intelectual se encuentran a partir de que existe una sociedad intelectual dotada de una autonomía relativa respecto a los poderes económicos, políticos y religiosos. Así, las relaciones que cada intelectual puede mantener con cada uno de los demás miembros de la sociedad intelectual y del público y, a fortiori, con toda la realidad social anterior al campo intelectual (clase social de origen o poderes económicos) están mediatizadas por su posición en relación a las autoridades propiamente culturales, cuyos poderes organiza el campo

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