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El cardenismo en la historiografía mexicana, una breve aportación.

Enviado por   •  10 de Marzo de 2018  •  3.694 Palabras (15 Páginas)  •  463 Visitas

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El desmoronamiento de la CROM anunció un activismo político más militante por parte de la clase trabajadora, y sindicatos y políticos rivales competían unos con otros en sus intentos por captar afiliados. Los sindicatos se alinearon detrás de Cárdenas y organizaron manifestaciones para protestar por las declaraciones antiobreras de Calles, además de librar luchas callejeras con sus adversarios callistas y conservadores. Cárdenas y los cardenistas habían conquistado, como antes habían hecho los sonorenses, “el derecho” a reconstruir el Estado mexicano; en éste podrían cometer todos los errores imaginables con excepción del de provocar nuevos levantamientos populares.[2] De aquí el interés por liberar a las grandes masas campesinas de los enemigos históricos: la Iglesia y los grandes hacendados.

Cárdenas entendería más bien que, para consolidar tal programa, era necesario un nuevo pacto. O quizá habría que llamarle una nueva alianza social, la que promovió activamente para ser aceptada por las masas trabajadoras y con ello ganar legitimidad. Las grandes transformaciones sociales montadas en una nueva alianza aparecen como una de las fuentes donde emana una idea crucial al cardenismo y sus ideólogos: que la Revolución terminaba con este gran movimiento social realizado por y para los campesinos. Es necesario subrayar, como poco se hace en la historiografía revisionista y aún menos en historiadores de filiación conservadora, que Cárdenas no se alienó del interés por construir una paz orgánica, ni que ésta continuaba siendo una tarea inacabada del callismo. Perseguía ese objetivo justamente porque la violencia política, e inclusive la social, habían sido un asunto normal de su gobierno en Michoacán y sería consuetudinario en su gobierno nacional.[3]

Las causas, consecuencias y el significado de la ruptura con el poderoso grupo callista han sido motivo de interés para una amplia gama de historiadores y científicos sociales como Córdova, Ianni, Medin, Benítez, Hernández, Pacheco y Anguiano entre muchos otros. Sobre todo los sociólogos han prestado atención al papel que jugó la gran emergencia o ascenso del movimiento obrero, simultáneamente como causa y consecuencia de la consolidación de su régimen. Existió un amplio proceso de incubación del movimiento cuyo mayor ascenso aceleraría el “desmoronamiento de Morones”[4]. La ctm, para consolidarse y formar una alianza más estrecha con el régimen, busco formas instrumentales para materializar sus políticas, lo que en muchos lugares implicó la confrontación con sindicatos locales.

La relación de los movimientos obreros con el régimen cardenista ha sido uno de los temas predilectos para historiadores y científicos sociales. El ascenso de aquéllos marca el cenit de la “democracia de los trabajadores” y la posibilidad, de una suerte de “socialismo mexicano”; tal construcción o vía serían distintivas por seguir la pretendida originalidad del modelo revolucionario mexicano.[5] Pero precisamente el régimen cardenista sería atacado por distorsionar dicha vía. No obstante el acento sobre el reparto cardenista de la tierra, conviene observar que esto no fue exactamente un dilema, pues como nos recuerda Larroa Torres, en su apresurada defensa del ejido, Cárdenas vislumbró una doble vía en el desarrollo agrario en la que la pequeña propiedad sería inafectable. El complejo contexto de la profesionalización del ejército revolucionario, las tensiones implícitas en la formación de un Estado menos liberal y más dispuesto a intervenir en el mercado y el vertiginoso ascenso del movimiento laboral. A juicio de Arnaldo Cordova, las jornadas de junio y diciembre de 1935 y enero de 1936 contra el callismo, no sólo conjuraron de una vez y para siempre toda oposición dentro de los círculos del poder al movimiento laboral, sino que también consolidaron la unidad entre los grupos revolucionarios y sirvieron para acelerar la cohesión y organización nacional de los trabajadores. Sin embargo, se trataba de una nueva unidad de élites y una nueva cohesión de clase, que presentan una imagen demasiado homogénea, por un lado, en la clase política y, por otro, en la obrera, pero dicha unidad no puede extenderse como un buen argumento para el temprano y nada articulado inicio de la querella por la sucesión presidencial o para elucidar las pugnas internas de la CTM.[6] Las organizaciones campesinas conocerían procesos de sindicalización tan o más exitosos que las de los obreros, el Estado ganó una clientela: los ejidatarios, pero el que salió perdiendo fue el gran movimiento campesino de jornaleros y peones, porque en adelante tuvieron la tierra pero no controlaron su producción. El estado jugó una carta contundente: por una parte resolvió el problema de la huelga, por otra, le quitó poder a una coalición de obreros-campesinos, única en el país hasta ese momento.[7]

En tal circunstancia, la rivalidad de la fracción moronista, no convencida aún de que sus días de gloria habían pasado, y los ascendentes sindicatos todavía independientes lucharan por el control del movimiento obrero. El nuevo poder sindical se mostrará con esplendor en la Cámara de Diputados donde alcanzarán más de treinta curules. En medio de esta pugna popular y cupular, de ascenso de las luchas obreras y de su empleo para causar recíproco daño a sus líderes, es lanzada la Confederación de Trabajadores de México como otro proyecto cartelizador de sindicatos, pero apoyado por connotados cardenistas y por Vicente Lombardo Toledano, también ascendente líder ex cromista y por líderes comunistas interesados en constituir un frente popular.

Convendría señalar si el control corporativo, la dictadura burocrático-cacical, que emerge del gobierno de Cárdenas es un producto exclusivo de su acción, o más bien requirió o fue posible gracias a condiciones previas, como la silenciosa pero eficiente campaña de eliminación de líderes obreros y campesinos radicales emprendida por el “pistolerismo” que marcó los años del callismo. En todo caso es evidente que la convocatoria para una alianza entre el ejército y los sectores populares dotaría de una nueva organicidad a la estabilidad social. Las movilizaciones que apoyaron los repartos agrarios fueron parcialmente posibles mediante un rearme pactado entre los campesinos beneficiados y el ejército. Todos estarían de acuerdo en que el papel de los movimientos de masas es central para el cardenismo, aunque quizás no todos estarían de acuerdo en que se trata de un papel subordinado. La subordinación final o plena al Estado, en tanto que logra mayor homogeneidad en su control, sólo aparecerá con nitidez al triunfo del charrismo con los Ávila Camacho y Miguel Alemán.[8] De aquí parece brotar un núcleo activo

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