Ontología La Ontología de Nietzsche
Enviado por karlo • 12 de Diciembre de 2018 • 4.567 Palabras (19 Páginas) • 315 Visitas
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Por lo tanto la idea de Dios como causa primera no cabrá en la mente de Nietzsche, ya que él considera que la “causa sui” es la mayor contradicción interna que se ha podido concebir nunca, y que aparte es un atentado enorme contra la lógica. Para Nietzsche este deseo de que haya una causa sui equivale al ansia de cargar sobre uno mismo la responsabilidad total y definitiva de nuestros actos.
Pero a pesar de esto, no se deben de cosificar los conceptos de “causa y efecto” como hacen los investigadores de la naturaleza, ya que ellos solamente llegan a un mero mecanicismo, el cual limita a la causa, como algo que presiona y que empuja hasta que se produce el efecto.
Así bien, se han de utilizar entonces estos términos sólo como conceptos puros e independientes uno de otro, con los cuales se puedan designar y entender ciertos fenómenos, pero que no se utilicen para explicar éstos.
Nietzsche, al igual que en la época moderna lo había dicho David Hume, considera que en los sucesos no hay nexos causales, ni necesidad alguna.
“Somos nosotros los únicos que hemos inventado las causas, la sucesión, la reciprocidad, la relatividad, la necesidad, el número, la ley, la libertad, el motivo, la finalidad, y cuando introducimos erróneamente en las cosas de este mundo de signos y lo confundimos con ellas como si fuera un en sí, seguimos haciendo lo mismo de siempre: obrar de una forma mitológica”.[6]
De esta cuestión inmediatamente surge otra, la cual también será criticada por Nietzsche: el alma. Este concepto a su vez, viene antecedido por el atomismo materialista, que por cierto también fue muy controversial y fue muchas veces atacado por varios filósofos, los cuales incitaban a creer que darle un crédito muy loable a los sentidos, era a la larga de dudosa confiabilidad.
Es entonces a partir de la destrucción de la Necesidad Atomista que Nietzsche se lanza contra la Necesidad Metafísica, la cual según el mismo autor es predicada por el cristianismo, que sólo se dedica a engañar a la gente.
Justamente Nietzsche, a través de varios argumentos tratará de derribar el atomismo anímico, el cual define como “la creencia que concibe al alma como algo indestructible, eterno, indivisible, como una mónada, como un átomo”.[7]
Con este planteamiento, nuestro autor dejará en claro que esta creencia hay que dejarla fuera del campo de la ciencia, sin embargo, esto no quiere decir que se tenga que suprimir completamente este concepto, sino solamente darle una resignificación.
Asimismo, la siguiente crítica que tiene una relativa cercanía a los conceptos anteriores, se refiere a las creencias y suposiciones que se tienen en cuanto a las certezas inmediatas. Esto sin lugar a dudas, directa o indirectamente, es una crítica cartesiana, la cual pondrá en juego la existencia del “yo pienso”. “Como si en este caso el conocimiento lograra, captar su objeto de una forma pura y desnuda, en tanto que cosa en sí, sin que se produzca ningún falseamiento por parte del sujeto o del objeto”.[8] De esta manera Nietzsche considerará que las nociones de certeza inmediata, conocimiento absoluto, y cosa en sí, implican una contradicción.
Esta afirmación se puede comprobar en el proceso que lleva al “yo pienso”, ya que al parecer, al constatar este juicio, se estarían dando solamente afirmaciones un tanto temerarias y a modo de suposiciones, que resultan difíciles de fundar y corroborar.
Tales hipótesis que al parecer se hacen manifiestas, se refieren a que, quien piensa soy Yo, que ha de existir algo que piensa, que pensar es una actividad, y el efecto de un ser que está concebido como causa, que exige un “Yo”, y que por último, que está establecido qué es lo que hay que designar con la palabra pensar.
Esta última afirmación, evoca a un tipo de convencionalismo, con el cual se hace más fácil la comunicación, sin embargo esto acarrea consigo otro problema que también es objeto de críticas: el lenguaje.
Para Nietzsche, el lenguaje será un obstáculo para el conocimiento, pues éste es un invento humano, el cual lo único que hace es falsear las cosas, y además es un impedimento para llegar a la certeza inmediata, que ya se ha tratado, debido a que se encuentran en planos y saberes diferentes. “El lenguaje, aquí como todas partes, no puede ir más allá de su torpeza, y continúa hablando de contrastes cuando no hay más que grados y sutilezas de matices”.[9]
Para este filósofo alemán una de las creencias fundamentales de los metafísicos es la creencia en la antítesis de los valores. Y como ya se ha dicho Nietzsche trata de arrasar con todo lo establecido, y esta vez no es la excepción. Y digo esto porque cuestiona mucho la idea que todos tienen, al encerrarse solamente en estos conceptos. Así pone en duda que existan valores y a la vez las antítesis de éstos, preguntándose sutilmente: ¿Por qué ponernos límites, esquemas fijos? ¿Por qué no ir más allá de éstos? ¿Por qué solamente considerar ciertas posibilidades? ¿Quién impuso este convencionalismo? “¿Hay algo que nos fuerza a creer que existe una contradicción esencial entre lo verdadero y lo falso?”[10]
Estas y algunas otras preguntas son las que llevará a Nietzsche a considerar los valores y sus antítesis como cosas superficiales, como perspectivas provisionales. Así este filósofo llega hasta tal radicalidad, que incluye la posibilidad de dar a la apariencia, a la voluntad del error, al egoísmo y a la maldad, un valor superior o más importante.
Por este mismo camino llega Nietzsche al campo de la moral. Igualmente, aquí nuestro filósofo trata de buscar el origen que se atribuye a las ideas del bien y del mal, pero de una perspectiva muy propia y característica de él, que sin duda alguna nuevamente lo llevará a cuestionar muchas cosas. “¿En qué condiciones ha inventado el hombre para su uso estas dos evaluaciones: el bien y el mal? ¿Y qué valor tienen en sí mismas?”.[11]
De esta forma Nietzsche investiga y formula varias hipótesis, en las cuales claramente dejó ver que el bien y el mal tienen un doble origen, ya que estos conceptos son diferentes según han nacido de la esfera de los señores o de la esfera de los esclavos.
A Nietzsche le inquieta mucho el hecho que se le conceda a lo bueno un valor superior, como signo de progreso. Por eso pondrá en duda esto mismo, y lanzará la pregunta que hará tambalear nuevamente este viejo esquema moral: ¿Qué sucedería si lo contrario fuera verdad, si en el hombre bueno hubiese un síntoma de retroceso?[12]
A través de esta crítica
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