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Ensayo sobre Pedagogía del oprimido, de Paulo Freire

Enviado por   •  28 de Noviembre de 2018  •  2.021 Palabras (9 Páginas)  •  567 Visitas

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La inteligencia emocional según Goleman es: “la capacidad de identificar, evaluar y controlar las propias emociones, las emociones de los demás y la de los grupos.”[2]

¿Cómo podemos ser capaces de identificar, evaluar y controlar nuestras emociones si nos han enseñado a reprimirlas? Aquellos que han ejercido esta imposición ciertamente buscarán una satisfacción social y son considerados dignos de dirigir una población. Puesto que me resulta imposible puedan llevar a cabo de manera satisfactoria, ya que son incapaces de reconocer sus propias necesidades nunca podrán conocer las de quienes están bajo su custodia.

¿Son estos los líderes que México o cualquier otro país necesita? ¿Incapaces de sentir, de conmoverse, de ser empáticos? No confundamos empatía con lástima. La empatía es la participación afectiva de una persona en la realidad que afecta a otra, mientras que la lástima es sólo un sentimiento de tristeza o dolor. La primera conlleva a la acción, mientras que la segunda es sólo un sentimiento. Tenemos a los líderes que hemos educado, personas incapaces de accionar ante el sufrimiento de los demás.

“Quienes instauran el terror no son débiles, no son aquellos que a él se encuentran sometidos, sino los violentos, quienes, con su poder, crean la situación concreta en la que se generan los “abandonados de la vida”, los desarrapados del mundo.”[3]

Sólo aquellas personas capaces de sentir empatía, son quienes tendrán el valor de luchar por estos “desarrapados del mundo”, personas sensibles que creen en su pueblo. No aquellos que se hacen presentes durante las manifestaciones civiles, como parte de una moda. Un revolucionario es quien comparte con el pueblo, no lo considera ignorante o incapaz ni siente lástima, al contrario, lo considera indigno de las injusticias y abusos que vive. Al ser tratados como la inmundicia de este mundo, no conocen sus virtudes, será ese revolucionario quien se encargue de hacerle ver sus cualidades y de desarrollarlas.

Es este quien se convierte en docente, debido al deseo verdadero de querer un cambio en el mundo. Se encarga de que el oprimido, alumno, reconozca sus aptitudes y las desarrolle, mostrándole que el mundo que lo ha aislado, necesita de él. Sólo entonces superará el miedo a la libertad y su lucha por alcanzarla será constante. Creando en ambos la percepción de ser necesarios para aquello a lo que parecía no tenían acceso. Sólo así comprenderá que el mundo no puede existir sin que haya alguien que lo llame “mundo”.

“Descubro ahora que no hay mundo sin hombre”. Y cuando el educador le dijo: “Admitamos, absurdamente, que murieran todos los hombres del mundo y quedase la tierra, quedasen los árboles, los pájaros, los animales, los ríos, el mar, las estrellas, ¿no sería todo esto mundo?” “No- respondió enfático-, faltaría quien dijese: Esto es mundo.”[4]

Habrá que preguntarnos cómo nos percibimos el mundo. Y una vez que lo hagamos, podremos darnos cuenta de que somos seres históricos, inacabados. Por lo tanto, el autoconocimiento es una práctica constante de evolución que no tiene fin. El hombre nunca termina de aprender, aunque él mismo se limite, el simple hecho de saber que es lo llevará a preguntarse ¿qué más puedo saber?

Somos nosotros quienes nos amurallamos en un mundo clasificado entre miserables y pudientes. Le decimos a los niños que quienes no tienen un hogar son “pobres”, no usamos la palabra persona, ¿por qué no decir: “es una persona, como tú y como yo, que necesita nuestra ayuda”? Tal vez esas pequeñas cosas ayuden a cambiar la visión de ese niño que vive en un contexto lleno de indiferencia.

“Más si decir la palabra verdadera, que es trabajo, que es praxis, es transformar al mundo, decirla no es privilegio de algunos hombres, sino derecho de todos los hombres.”[5]

El diálogo es la forma en que coexistimos, somos escuchados y escuchamos a los demás por naturaleza, teniendo esta premisa, la labor del hombre es analizar y accionar después de haber entablado un diálogo. Sin imponer nuestros pensamientos a nadie, no por ser mayores de edad o tener un nivel intelectual “más elevado” significa que debamos obligar a los demás a pensar y hacer lo mismo que nosotros, debemos olvidar aquello que creemos saber, para generar un nuevo conocimiento en los diálogos que entablemos. Debemos conocer y analizarnos a nosotros mismos para llegar a la verdad, hecho que no es nada fácil para el ego que desarrollamos con el paso del tiempo.

“Es así como no hay diálogo si no hay un profundo amor al mundo y a los hombres.”[6]

Conclusión.

Freire nos propone un método de enseñanza en el cual el docente debe adaptarse a las necesidades de sus educandos, sin imponer temas. Considero que el éxito de esta pedagogía radica en que el educando tiene acceso a razonar/ accionar sobre su entorno, sabiéndose importante para este.

Pese a que la acción liberadora del ser es lo que realmente importa en la vida, sí me cuestiono acerca de cómo un docente, al que le imponen temas y normas para llevar a cabo dentro del aula, será capaz de guiar a un grupo hacia la libertad. Es un reto que no cualquiera querrá o podrá llevar a cabo, pues ¿puede un oprimido educar a otro oprimido? A pesar de la pasión que nos mueve como educadores, somos seres humanos que podemos ser tiranos y no por desearlo así, sino porque está en nuestra naturaleza.

Me hace reflexionar como opresora y oprimida y no como víctima o revolucionaria, pero con una conciencia “freiriana”, de que la reflexión conlleva a la acción para poder luchar por mí libertad y, sólo entonces, guiar a otros en este proceso. Me lleva a cuidar mis palabras y acciones como futura educadora, no como ser superior, sino como uno guía para construir un fundamento en las personas que las incite a luchar por su libertad día a día.

No importa la nacionalidad, edad, posición económica o académica, el mundo necesita de todos. Es cierto que necesitamos un cambio, pero no uno basado en la estructura externa de la sociedad, sino en la estructura interna de los individuos y este trabajo intrapersonal será el que genere un cambio interpersonal en todas las naciones.

Bibliografía.

Freire, Paulo.

Pedagogía del oprimido- 2ª ed. – México: Siglo XXI

Editores S.A. de C.V., 2005.

Traducción de: Jorge

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