UN RESUMEN COMPLETO DE EL CAPITAL DE MARX
Enviado por tolero • 13 de Octubre de 2018 • 73.187 Palabras (293 Páginas) • 425 Visitas
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Como otros autores, Marx escribió muchísimo pero sólo publicó una parte de lo escrito. Su obra fundamental es sin ninguna duda la que aquí nos ocupa, El capital: Crítica de la Economía política, de la que sólo vio publicada en vida el primero de los 3 o 4 volúmenes de que constaba. El primero (1867) se publicó antes de su muerte, mientras que el II y III los editó y publicó Engels en 1885 y 1894, respectivamente, y el IV (conocido como Teorías sobre la plusvalía) Kautsky en 1905-10, todos a partir de manuscritos inacabados. Y esto es un motivo más que suficiente para prestar una especial atención al volumen I[2], que él mismo pudo revisar, corregir y pulir para la imprenta (sobre todo su 2ª ed. alemana, de 1873, que fue la última que nos dejó), y del que pudo ver varias ediciones publicadas (la francesa de 1872-75 tenía un valor científico “independiente”, según su propia opinión). Pero también es cierto que el lector tendrá una idea más completa del significado de la obra de Marx si profundiza en la multitud de borradores inacabados que se publicaron posteriormente en los siglos XIX y XX (¡y hasta XXI!: véase el Anexo I), empezando por los libros II y III de El capital. Esta es la razón de que presentemos aquí un resumen completo de esta obra, lo cual es, que nosotros conozcamos, una novedad absoluta en lengua española (y probablemente en cualquier lengua).[3]
Pero, antes de dar paso al “puro” resumen de lo que Marx dejó escrito, haremos en esta Introducción un “resumen interesado” de nuestro propio resumen, en el que expondremos libremente la particular lectura que proponemos de esta obra. Como dice Marzoa, hay muchas lecturas posibles de cualquier obra de pensamiento, como también ocurre con El capital de Marx, interpretaciones potencialmente infinitas…; pero debe quedar claro que también hay lecturas que son sencillamente imposibles. Esperamos que el lector, tras leer la nuestra, piense que no sólo es una lectura posible sino además útil y sugerente.
II. Marx filósofo, revolucionario, economista-sociólogo
Filósofo, periodista, político…: como todo el mundo sabe, Marx fue muchas cosas. Y descubrió muchas, importantísimas, a lo largo de su vida[4]. No siempre es fácil fechar y clasificar cada uno de sus descubrimientos, pero, en esencia, la filosofía de Marx y su economía son una misma cosa (y ambas son, como veremos, su teoría del valor). Si se quiere, la primera es el punto de partida de la segunda pero lo cierto es que la sociedad capitalista es ese tipo de sociedad –¡esta!– en la que todo se ha convertido ya en mercancía. Esta idea de Marx es primero una “ontología de la sociedad moderna”[5], en efecto; una metafísica realista y verdadera: “buena” metafísica[6], por cierto; pero de alguien que es a la vez moralista y científico, más concretamente: cuya filosofía es al mismo tiempo la base moral[7] de su labor científica. Pues ¿cómo se puede ser libre en una sociedad donde uno mismo se ha convertido en una mercancía, donde nuestra (de todos) capacidad vital y humana para trabajar e intervenir en el mundo, de expresarnos como hombres activos, se ha vuelto algo condicionado, sólo una posibilidad limitada y determinada por las condiciones del mercado, y donde incluso la minoritaria “voluntad” de quienes buscan su propio interés en forma de beneficio monetario está tan sometida a las leyes del sistema como la general “ausencia de voluntad” a la que la primera condena a las demás personas?
El antiliberalismo de Marx es su punto de partida teórico (como su anticapitalismo lo es en el terreno de la práctica): su conciencia profunda y temprana de que liberal es el que defiende sólo una libertad falsa, la “libertad” de la burguesía que proclama la Revolución francesa, con sus correspondientes (falsa) igualdad y (falsa) fraternidad pero sobre todo con su (verdadera) propiedad (esta sí: auténtica), productos todos de una sociedad capitalista que, además de crear esa libertad y a esos liberales, todo lo invierte y lo muestra al revés. La filosofía tiene que mundanizarse y volverse real, la sociedad son hechos y actos humanos verdaderos, estructuras reales y relaciones del mundo exterior que existen por debajo de donde brotan las ideas y antes que estas… Y esa realidad material básica consiste cotidianamente, sobre todo y antes que nada, en aquello que para la mayoría significa más tiempo de vida: su trabajo.
La sociedad tiene que ganarse la vida antes de poder vivirla y disfrutarla, y la economía no es otra cosa que el despliegue histórico de esta realidad social y sociológica primaria[8]. Lo económico específico –ese campo de lo social que hay que analizar en su realidad histórica precisa y no de forma abstracta– es un ámbito concreto que debe ser objeto de estudio pormenorizado y desprejuiciado y someterse a análisis riguroso más que a la especulación vaga de algunos “filósofos”. Pero se trata de un análisis liberado también de las teorías burdas y apologéticas de muchos “economistas”, esos asalariados indirectos del capital, esos torpes científicos positivistas incapaces de pensar que hay algo más allá de, y más determinado que, el abstracto homo economicus…
El primer análisis económico de Marx, previo y todavía ajeno a la Teoría laboral del valor, e impregnado aún de perspectivas “historicistas”[9], dio pronto paso a su estudio cada vez más especializado de los economistas, en los que fue descubriendo el mismo tipo de materialismo analítico que él reclamaba. Como hemos dicho, lo que en un principio le pareció un necesario y corto excursus en el marco de sus estudios de la sociedad se convirtió en el campo teórico al que terminó dedicando en su vida y al que consagró sus obras más importantes. Esto es de fundamental importancia hoy, pues ¡nos exige estudiar economía para entender a Marx! No basta con comprender su filosofía ni con simpatizar con su epistemología dialéctica[10]. No es suficiente con compartir su posición política ni sus impulsos revolucionarios. Insistimos: revolucionarios ha habido muchos en la historia, anónimos o no, pero este revolucionario en concreto ha hecho historia precisamente gracias a su potentísima teoría y su práctica teórica singular. El capital no es simplemente un Manifiesto comunista más largo y detallado; no es tampoco un libro del que baste decir que “hay que leer” (para luego no leerlo: Althusser), ni un libro para no leer (puesto que, supuestamente, uno ya puede sentirse marxista antes de leerlo: Korsch). Es un libro para leer y estudiar una y otra vez. Y precisamente su no práctica, la ausencia de costumbre del trabajo teórico, convierte a la mayoría de los marxistas en ese género de “marxistas”
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