HISTORIA DE LAS RELACIONES LABORALES
Enviado por Ledesma • 4 de Septiembre de 2017 • 2.111 Palabras (9 Páginas) • 735 Visitas
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La innovación en la organización de la producción requería inversiones cuantiosas y además, transformaciones mentales. Los métodos utilizados fueron diversos, pasaron de despóticos a ''burocráticos''. Entre estos se encuadran el conjunto de prácticas y rutinas conocidas como Organización Científica del Trabajo (OCT). El más influyente de los nuevos organizadores fue Taylor. El taylorismo de Ford incluyó a estrategias financieras acordes con el nivel del desarrollo de las fuerzas productivas que se esperaban después de 1915.
Las implicaciones del fordismo traspasaron cuestiones organizativas o salariales al contribuir a la generalización del consumo de masas. Su difusión en otros sectores industriales provocó una expansión sin precedentes de los mercados y generó un proceso de crecimiento económico impulsado inicialmente por la reducción en costos y el correspondiente incremento de la oferta. Como era de esperarse, la cantidad demandada respondió a la reducción en precios generando incentivos para una mayor producción. La cadena de montaje permitió la producción de flujo continuo que se convertiría en la piedra angular de los sistemas de organización del trabajo.
4. Razone si es verdadera o falsa la siguiente expresión: “El Estado liberal persigue el equilibrio presupuestario”.
Tras decisivas intervenciones en los mercados de trabajo, la acción de los gobiernos en el siglo XIX estuvo dirigida a favorecer la consolidación y eficacia de los mismos. Sus actuaciones se pueden resumir en relación al asociacionismo obrero, a la protección social, a la limitación de la movilidad de los trabajadores y a la regulación del trabajo infantil y femenino. Los gobiernos nacidos de las revoluciones burguesas expresaron una ciega confianza en que la auto-regulación del mercado satisfacía las demandas tanto de empleadores como de empleados, lo que motivó a forzar el precio de la mercancía trabajo. Tras la represión del último tercio del XIX, las líneas de actuación de los gobiernos fueron dos: políticas tendentes a armonizar las relaciones laborales por la vía del arbitraje y de la negociación, y las políticas que tenían como objetivo la asistencia social y la regulación de los mercados de trabajo.
Desde comienzos del siglo XIX, el producto social se fue redistribuyendo de forma más equitativa en los países industrializados. Pero, no se trató de un fenómeno generalizado. En la redistribución de la riqueza influyó el peso de los distintos factores de producción medido en la evolución de sus precios, beneficios y en su capacidad de influencia política. En España, debido a la protección, la ratio salario/renta de la tierra no sólo evolucionó en el sentido de la convergencia sino que se distanció a un ritmo del 0,43% al año entre 1870-1910, con lo que las tradicionales jerarquías y valores sociales agraristas se potenciaron. Los beneficios empresariales se incrementaron en el sector industrial en el primer cuarto del siglo XX al ritmo en el que mejoraron las productivistas del capital y del trabajo
Bajo mi punto de vista, esta afirmación es cierta, el equilibrio presupuestario siempre se va a perseguir aunque no siempre se consiga. En las dos últimas décadas del siglo XX, comunismo y capitalismo ''colectivista'' de corte keynesiano desaparecieron de los programas de los gobiernos; programas neoliberales los sustituyeron, lo que tuvo una inmediata repercusión en la tendencia a la desigualdad, la polarización y el ensanchamiento de las diferencias de renta entre los distintos sectores de la población. La desigualdad es la consecuencia del establecimiento de una economía mundial.
5. ¿Qué significa la afirmación de que a lo largo del desarrollo económico en los países industrializados durante la segunda mitad del siglo XIX y primera mitad del siglo XX, se tendió hacia una homogeneización de los mercados de trabajo? (120 y ss)
Desde finales del siglo XIX, se fue experimentando un más o menos rápido proceso de integración de los mercados de trabajo en las distintas regiones de un mismo país. Las grandes oleadas migratorias influyeron también para que los salarios convergieran entre localidades, regiones y países emisores y receptores de mano de obra.
Otro proceso de convergencia en los mercados de trabajo a comienzos del siglo XX se estaba produciendo dentro de las otras jerarquizadas categorías profesionales de los obreros industriales. La acusada distancia social, política y cultural entre artesanos y braceros sin cualificación fue dando paso a una lenta homogeneización profesional de la fuerza de trabajo, a una lenta desaparición de las obligaciones y deferencias consuetudinarias que la sociedad y los empleadores mantenían con los viejos oficios. Los grandes motores de la homogeneización de la fuerza de trabajo fueron los mismos que alimentaron la ruptura industrial: la ampliación y la colusión en los mercados, el aumento del tamaño de las empresas y aparición de nuevas tecnologías y de nuevos métodos de organización del trabajo. Los grandes consumidores de mano de obra semicualificada fueron los sectores industriales emergentes movidos por la pujante energía eléctrica: las nuevas industrias química, siderúrgica o alimentaria.
El proceso de homogeneización de la clase obrera, se fue produciendo como resultado de una doble movilidad laboral y social: un movimiento descendente o de descualificación que afectó a los obreros manuales cuyas habilidades ya no eran requeridas y un movimiento ascendente de recualificación o de aparición de cualificaciones específicas plenamente compatibles con las nuevas exigencias tecnológicas y organizativas.
Nuevas tecnologías y procedimientos industriales favorecieron la remodelación de oficios y profesiones a comienzos del siglo XX; originando también una tendencia a la homogeneización de los empleos y de los mercados de trabajo que tuvo su lado más evidente en la convergencia de los salarios entre los trabajadores.
Aunque el grado de integración y de homogeneización de los mercados de trabajo mejorara con respecto al caótico panorama de la primera mitad del siglo XIX, no puede olvidarse que siguieron funcionando tanto viejas barreras profesionales, sectoriales y culturales que retrasaron dicha integración, como nuevas barreras motivadas, por ejemplo, por el cierre de fronteras a la inmigración a partir de la primera guerra mundial, por el diferencial de productividad entre unas economías y otras, por el grado de protección comercial de los países, o por la diversa fortaleza de los sindicatos. Ni siquiera los gobiernos, ni la negociación colectiva que a comienzos del siglo XX iniciaban su andadura
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