Historia de la filosofía- METAFÍSICA
Enviado por John0099 • 5 de Noviembre de 2018 • 5.003 Palabras (21 Páginas) • 278 Visitas
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Los libros XIII (M) y XIV (N) plantean múltiples problemas en cuanto a su composición y cronología. Con todo, presentan una indiscutible unidad temática. En ellos se exponen, analizan y critican distintas teorías acerca de las Ideas y los Números desarrolladas en el ámbito de la Academia platónica (del propio Platón, de Jenócrates y de Espeusipo). Esta discusión se enmarca en el problema fundamental de si existe, o no, algún tipo de entidades inmateriales aparte de las sensibles, cuestión que como ya hemos señalado, constituía el objetivo último programado y perseguido por Aristóteles al comienzo del libro VII.
- El orden de los libros metafísicos
a) Hay cuatro libros cuyo encaje y acomodo en la serie de los metafísicos resultan problemáticos: el libro II (alpha minor) que, como veíamos, contiene notas sueltas que parecen más bien la introducción a un curso de física; el libro V (Δ) que contiene un «diccionario filosófico» autónomo al cual se remiten no solamente algunos libros de la Metafísica, sino también otros tratados aristotélicos; el libro XI (K) que, como hemos señalado, contiene un agregado de una versión paralela, más concisa, de otros libros de la Metafísica y un extracto de algunos pasajes de la Física; el libro XII (Λ), en fin, que contiene un tratado general de la entidad (ousía) que culmina en la afirmación de una entidad inmaterial e inmóvil como causa última del movimiento del Universo.
b) Prescindiendo de los cuatro citados, los restantes diez libros presentan una coherencia suficiente. Tal coherencia resulta atestiguada de manera satisfactoria por sus referencias a las aporías del libro III y a la distinción de los sentidos de ‘ser’ catalogados en el libro V (cap. 7), así como por sus referencias y conexiones recíprocas.
Dentro de estos diez libros cabe distinguir, a su vez y ulteriormente, algunos bloques. Así:
— Los libros I, III, IV y VI forman una secuencia. Con todo, y como hemos señalado, en el capítulo segundo del libro VI parece producirse un giro en la exposición, en cuanto que en 61 se toma un nuevo punto de partida: la distinción de los sentidos de ‘ser’ expuesta en V 7 6.
— Los libros VII, VIII y IX constituyen, como veíamos, una unidad. Su conexión con la secuencia anterior viene dada por la tesis de los distintos sentidos de ‘ser’ expuestos en V 7; en el libro VI se analizaban dos de estos sentidos (ser en el sentido de «ser accidentalmente» y ser en el sentido de «ser verdadero»), en VII-VII1 y IX se analizan los dos núcleos restantes de sentidos de ‘ser' (las categorías y la entidad, la potencia y el acto). De este modo se viene a obtener la secuencia usualmente reconocida de I-IlI-IV-VI-VII-VIII-IX.
— Quedan, en fin, los libros X, XIII y XIV. Respecto de estos dos últimos parece razonable (1) agruparlos conjuntamente, dada su unidad temática y a pesar de los problemas ya aludidos que plantea su composición, y (2) situarlos a continuación de la secuencia principal indicada: de una parte, es lógico que la discusión de las entidades inmateriales venga a continuación del estudio de las entidades sensibles, como veíamos que indica el propio Aristóteles en VII 2; de otra parte, al comienzo del libro XIII se hace referencia explícita a un tratamiento previo de las entidades sensibles. En cuanto al libro X, hay razones para considerarlo adecuadamente situado donde está y hay también razones para posponerlo tras XIII-XIV. En todo caso, aun cuando no cabe negar la pertinencia de incluirlo en la Metafísica, dada su vinculación temática con el libro III (aporía de la unidad) y con IV 2, tampoco cabe encontrar un acomodo satisfactorio para él en una ordenación secuencial de los libros metafísicos.
- EL OBJETO DE LA METAFÍSICA
La articulación de los distintos asuntos abordados en la Metafísica tiene lugar, fundamentalmente, en torno a dos núcleos temáticos: en torno a la noción de «lo que es» (ón) (la noción de ente, según la traducción latina y conforme a la tradición que de ella deriva), y en torno a la reflexión sobre la entidad suprema. El tratamiento de la primera de estas temáticas puede muy bien denominarse «ontología», aun cuando tal nombre no aparezca en Aristóteles y su acuñación sea relativamente tardía en la historia de la metafísica[1]. Por su parte, el estudio de la entidad primera, inmaterial e inmóvil, puede denominarse «teología» y, de hecho, Aristóteles se refiere a él denominándolo «ciencia teológica» (episteme theologike). El problema de la unidad de la metafísica aristotélica puede, pues, resumirse en el problema de la unidad, o no, de Ontología y Teología. A la relación entre ambas nos referiremos tras describir lo esencial de sendos núcleos temáticos.
- La ciencia del ón hêi ón (ontología)
- La polisemia del verbo ser y la posibilidad de la Ontología
En el comienzo mismo del libro IV de la Metafísica aparece formulada la conocida declaración enfática según la cual «hay una ciencia que estudia lo que es en tanto que algo que es (to ón héi ón) y los atributos que, por sí mismo, le pertenecen» (IV L 1003a21-22). Inmediatamente añade Aristóteles que tal ciencia no se identifica con ninguna de las ciencias particulares. En efecto, ninguna de las ciencias particulares se ocupa «universalmente de lo que es», sino que cada una de ellas secciona o acota una parcela de la realidad ocupándose en estudiar las propiedades pertenecientes a esa parcela previamente acotada (ib. I003a23-2ó). Aristóteles propone, pues, la ontología como un proyecto de ciencia con pretensión de universalidad, aquella universalidad que parece corresponder al estudio de lo que es, en tanto que algo que es, sin más, y no en tanto que es, por ejemplo, fuego o número o línea (IV 2, 1004b6), en cuyo caso nos habríamos situado ya en la perspectiva de una ciencia particular (la física, la aritmética y la geometría, respectivamente).
La constitución de semejante ciencia tropieza inmediatamente, sin embargo, con una dificultad sustantiva y radical. Y es que la omnímoda presencia, explícita o virtual, del verbo ‘ser’ (eínai) y de su participio (ón) en nuestro discurso acerca de la realidad no garantiza la unidad de una noción que responda, a su vez, a la unidad de un objeto susceptible de tratamiento unitario y coherente. Sin unidad de objeto no hay unidad de ciencia y sin unidad de noción no hay unidad de objeto. Aristóteles es plenamente consciente de esta dificultad. Frente a Parménides y frente a Platón, Aristóteles
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