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Psicologia cuento

Enviado por   •  6 de Marzo de 2018  •  3.935 Palabras (16 Páginas)  •  339 Visitas

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No habrá sido un sueño, ¿no?

No podría serlo. Todo había sido tan real. Me acordaba perfectamente de esa mañana, y de cómo había sentido mi estómago aplastarse contra el capó mostaza del auto. No había posibilidad de que hubiera sido todo un sueño. No podía ser sólo un sueño.

O talvez no quieres que lo sea. Es la chica, ¿verdad? ¿Era ella la de las lágrimas y los lloriqueos dramáticos? Pensar que sin mí no hubieras conseguido tanta acción me da tanta pena. Deberías agradecerme.

Pasé mi lengua por mis labios. Tenía razón, no quería que hubiera sido sólo un sueño. Me incorporé y empecé a aceptar la posibilidad de que lo hubiera soñado. Ahora, haría lo de siempre. Iría al colegio fingiendo que no siento nada al verla entrar por la puerta que da al patio. Prestaría atención a las clases y evitaría cruzarme con ella en los pasillos.

Fui a la cocina y tomé mi desayuno. Evité hablar de la lámpara y del sueño, y me fui a mi habitación. Tomé mi uniforme y alisté mi mochila. Mi habitación se veía diferente, aunque todo parecía estar en su lugar. Habían detalles que me inquietaban: los libros viejos del año pasado deberían estar en el suelo cerca de mi puerta, pero no estaban al igual que mis pocas novelas juveniles. Talvez mi padre les hubiera buscado un sitio mejor o los hubiera desechado.

Bajé con mi padre hasta la puerta del edificio y me percaté del cielo tan azul como el mar. Estábamos a inicios de abril, el clima no debería ser así. Bajé la vista y miré a ambos lados de la calle.

- ¿Y el carro? — soné mucho más insolente de lo que quería sonar.

- ¿Qué tienes esta mañana, hijo? Primero, la lámpara; después, esto. — hizo una pausa y dijo. — ¿No estarás tomando nada ilegal no?

Lo miré incrédulo. Su sonrisa me calmó y me advirtió que había sido víctima de su gran sentido del humor.

- ¿Cómo lo supiste? — respondí sarcásticamente.

- Sube de una vez.

Pulsó algo en su llavero y salió una luz de los faros del auto enfrente de nosotros. Conocía ese auto, lo recordaba muy bien. Era el antiguo Nyssan azul mecánico de mi padre. Pero según lo que sabía, lo había vendido hace más de un mes.

- ¿Lo recuperaste? — pregunté mientras me subía al asiento del copiloto

- ¿De qué hablas? Ha sido el mismo auto todos estos cinco años. Me estás asustando.

¿No lo hacía mucho antes?

Me reí por lo bajo pero no pregunté más. No tenía ganas de hablar después de ese beso que nunca existió, ni existirá.

El resto del camino fuimos muy callados, a excepción de momentos en que cantábamos las canciones de la radio. No recordaba tan alegre a mi padre, no desde que mi abuela fue internada. Desde ese momento algo se había apagado en él y en nosotros. Era el clásico tiempo padre – hijo que mi madre siempre quiso que tuviéramos. Incluso llegué a disfrutarlo. Había momentos muy cómicos en los cuales no se sabía la letra y la cambiaba a su gusto. Acabó la quinta canción y el carro se detuvo. Bajé, me despedí sin poder disimular la sonrisa de oreja a oreja que tenía. No tenía que hacerlo.

Cuando atravesé la gran puerta de madera para entrar al patio del colegio, pude ver que mis compañeros ya habían esperado un largo rato. Empecé a caminar y se me acercó Eiji, amigo de un amigo que se convirtió en mi amigo.

- Listo para la presentación — me dijo brincando de la emoción.

¿Deja vú? Qué raro. Me acuerdo de esto. O mejor dicho, nos acordamos perfectamente de esto. Aquí respondías…

- Maldición. — intenté recordar la respuesta pero no logré nada. — ¿Había presentación? ¿De qué?

¡Serás bruto! Eso no decías.

¿Qué acababa de pasar? Eiji empezó a mirarme cómo quien espera el final de un mal chiste. No sabía qué hacer, había demasiadas cosas en mi cabeza en ese momento. Me empecé a marear. Iba a soltar alguna excusa para ir a sentare tranquilamente cuando la veo entrar por la puerta. Tan bella, tan simple y tan linda al mismo tiempo. Todo iba a estar bien, todo pasaría. Hice un gesto con la mano a Eiji para decirle adiós y empecé a caminar hacia ella. Hablaría con ella y le daría un beso igual que lo hice…

¡Espera!

Esa voz me detuvo en seco. Esta vez empecé a recordar uno por uno los segundos que habían transcurrido. Desde que desperté, todo se veía tan diferente. Pero esa no era la palabra. Eiji me había preguntado lo mismo, pero eso fue hace mucho. Todo se veía tan parecido, incluso igual.

¿Te acuerdas del día en que no entregaste la tarea de inglés por haberte pasado toda la tarde preparándote para una presentación del chapel?

Por supuesto que lo recordaba, fue uno de los momentos más vergonzosos de mi vida. El saxo se atoró en plena presentación y las notas parecían el canto de una variedad de gallos increíbles. Sin darme cuenta, los demás estudiantes me empezaron a mirar. Era razonable. No todos los días veías a un chico pararse en pleno patio. Así que decidí ir al baño, el único lugar donde hasta ahora nada malo me había pasado.

Parecías estreñido ahí afuera. Como sea, esto va cobrando sentido. Saca tu celular.

Metí mi mano a mi bolsillo y tanteé. Saqué mis llaves, unas cuantas monedas, un imperdible y mi celular. Volví a meter todas las cosas de vuelta. Me senté en una de las bancas donde nos vestíamos después de la clase de física. Prendí mi celular y me empezó a temblar la mano cuando vi que tenía clave. Le había quitado la clave hace unas semanas atrás. Era imposible que esto hubiera pasado. Apreté un puño.

Tranquilízate y no hagas dramas. Concéntrate.

Relajé mis dedos y me centré en mi celular. Ingresé la clave que le había quitado. Nada. ¿Qué podía hacer? Estaba furioso. Alguien había tomado mi celular y me había gastado esta broma. Entonces esa voz me apartó de todo.

Recuerda que no era tu única contraseña. Acuérdate de la chica.

Entonces prendí de nuevo mi

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