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UNA MIRADA A J. RAWLS EN SU “LIBERALISMO POLITICO” DESDE LOS OJOS DE ENRIC AINSA I PUIG

Enviado por   •  14 de Diciembre de 2018  •  1.458 Palabras (6 Páginas)  •  332 Visitas

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John Leslie Mackle, se hacia esta misma pregunta a un nivel meta-ético en su argumentación de una errónea teoría de moralidad. La respuesta que se da a este cuestionamiento es que no podemos, y que básicamente no hay factores objetivos de valoración. Así mismo, Rawls en su “Teoría de la Justicia” abandona la tentativa de proveer una justificación critica ya que las razones que unos aceptan como concepción política, otros las consideran como simple pragmática. Y es precisamente este tema uno de los que más inquieta a Ainsa en su crítica, ya que se cuestiona “¿Rawls no reconoce que hay ciertos derechos y libertades que son fundamentales sobre otros, cuando su reclamo refiere solamente a las libertades políticas que son tomadas como valores claros? ¿Cuáles son las bases de Rawls para determinar que esas libertades políticas son prioritarias aquí y ahora?”, sarcásticamente y a manera de “alago” sugiere que la obra de Rawls “El Liberalismo Político” es una sugestiva relación de modo para justificar un esquema de principios para ordenar la estructura básica de la sociedad.

Ainsa continua su escrito arremetiendo contra la filosofía de Rawls e impugnándola de ser una “auto declarada retirada estratégica” ya que lo cataloga como un un hombre cuyo texto es filosóficamente narcisista y resentido por las críticas de micro-filosofía a su “Teoría de la Justicia” que obligaron a analizar la noción rawlsiana restringida o subordinada a otra rama rawlsiana.

El autor establece que basándose en los criterios de Rawls, “el punto de filosofía moral-política es revelar los fundamentos internos (políticos) de un orden democrático-constitucional en que pretender lo bueno que hay en los diferentes acuerdos es desacuerdo, y proveer a unos y a otros con mayor o menor igualdad de oportunidad hacia la consecución de la buena visa, consistente como el mantenimiento de la democracia de hombres ‘razonables’.” En donde ese hombre razonable, según Ainsa, escoge las reglas del juego político-social bajo un velo de ignorancia ya si se da origen a “El liberalismo Político”, pero contrario al pensamiento de Ainsa quien se aventura a insinuar que solo para los seguidores de Rawls, su obra es un “tratado de tratados” y que para los verdaderos maestros en el tema, ésta no es más que un aburrimiento.

Adicionalmente a los cambios en el proceso de justificación de la justicia como justa, hay algunos cambios significativos desde el punto de vista de Rawls acerca de los dos principios de justicia y los establece en “El Liberalismo Político”, en su anterior obra Rawls manifiesta el primer principio como que cada persona debe tener igual derecho frente al sistema en su totalidad con igualdad de libertades con un sistema similar de libertad para todo, pero en “El Liberalismo Político” Rawls altera la parte inicial de este principio reemplazando la frase “cada persona tiene iguales derechos” por “cada persona tiene iguales exigencias”. También reemplaza la frase “sistema de libertades básicas” con la frase “un esquema completo de igualdad en derechos y libertades.” Uno de los aspectos más insatisfactorios de estos estos cambios tanto para Ainsa como para otros filósofos, es que Rawls no explica el porqué de estos cambios y como ellos afectan su propia concepción de justicia.

Para concluir su crítica, Ainsa reprocha la manera “retórica del amiguismo hacia el lector” con la que se dirige frecuentemente Rawls a sus interlocutores, como una invitación al liberalismo rawlsiano, como si fuese un “club” de gente razonable, haciéndoles todo tipo de agradecimientos a quienes concuerdan con el pensamiento de Rawls porque según Ainsa, Rawls en el fondo sabe que él mismo es un fraude ya que, en palabras de Ainsa “políticamente, el liberalismo del bienestar moderado murió por el tiempo de la ‘Teoría de la Justicia’, reemplazado por el fascismo liberal.”

En nuestra conclusión, a pesar de que Rawls no hizo nunca un acercamiento a justificar su concepción política adoptada para “El Liberalismo Político”, nos hace imaginar que razones uno tendría para aceptar este cambio en su concepción política y nos invita a pensar acerca de nuestra propia concepción saliendo del esquema pre-existente, imaginando que la moralidad política no es más que un prejuicio adquirido, una propaganda vendida y transmitida de generación en generación, o para el caso concreto de nuestro país, de gobernante en gobernante.

SANDRA IVETTE CONTRERAS ZULUAGA

Pereira, agosto

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