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BREVE HISTORIA DE LA LITERATURA INFANTIL Y JUVENIL MEXICANA

Enviado por   •  27 de Mayo de 2018  •  4.059 Palabras (17 Páginas)  •  825 Visitas

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español, conservado y disfrutado por tradición oral: canciones de arrullo, coplas de nana, cánticos religiosos, romances, cantos y juegos. Aunque también, había presencia del folklore mexicano, como lo explican los trabajos de recopilación de Rubén M. Campos, El folklore literario y musical de México, escrito en el siglo XX.

La llegada de los misioneros a la Nueva España contribuye al desarrollo de las ciencias humanas. Franciscanos, Agustinos y Jesuitas, fundaron colegios; y a la vez que evangelizaban a los indígenas, les acercaron al mundo de las letras y de la literatura. Aconteció en 1555, que el obispo Zumárraga y el Concilio Provincial prohibieron los cantares aztecas porque empezaban a narrar la opresión de los conquistadores.

En 1 573, los Jesuitas fundaron el colegio de San Pedro y San Pablo, donde jóvenes de 12 y 14 años “Componían y recitaban en público piezas latinas de muy bello gusto, en prosa y verso” , no era una literatura explícita para los jóvenes, se intentó iniciarlos en una educación literaria, ahora ya desgastada. Incluso durante estos tres siglos, se negó una gran cantidad de textos a los jóvenes. “En abril de 1531 se prohibían que llegaran al continente libros de romances e historias vanas o de profanidad, como son los Amadís y otros de esta calidad, porque éste es mal ejercicio para los indios, e cosa en que no es bien se ocupen y lean” La llegada de éstos libros franceses en aquella época, influenciaron en un principio de nacionalidad, ya que poco después aparece la primera novela mexicana El Periquillo Sarmiento de Fernández de Lizardi, donde el protagonista era un joven de clase media, al que le ocurrían una serie de aventuras, narradas en un lenguaje creativo.

EL PREDOMINIO DIDÁCTICO EN LA ÉPOCA INDEPENDIENTE.

A principios del siglo XIX surgen las primeras publicaciones periódicas para niños como; “Diario de los niños” creado por Wenceslao Sánchez, donde sobresalen las fábulas y la literatura educativa. La investigadora Irma Lombardo García señala:

“En el siglo pasado circuló un buen número de órganos periodísticos dedicados a los niños. En ellos había un interés permanente por inculcar en los infantes el amor a la patria, el respeto a los semejantes y la entrega al estudio y al trabajo; por ello ofrecían contenidos instructivos y de esparcimiento”

La función cognitiva seguía predominando sobre la estética, el libro era un auxiliar pedagógico y, por tanto, el placer, la recreación, lo estético carecía de significación. En la segunda mitad del siglo XIX, aparece en México el libro “La edad de feliz y los Chiquitines”, con artículos didácticos, narraciones, poemas y pequeñas comedias; producciones dirigidas a los niños con estilo moralista. La infancia se debía transitar deprisa. Los jóvenes asistían a los colegios y universidades, en donde sólo leían algunos libros clásicos traducidos al latín o al castellano por los evangelizadores.

El movimiento literario de finales del siglo XIX llamado Modernismo, considerado como la primera aportación literaria creativa de América al mundo, propició la producción de textos, con ritmo, musicalidad y elementos exóticos sacados de un mundo fantástico, posteriormente, muchos de ellos fueron dirigidos a los niños y los jóvenes. Con elementos del modernismo mexicano se publica el libro de poemas “Canciones escolares” que Amado Nervo dirige a los más pequeños, difundido en antologías escolares.

SIGLO XX: PRIMERAS INVESTIGACIONES DE LITERATURA INFANTIL.

En los textos de las primeras décadas del siglo XX, no se erradico el predominio de lo didáctico sobre lo estético. Un buen ejemplo fue la revista, El Amigo de la Juventud que apareció de 1913 hasta 1922, editada por la Sociedad Mexicana Sanitaria y Moral, dedicada a dar consejos sobre el camino del bien a los niños y jóvenes.

A principios de siglo se destaca la labor de José Vasconcelos que a través de la Secretaria de Educación Pública (SEP), se publica literatura mexicana, universal e infantil; a él se deben Las lecturas clásicas para niños y Lectura para mujeres editadas en 1924. También en los años 40, Vasconcelos le pide a Gabriela Mistral un proyecto para la niñez y la juventud mexicana.

A mediados de siglo, sobresalen los trabajos de Blanca Elena Trejo, Lecturas de Juventud antología hecha en 1941 y Literatura infantil, 1950; Vicente T. Mendoza Lírica infantil de México en 1951 y los de María Enriqueta, Rosas de la infancia en 1955, que fueron lecturas para varias generaciones.

En los años cuarenta la SEP publicó una colección de lecturas dirigido a la niñez mexicana, incluyendo teatro, cuento y poesía, que se tituló “Biblioteca del Chapulín”; se incluían textos variados de literatura mexicana adaptada a niños, literatura universal y cuentos populares. En 1955 un grupo de maestros mexicanos realizó el libro Pájaros en la literatura, argumentando que la literatura infantil estaba abandonada por los escritores.

Las producciones literarias después de mitad del siglo, eran producciones dirigidas a adultos. Sin embargo, algunas de ellas por su temática, por los personajes (niños o jóvenes), por la trama o historias eran dirigidas a los niños y jóvenes de la época. La novela Canek de Herminio Abreu Gómez, tenía aceptación entre los lectores jóvenes; tal vez porque uno de los protagonistas era un niño. La industria editorial, por esta época estuvo desinteresada en las publicaciones para los jóvenes lectores.

En los años cincuenta, el compositor e interprete Francisco Gabilondo Soler “Cri-cri, el grillito cantor” trabajó la literatura de oralidad, algunos le llamaran el poeta de los niños mexicanos. Con canciones como La marcha de las letras, Di por qué, La patita, etc. Deleitó a los pequeños con sus historias cortas. Su fama creció tanto, que latinoamerica lo consideró como patrimonio del continente. Sus canciones estaban en boca de los niños.

Otras figuras que destacan en la narrativa para la niñez y juventud mexicana son: Teresa Castello Iturbide, con la publicación del libro El pozo de los ratones y otros cuentos al calor del fogón (1951) y Blanca Lidia Trejo con El regreso de los portillos (1946), El Ratón Ponchito Rodríguez (1947) y El héroe nacozaro (1949)

A partir de 1950, la producción y difusión de libros latinoamericana para niños y jóvenes consigue ganar sitio en las editoriales. Ya existen publicaciones de gran calidad con temas e ilustraciones variadas como Canta, Pirutero de Manuel Felipe Rugeles, Escuela de pájaros de Claudia Lars, Cuentos del tío Doroteo

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