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El concepto de racionalidad

Enviado por   •  18 de Diciembre de 2017  •  2.187 Palabras (9 Páginas)  •  415 Visitas

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Otro ejemplo de una conducta irracional sería que el nuevo director de una empresa malvende todas sus existencias y no invierte nada en ella, por lo que se ocasiona que al año siguiente la empresa entre en bancarrota. La irracionalidad consiste en no subordinar los fines próximos a los fines más lejanos. Postulemos que, “en caso de conflicto entre fines de la misma línea y de distinto grado de proximidad, los fines posteriores han de ser preferidos a los anteriores.”

El último ejemplo de conductas irracionales sería que una pareja desea tener muchos hijos y proporcionarles la mejor calidad de vida posible, no habrá manera de que organicen sus acciones ya que son incompatibles. Postulemos, “compatibilidad de los fines últimos.”

Viendo todas estas postulaciones llegamos la conclusión de que la racionalidad práctica es un método para maximizar el conocimiento y la consecución de nuestros fines últimos.

Como dice el libro “Racionalidad y acción humana” somos tanto más racionales cuanto más lejos vamos en la exploración de nuestros fines y en la puesta en obra de los medios adecuados para alcanzarlos.

Viendo ya los conceptos de racionalidad creencial y práctica nos preguntamos, ¿qué relación hay entre la racionalidad creencial y la racionalidad práctica?

La creencial es parte de la práctica. Podemos ser racionales creencialmente sin serlo prácticamente, pero no a la inversa. La racionalidad de nuestras creencias no implica la de nuestras acciones pero no podemos actuar racionalmente si no somos racionales en ese campo. Si alguien pretende tener éxito en lo que hace debe saber que sus creencias no sean confusas ni estén equivocadas sino que sean precisas y seguras.

La racionalidad práctica consiste en poner los medios adecuados para poder conseguir nuestros propios fines o metas, mientras que la racionalidad creencial busca elegir los medios adecuados para alcanzar dichas metas. Pero todo esto no sería posible sin nuestras creencias, nuestras creencias son las que nos permiten tener una visión general y más amplia acerca del mundo, conociendo gran parte de lo que nos rodea podemos fijar nuestras propias metas y esto solo es posible lograrlo si estamos seguros de nuestras creencias y si son verdaderemente posibles.

Por lo tanto la racionalidad práctica supone la creencial, incluso en la determinación de los fines y aún mas en la elección de medios más adecuados para alcanzar las metas.

La finalidad de obtener un sistema creencial lo más objetivo y verídico posible es una finalidad común a todos los agentes racionales. Y la racionalidad creencial es la estrategia que nos conduce a esa finalidad.

Diversos individuos pueden tener fines en común como lo serían la familia, el trabajo, entre otras cosas. Conforme las metas de cada individuo van trascendiendo y están incluidas en algún grupo de nuestros vidas, se pueden hacer propuestas a los miembros del grupo para que estos se puedan amoldar para poder conseguir todos un fin común. La mayoría de las veces y lo más sencillo que pueden hacer los individuos es adherirse a propuestas ya diseñadas por otros grupos. Pero, cualquiera que sea el programa al que un individuo o grupo de individuos se someta este se debe de someter a una revisión constante. Por esta razón debemos de tener reglas que nos ayuden a adaptarnos de una manera más sencilla a la propuesta y al grupo, las cuales también deben de ser sometidas a una revisión constante. En este caso de propuestas y de revisiones podríamos decir que se está pensando como pensaría un ideario científico, cambiando las investigaciones cada vez que haya modificaciones dentro de las propuestas.

Moral, Moralidad… Moralismo, ¿racional? Hay dos concepciones distintas de la moral: la teológica y la deontológica.

Las morales teológicas son aquellas que consideran las consecuencias de nuestros actos, juzgándolos. Las morales deontológicas son aquellas que juzgan nuestros actos con independencia de sus consecuencias en función de valores buscando siempre la felicidad.

La actitud moralista no se interesa en programas cambiantes sino que se aferra a un plan como lo harían los doctrinarios.

El programático por otra parte, siempre está dispuesto a revisar su programa aceptando críticas las cuales piensa que puede aplicar a su programa.

El moralista procura mantener su integridad moral, rechazando las críticas. El moralista se cree superior a los demás y cree que sus ideales son siempre los correctos y que nadie debe de juzgarlos. El programático se limita a proponer o adherirse a propuestas o programas que no reflejan sino los cambiantes fines, deseos y fantasías humanas.

La preguntas “¿está permitido o no? ¿Es bueno o malo en sí mismo? Son preguntas moralistas. Las preguntas racionales serían en función de los fines perseguidos, “¿es adecuado o no? ¿es oportuno o no?”

Un ejemplo más claro de lo mencionado anteriormente sería: Si consideramos el ejemplo del aborto; los moralistas consideran el aborto como “malo, un crímen” que no se tiene derecho a abortar etc. En cambio otros moralistas pueden considerar el aborto como un derecho natural y fundamental, decidir por sí mismas etc. Pero… desde el punto de vista racional, sólo podríamos decir que ambas propuestas son discutibles entre sí. La propuesta que aceptemos racionalmente en función de lo que creemos y de los fines perseguidos. Sintetizando lo anterior, el punto de vista a señalar es: desde lo racional, nada está absolutamente permitido, ni prohibido, lo único que se puede hacer es lo que es físicamente posible y racional. Esto no significa caer en una frivolidad práctica, sino que todo depende de las metas a perseguir y la información y conocimiento que dispongamos. Este ejemplo explica de una manera muy completa lo dicho anteriormente y fue extraído del libro ya mencionado antes “Racionalidad y acción humana.”

Para terminar podemos preguntarnos, el ser racionales ¿nos hace más felices? Depende de lo que entendamos por felicidad. Hay que reconocer que el concepto de felicidad no se distingue precisamente por su claridad y precisión. Pero al menos alguno de sus sentidos parece que la felicidad depende de la consecución de nuestros fines últimos, de la satisfacción de nuestros deseos más profundos.

Al ser la racionalidad, la estrategia que nos conduce a alcanzar nuestros fines últimos en la mayor medida posible, la racionalidad nos garantiza el máximo grado de felicidad consciente posible.

Nadie, absolutamente nadie escapa

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