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Psicopatología Infantil

Enviado por   •  10 de Febrero de 2018  •  13.183 Palabras (53 Páginas)  •  326 Visitas

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Las normas culturales se aplican a los niños del mismo modo que a los adultos, y un gran número de ellas pueden ejercer una gran influencia sobre las expectativas, opiniones y creencias relativas al comportamiento de los niños y adolescentes.

La cultura también puede influir en la manera en la que se explican los problemas de conducta. Por ejemplo, cuarenta madres del Norte de África y de Oriente Próximo que vivían en Israel fueron entrevistadas con respecto a sus hijos retrasados (Stahl, 1991). Casi la mitad de ellas propuso causas mágico-religiosas para explicar la afección de sus hijos. Estas mujeres creían en el destino, que espíritus malignos podían entrar en el cuerpo, en el mal de ojo, en temores prenatales por parte de la madre y en castigos divinos, y confiaban en tratamientos, que estaban de acuerdo con ello: quemar la mano del niño para expulsar a los espíritus malignos, quemar un trozo de ropa perteneciente a la persona que le había echado el mal de ojo, rezar o pedir ayuda a un rabino. Todo esto es coherente con las creencias culturales de sus países de origen.

Las normas socioculturales están vinculadas a unas variables específicas. Una de ellas es el marco social. Correr enérgicamente puede ser aceptable en el parque; sin embargo puede causar estragos en el aula o en la consulta del dentista. Se espera que el individuo actúe de una forma determinada y en determinadas situaciones, es decir, que respete las normas de la situación.

Así mismo, las normas socioculturales están determinadas en función del sexo de que se trate. La mayoría de las sociedades esperan que los hombres sean relativamente más agresivos, dominantes, activos y aventureros, y que las mujeres sean más pasivas y dependientes, silenciosas y sensibles. Estos estereotipos sexuales rigen en gran medida los criterios de normalidad. Por consiguiente, es muy probable que una niña hipersensible y tímida y que un niño excesivamente dominante nos preocupen menos que una niña excesivamente dominante y un niño hipersensible y tímido.

Por último, debemos señalar que las normas socioculturales pueden verse modificadas con el tiempo, debido a grandes cambios sociales o a cambios en las ideas relativas a la salud mental. Por ejemplo, en el siglo XIX los trastornos de la infancia podían atribuirse a “demencia masturbatoria”, denominación que ya no existe (Rie, 1971); y morderse las uñas, que en otro tiempo era un síntoma de degeneración, hoy se considera totalmente inofensivo.

CRITERIOS DE DESARROLLO

Aunque la edad siempre debe tenerse en cuenta cuando se trata de juzgar el comportamiento, ésta es especialmente crucial en el caso de los niños y adolescentes debido a que éstos cambian muy rápidamente. Para evaluar la conducta son necesarias normas evolutivas. Los índices y secuencias típicas del desarrollo de habilidades, conocimientos y de la conducta social y emocional sirven como normas evolutivas para evaluar la posibilidad de que “algo vaya mal”. Los adultos que se preocupan cuando su hijo de un año todavía no ha aprendido a andar están equivocados, ya que a esa edad hay muchos niños que no saben andar. No obstante, sería natural preocuparse si ese mismo niño no fuera capaz de mantenerse sentado sin apoyo, puesto que prácticamente todos los bebés pueden mantenerse sentados cuando han cumplido un año.

No es solamente el hecho de no satisfacer inicialmente las normas evolutivas de su edad lo que define la psicopatología. A veces los niños actúan de acuerdo a su edad pero no son capaces de progresar. Por ejemplo, puede que las rabietas no se califiquen como problema en un niño de tres años, sin embargo, si éstas persistieran hasta los doce años es probable que se consideraran como algo problemático. Así mismo, también puede ocurrir que un niño que haya logrado satisfacer las normas de su edad sufra un retroceso.

Además, hay otro tipo de factores normativos que deben tenerse en cuenta. El comportamiento que se adapta a las normas de su edad puede seguir siendo calificado como trastorno si éste se produce con demasiada frecuencia o con escasa frecuencia (excesos o déficit de conducta), si es demasiado intenso o insuficientemente intenso (leve, moderado, grave, profundo), o si se mantiene durante un período de tiempo demasiado largo o demasiado corto (duración). Por ejemplo, no es extraño que un niño muestre miedo, pero este miedo puede convertirse en un problema si se produce en un número excesivo de situaciones, es muy intenso o si con el tiempo no pierde su fuerza. Igualmente, puede ser preocupante que las reacciones de un niño cambien, como, por ejemplo, una niña que tenga un carácter extravertido y que se vuelva tímida y solitaria. Por otro lado, también es lógico que un adulto exprese preocupación cuando el niño manifieste una serie de conductas cuestionables o parezca inquieto ante ciertas cosas.

El caso de niños que manifiestan comportamientos cualitativamente distintos a la norma es más infrecuente, es decir, no se dan en absoluto en los niños normales. Por ejemplo, la mayoría de los bebés responden socialmente ante las personas que los cuidan desde poco después de haber nacido; sin embargo, los niños a quienes se les ha diagnosticado autismo presentan comportamientos atípicos no receptivos.

EL PAPEL DE LOS OTROS

Finalmente, los sentimientos y las creencias de las otras personas del entorno inmediato desempeñan un papel importante a la hora de identificar problemas en la conducta. La calificación de problema puede producirse cuando la conducta molesta o inquieta a otras personas; por ejemplo, cuando un niño se queja de que su hermano le ha agredido físicamente, o cuando a un profesor le preocupa la introversión social de un niño. Debido a que son los adultos quienes identifican los trastornos de la infancia, sus actitudes, sensibilidad, tolerancia y capacidad para afrontar las situaciones influirán en cómo los percibirán y tratarán.

En efecto, varios estudios científicos señalan la influencia de ciertos factores en la identificación por parte de los padres de los problemas de los niños y su remisión a una clínica. Por ejemplo, existen algunos estudios que prueban que hay una mayor disposición a identificar problemas en los primeros hijos y en los hijos únicos que en los otros hijos.

Las características de los padres también pueden desempeñar un papel importante. Por ejemplo, puede ser que la depresión y no el comportamiento de los niños lo que haga que los padres visualicen conductas problemáticas en sus hijos.

Los padres que dan malos tratos a sus

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