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FILOSOFÍA DEL DERECHO ABORTO

Enviado por   •  22 de Febrero de 2018  •  9.804 Palabras (40 Páginas)  •  324 Visitas

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Lo mismo vale para el lenguaje de la conyugalidad: no estoy obligado a ello de un modo determinista, sólo tengo la facultad de efectuar actos sexuales; pero si realizo esta unión, ello implica todo lo que significa, suponiendo y expresando el don total y estable de mi persona. Una vez más eticidad en el hombre significa realización de la totalidad en la armonía y jerarquización de los valores.

El recién concebido a la luz de la genética y la biología humana. “La concepción humana no es hoy ya un misterio natural oculto tras paredes impenetrables, ofuscado por sombras de dudas derivadas de observaciones imprecisas o envuelto por velos de silogismos ilusorios o sofismas engañosos. Esta realidad no puede ahora ya ser mistificada a voluntad del que habla de ella. Aunque queda todavía, como ocurre en toda conquista del saber, mucho por entender y por investigar para un conocimiento cada vez más cuidadoso de esta realidad, las observaciones recogidas hasta ahora son ya suficientes para aclarar los aspectos que aquí interesan”. (Serra)

El primer dato incuestionable puesto en claro por la genética es que en el momento de la fertilización esto es, de la penetración del espermatozoide en el óvulo los dos gametos de los padres forman una nueva entidad biológica, el cigoto, que lleva en si un nuevo proyecto- programa individualizado, una nueva vida individual.

“Es observación común que el primer evento en la formación de un individuo humano es la fusión de dos células altamente especializadas, el ovulo y el espermatozoide, mediante el proceso de fertilización, proceso sumamente complejo en el que dos células extraordinarias tecnológicamente programadas, que constituyen dos sistemas autónomos pero ordenados uno al otro, interactúan entre sí dando origen a un nuevo sistema. A una primera fase de encuentro propiciada por receptores específicos de la especie presentes en la zona translúcida que envuelve al óvulo, por proteínas ligantes presentes en la membrana externa de los espermatozoides y por enzimas proteicas y glicolíticas llamadas acrosomas sigue la penetración de la cabeza de un espermatozoide en el citoplasma del óvulo”.

En cuanto ésta se produce, comienza una cadena de actividades que evidencia que no son ya dos los sistemas que operan individualmente uno del otro, sino que se ha constituido en “un nuevo sistema” que comienza a operar como una “unidad” llamada precisamente “cigoto” o “embrión celular”. (Serra)

Posiblemente muchos más, especialmente cuando forman parte de una comunidad predominantemente católica, como lo es México, se limiten a tranquilizar sus inquietudes con la elemental narración elemental:

Entonces Yahveh Dios formó al hombre con polvo del suelo, e insufló en sus narices aliento de vida, y resultó el hombre un ser viviente. Dijo luego Yahveh Dios: “No es bueno que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada”. Entonces Yahveh Dios hizo caer un profundo sueño sobre el hombre, el cual se durmió y le quitó una de las costillas, rellenando el vacío con carne. De las costillas que Yahveh Dios había tomado del hombre formó una mujer y la llevó ante el hombre. Entonces éste exclamó: “Esta vez sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne”. Ésta será llamada mujer, porque del varón ha sido tomada. Por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne.[1]

Con independencia de cuál sea la fuente del conocimiento de la que se parta para explicar la existencia de la humanidad, el aumento de la población y temas conexos, lo cierto es que sobre ellos se puede afirmar, por una parte, que dada la pluralidad de pensamiento de los seres humanos, derivada del ejercicio de su libertad y de las influencias a que están sujetos, se presentan posiciones, no sólo diferentes, sino completamente opuestas y, por otra parte, no obstante ello, existe coincidencia en respuestas comunes elementales, a saber: la naturaleza humana se manifiesta sexualmente en hombres y mujeres; entre ellos, atendiendo a sus características individuales, se llega a producir un atractivo recíproco, que propicia su comunicación y, en algunos casos, su unión sexual puede desembocar en la concepción de otro ser que habrá de tener su propia e irrepetible individualidad y que nacerá después de haberse desarrollado en el seno materno. (Aguiniaco, Aguirre, Azuela, Díaz, & Ortiz, 2003)

El origen de las relaciones sexuales es diverso: desde un compromiso matrimonial en el que el amor entre el hombre y la mujer es su fundamento, hasta una violación en la que el acto sexual se impone brutalmente a ella. Por otra parte, se ha advertido que al producirse el embarazo, en unos casos, es aceptado con más o menos alegría y, en otros, es rechazado con mayor o menos intensidad. También puede acontecer, aceptándose o rechazándose, se produzca situaciones que propician la decisión de interrumpir el proceso de la gestación, como sería el peligro de la muerte de la mujer embarazada como, el padecimiento de enfermedades físicas o mentales, la presencia de alteraciones genéticas o congénitas en el producto, carencias económicas que impiden o dificulten afrontar la responsabilidad de un nuevo hijo, la alteración de un programa de vida, etcétera.

Ante el hecho de la concepción, con independencia de los motivos de la relación sexual en que se originó, puede surgir la inquietud de interrumpir el proceso de la gestación, es decir, de acudir al aborto. Hay casos en que el embarazo es deseado, otros en que es resultado de un simple proceso natural ajeno a la voluntad consiente de quienes tuvieron la unión. Sobre ello los seres humanos se han interrogado: ¿realizado un acto sexual se deben aceptar sus consecuencias no obstante que no se quiera? ¿Dada la libertad humana y, más específicamente, la libertad de la mujer, que es en quien se realiza el proceso de la gestación, no resulta, imprescindible su conformidad para que se produzca la concepción de un nuevo ser y para que, dándose ella, continúe hasta el nacimiento? No escapa que el tema del aborto ha sido motivo de inquietud universal, de grandes polémicas y de decisiones diferentes, defendidas por unos y combatidas por otros, así como que se ha convertido en un problema de carácter público resuelto de modos distintos en las leyes de cada país y aun, tratándose de estado federales, en las de cada entidad. En unos se tipifica como delito y se persigue con rigor. En otros, también considerándose con ese carácter, se despenaliza en determinados casos que el legislador estima justificados. En algunos más se ha legalizado, con lo que toda mujer que quiera abortar pueda hacerlo con plena libertad. Ello obedece a que las reacciones

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