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Como son las Raíces antropológicas del ser humano

Enviado por   •  21 de Noviembre de 2018  •  1.588 Palabras (7 Páginas)  •  319 Visitas

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ha sido la del aislamiento total. Leyendo las memorias del Cardenal Mindszenty, me conmovió particularmente la parte en la que relata las condiciones en las que estuvo prisionero de los comunistas en Hungría, luego de haber sido condenado a cadena perpetua (8-2-1949) en un juicio-farsa, basado en pruebas falsas , todo ello por la simple razón de no someterse jurando fidelidad al régimen y por denunciar permanentemente las persecuciones de que eran objeto los católicos. Sus días transcurrían sin una referencia de los días y las noches, y sobre todo, sin contacto humano alguno, ni siquiera el de sus verdugos. Es decir: fue confinado por largo tiempo a la más absoluta de las soledades. Sólo un repaso de sus oraciones le permitía aproximadamente situarse en el tiempo. En una ocasión escuchó ruidos en lo que era una celda contigua a la suya, hecho que se fue repitiendo en las horas sucesivas. Mindszenty comprendió que tenía un compañero en aquélla encrucijada. ¿De quién se tratará? ¿Será un hermano en el sacerdocio, un literato, un hombre de ciencia, un académico?... ¿un padre de familia? Y fue entablando con él un diálogo bastante abstracto pero capaz de canalizar estados anímicos y flujos de afecto, es decir: “presencia” y la mirada de uno hacia el otro. Desde su encierro podía escuchar las maniobras de los soldados y las ejecuciones casi diarias. Un día –quién sabe cuál- la pared dejó de hablarle y volvió el silencio, y la noche en la que se hallaba se hizo más densa y más ambigua.

Sobre la necesidad moral de contacto con los otros, también puede servirnos reparar en el llamado “síndrome de Estocolmo”, consistente en la generación de un sentimiento positivo por parte de una persona secuestrada hacia su captor. Este sentimiento puede ser de compasión, gratitud por un “buen trato”, identificación con una causa ideológica y –menos frecuente- enamoramiento. Este último caso es retratado por el film “Átame”, protagonizado por Antonio Banderas y Victoria Abril. En algún momento la ira declina y la necesidad de estar en buenos términos con el único ser humano a la vista, el cual controla –por lo demás- nuestra existencia, gana terreno.

Finalmente: hay en el hombre un apetito insaciable de alcanzar algo más. Esencialmente, estructuralmente, el hombre es un ser perpetuamente insatisfecho. Tal insatisfacción es la que lleva a colocar la expectativa de felicidad y superación de las frustraciones en algún objetivo visualizado como más o menos asequible: “el auto es lo que me está faltando, cuando lo tenga…; cuando hagamos la pieza de la nena…, cuando tenga un perrito,…un novio es lo que me falta (o una novia), entonces sí…; etc”. y cuando el objetivo fue alcanzado, de pronto ya no luce como entonces, aquél camioncito irrompible ya no brilla en casa como tras la vidriera de la juguetería, entonces miramos en otra dirección o más allá… y descubrimos que falta algo más, “pero esta vez si que, cuando lo tengamos, tocaremos el cielo con las manos”, y la verdad es que cuando lo tengamos volveremos a mirar más allá. Algunos estudios realizados sobre personas que han tenido un cambio importante de fortuna, un golpe de suerte, han demostrado que, pese a todo lo que uno hubiera supuesto, las cosas no cambian en lo sustancial , la ilusión del cambio dura unos días, unos pocos días, más luego volvemos todos a lo que fuimos: “Se acabó, que el sol nos dice que llegó el final. Por una noche se olvidó que cada uno es cada cual”(J.M.Serrat). Fue una ilusión. La verdad es que somos seres finitos pero se ha sembrado en lo más íntimo de nuestro ser un ansia de infinito. Los creyentes suponemos que el sembrador es nuestro creador y que mientras busquemos completarnos con banalidades, obtendremos el mismo resultado: desazón. Esta insatisfacción ha sido portentosa a través de la historia, motor de la evolución humana y el progreso. Más allá de las condiciones ambientales y de las biológicas aquella insatisfacción completó el hecho de la hominización, impulsó descubrimientos geográficos, incitó a escrutar las estrellas, las leyes físicas, la biología, desencadenó las construcciones de templos, acueductos, puentes, carreteras…, inspiró todas las formas del arte…etc. Toda la tecnología de la que disponemos hoy “fue deseada” por aquellos ancestros, pero ni toda ella ni la que vendrá podrán jamás clausurar este hambre de más… Sólo la familiaridad con los valores del espíritu nos conecta de modo más efectivo con lo infinito a lo que aspiramos, sea que lo sepamos o no.

Bien o mal encausada, esta insatisfacción, esta búsqueda de algo más, reclama frecuentemente una tarea de conjunto que facilita e incluso posibilita el logro de muchos de los objetivos. De modo que la necesidad de contar con los otros, basada en la búsqueda de bienes relacionados con una cierta plenitud -no ya con la supervivencia-, viene a ser el quinto motivo de búsqueda del ser humano por parte del ser humano.

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