Desintegración de la ciudad y privación del espacio.

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Después de dar cuenta, si bien no de hechos específicos aportados como datos, pero si de una comprensión crítica de la totalidad espacial con respecto a la ciudad, Henri Lefebvre apunta sobre ésta: “El capitalismo y el neocapitalismo han producido el espacio abstracto que contiene el ‘mundo de la mercancía’, su ‘lógica’ y sus estrategias a escala mundial, al mismo tiempo que el poder del dinero y del Estado político. Este espacio abstracto se apoye sobre las vastas redes bancarias, comerciales e industriales (las grandes unidades de producción). Pero así mismo sobre el espacio de las autopistas, aeropuertos, redes de información, etc. En este espacio la ciudad –en su día cuna de la acumulación, lugar de la riqueza, sujeto histórico y centro del espacio histórico- se ha desintegrado”[2]

Privación del espacio y aislamiento

“Dispersar a la clase obrera, repartirla en los lugares asignados para ella, organizar los diversos flujos, subordinarlos a reglas institucionales, subordinar, consecuentemente, el espacio al poder, controlar el espacio a regir de forma absolutamente tecnócrata la sociedad entera, conservando las relaciones de producción capitalista”.(Henry Lefebvre)

En la ciudad urbanizada por los requerimientos de la mercancía no sólo priva a los individuos de incidir en el propio espacio de la forma más explícita, o sea, configurándolo ellos mismos mediante su transformación directa sobre el terreno físico. La constante reoganización, desarticulación y rearticulación del espacio urbano, producto de la lógica mercantil y su necesidad infinita de crear más mercancías para su rentabilidad en el mercado, reconstruye constantemente el territorio sin que los individuos que lo habitan tengan alguna incidencia en él. En la vida de una persona cualquiera, algún día puede ser transformado el terreno en el que vive y ser construido un edificio de 26 pisos que aglomere a cientos de familia sólo a unos metros del lugar en el que siempre estuvo su casa, así como ésta ser expropiada para la construcción de una autopista. También una comunidad podría querer ocupar una localidad para configurar por su propia cuenta el espacio de manera de procurarse un hogar por fuera de la mercancía habitacional y su hogar sería destruido y ellos expulsados por la policía, como ocurrió hace poco en las tomas de La Pampa en la localidad de Alto Hospicio. Entre las muchas de sus funciones represivas, la policía también debe suprimir las apropiaciones del espacio que escapen a la lógica del valor de cambio.

Pero estos son sólo los ejemplos más explícitos de la privación. La propia urbanización es capaz hoy día de aglomerar a cientos de ciudadanos en escasas cuadras y aun así tenerlos a todos sumamente aislados. Cientos de departamentos de uno y dos dormitorios coexisten en reducidos espacios de edificios de hormigón que aíslan el sonido, con un sistema cerrado de seguridad y un servicio de gastos comunes que resuelve las necesidades básicas de la comunidad sin que nunca quienes habitan el lugar tengan que relacionarse entre sí. Antiguos parques han sido reconstruidos eliminando árboles que daban sombra, reemplazando el pasto por pavimento, ubicando las bandas lejos unas de otras, a un costado de los paseos peatonales que imposibilitan cualquier encuentro íntimo en ellas y convirtiendo ese antiguo punto de reunión en un mero lugar de tránsito. Mientras tanto, se podría decir que casi la totalidad de la construcción del espacio urbano tiene como punto de referencia las calles y autopistas para el tráfico de automóviles, que son una suerte de extensión del espacio privado. La urbanización y la atomización de los individuos ya aislados son un mismo movimiento.

Bibliografía:

-2&3 DORM. Revista de crítica anti-urbanista.

-Henri Lefebvre. La construcción del Espacio.

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