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¿Cómo consolidar la democracia en América Latina bajo el régimen presidencialista?

Enviado por   •  10 de Diciembre de 2018  •  2.970 Palabras (12 Páginas)  •  423 Visitas

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Sin embargo, Shugart y Carey (1992:27) demuestran lo contrario al recordar que “más allá del horizonte de América Latina, las tandas de rupturas democráticas han afectado a los regímenes parlamentarios tanto como a los regímenes presidenciales”. Esto demuestra que ni uno ni otro se presenta como garantía en la consolidación de la democracia y el mantenimiento de la misma.

Con todo estamos de acuerdo en que el presidencialismo presenta sus ventajas al considerar la importancia de contar con la tan destacada separación de poderes, la independencia de los parlamentarios y el sistema de controles mutuos y de equilibrios que se dan en este tipo de regímenes. La participación democrática del voto y la libertad de conformación de partidos políticos suman un bagaje importante e indispensable a la hora de medir la transparencia democrática.

La celebración de elecciones directas, abiertas y competitivas sin fraude, el sufragio universal y la defensa de la garantía de los derechos civiles constituyen las bases de una democracia presidencialista, factores que deben destacarse.

Sin embargo, con todo, el presidencialismo sigue adoleciendo en América Latina y se debate en una base poco sustentable en momentos en que se requiere de fortalecimiento político e institucional para seguir adelante.

La comparativa Europa- América Latina por un lado y parlamentarismo-presidencialismo por otro, no se agota, y abre una grieta cuando aparece como ejemplo los Estados Unidos de América.

Distante del parlamentarismo, el país del norte supo sobrellevar su historia y generó su propio sello en un régimen presidencialista modelo. La separación de poderes es en este régimen, un rasgo fundamental de un diseño en el cual dos instituciones legitimadas por la elección comparten poderes y en términos dinámicos “compiten” para concretar su participación en la autoridad de gobierno y en los procesos de decisión.

A esto hay que sumar lo que señala Sartori (2003:102) en su apreciación del tema, cuando afirma que “la característica definitoria y central del modelo de Washington es un Poder Ejecutivo que subsiste separado, por derecho propio como un organismo autónomo”. Nada más cercano a la realidad cuyo resultado como ejemplo de democracia presidencialista, está a la vista.

Al apuntar al problema de la estabilidad democrática el interrogante que se presenta en América Latina va más allá de la polaridad parlamentarismo-presidencialismo. Y es aquí donde otro de los elementos a destacar del presidencialismo de Estados Unidos y que lo diferencia de otros regímenes similares en América Latina, tiene que ver con que “el presidencialismo de ese país tiene a operar en claves pluralistas” donde entran en juego “la división de los poderes gubernamentales, la independencia judicial, el bicameralismo, la posibilidad de votaciones separadas, no concurrentes para la Presidencia y el Congreso, una estructura federal firme y una configuración asociativa y regional de los partidos” (Lanzaro 2001).

Estas características muchas veces están ausentes en los presidencialismo de América Latina y de estar presentes adquieren formas deficientes dando lugar a distorsiones que entorpecen el normal desarrollo de las democracias.

Las causas de esta debilidad deben buscarse en cuestiones más complejas, muchas relacionadas a la falta de elasticidad que presentan los regímenes presidenciales conjuntamente con la carencia de solidez de las instituciones que la componen.

La fragilidad de los gobiernos presidencialistas en América Latina llevó, en muchos casos, al resquebrajamiento de las libertades dando paso a gobiernos de facto que marcaron tristes recuerdos en la historia de estas naciones. De ahí que los régimen presidencialistas, no han funcionado de la manera esperada, en América Latina, como sustento de las democracias en periodos prolongados.

¿Es entonces el presidencialismo el régimen al que deben seguir apostando los países de América Latina a pesar de la decepción que ha causado en la puesta en práctica de este modelo? Y si así fuere ¿Qué aspectos hay que modificar para encauzar a la democracia por caminos más estables, donde se le provea de una base sólida para su cimentación?

A pesar de sus errores y virtudes, el presidencialismo es la única vía posible dentro del modelo democrático para el afianzamiento del sistema en países de América Latina. No obstante, es necesario tomar conciencia de las falencias recurrentes en que han caído estas naciones en un intento fallido de pretender sobrellevar las democracias sin avistar los cambios necesarios para el mejor desempeño de sus regímenes presidencialistas.

En este sentido, se hace indispensable observar cuales son las cuestiones que deben ser tenidas en cuenta para encaminar el régimen presidencialista hacia las adaptaciones que le permitan sobrellevar la responsabilidad de garantizar la estabilidad democrática y el mejor desempeño de sus funciones a través de instituciones consolidadas y una eficiente participación ciudadana.

Al respecto, diremos que el presidencialismo, con su rigidez en torno al mandato fijo, elimina la posibilidad de flexibilidad a la hora de enfrentar las crisis políticas, económicas y sociales de un país. Este elemento es de considerable importancia si se tiene en cuenta que el presidencialismo debe adaptarse a los tiempos presentes en consideración de las demandas que presentan las nuevas sociedades, cada vez más partícipes en la vida ciudadana.

El mandato fijo sin posibilidad de disolución para casos en que se corrobore acciones de corrupción o ineficacia que perjudiquen en el todo, el desempeño de la democracia, no hace más que entorpecer la gobernabilidad y provocar daños muchas veces irreversibles en las políticas empleadas, alargando la agonía de los pueblos y fomentando el deterioro institucional y la confianza en la gobernabilidad sobre las figuras que encabezan la presidencia.

Es así como en las democracias presidencialistas, el inmovilismo ha sido con frecuencia un ingrediente crucial de los golpes de Estado.

Para resolver este problema, apuesto a una centralidad de poder mayor para el ejecutivo sin intermediarios –jefe de gabinete-; a un protagonismo relevante de la figura del vicepresidente y a la posibilidad por parte del Parlamento de remover al ejecutivo en casos extremos de atropello a la democracia y ante la falta de sus deberes como presidente.

Entonces, será en beneficio, librar al ejecutivo de ataduras, confiriéndole mayor poder a través de la posibilidad de emitir vetos y decretos, de manera

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