El discurso histórico en la novela Polvo y Espanto
Enviado por Antonio • 22 de Febrero de 2018 • 2.046 Palabras (9 Páginas) • 497 Visitas
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Nació en Córdoba el 10 de agosto de 1908 cuando su madre lo dio a luz mientras allí se radicaba antes de trasladarse hacia San Rafael. Luego se establecerán en la capital mendocina y más tarde en Buenos Aires.
Abelardo fue un destacado estudiante. Realizó los primeros estudios en San Juan, más tarde asistió al Colegio Normal y finalmente completó sus estudios secundarios con los Hermanos Maristas.
En 1927 se radica en la Capital Federal. Inicia la carrera de Derecho que posteriormente abandonará para de dedicarse a la literatura. En esos años, su vida se ve llena de dificultades económicas. Hace trabajos a pedido y trata de ingresar en algún diario. Luego de varios intentos fallidos de convertirse en redactor, antes de regresar a Mendoza, inventa una crónica titulada Paráfrasis en un poema-Partenón y la lleva al diario La Nación. Dos semanas después lo llaman y le comunican que se incorpora como redactor en el suplemento literario del diario. En ese medio trabajará hasta su muerte.
POLVO Y ESPANTO
La trama principal de Polvo y Espanto ocurre en Santiago del Estero en 1840, periodo que corresponde a la sublevación interna dirigida por Domingo Rodríguez en contra del caudillo[10] Juan Felipe Ibarra. Este episodio lo enmarcaríamos en lo que se denomina “el referente” (“Es aquello que se retoma de un discurso establecido o desde donde se parte”[11]).
La obra está dividida en dos cuadernos, Unitario y Federal.
La novela reproduce los conflictos desencadenados por los caudillos pertenecientes a los bandos unitarios y federales que dirigirán la escena política y social del país luego de finalizada la guerra independentista y el fracaso de instaurar un aparato institucional central (“Pero una vez conquistada la Independencia de Chile y los realistas del Alto Perú, la tensión comenzó a aflorarse y las provincias mostraron signos de agotamiento y desobediencia”[12]), más precisamente a partir de 1840, lapso en el que el adalid Juan F. Ibarra recupera el poder y emprende una fase de hostigamiento y persecución con el propósito de ajusticiar a los traidores que asesinaron a su hermano Francisco y a los “salvajes unitarios” que intentaron confiscar el poder político provinciano.
Arias, con la colaboración ferviente del historiador santiagueño Luis Alen Lascano, entabló un relato que se destaca por su verosimilitud y rigurosidad histórica, así como también por el empleo de un vocabulario de cuya riqueza no está exento. Un relato en el que se entretejen amor, traición, honor, coraje y muerte.
La novela intenta superar la versión simplista de la historiografía y muestra un escenario cruel, despiadado por las luchas fratricidas.
CONTEXTO GEOGRÁFICO
Como se indica en la parte precedente, la novela transcurre en Santiago del Estero. El autor muestra una amplia variedad de recursos para describir el paisaje y se denota una exquisita finitud con otros documentos que remiten al lugar y a la época.
Es el caso del Bracho, lugar de confinamiento de Agustina Palacio, Pedro Unzaga y José Libarona (“El Bracho fue el centro de operaciones del General Taboada y, antes, el lugar donde sufrieron cárceles y prisioneros los desterrados políticos durante la tiranía de Ibarra”[13]).
En otro apartado, Di Lullo escribe: “El Bracho fue, en realidad, el clásico fortín de la línea de fronteras. Mantenía permanentemente una guarnición militar que era una avanzada contra las hordas del indio”[14]. Claro está que para los enemigos de Ibarra, el fortín no acudía en defensa cuando los indos decidían atacar. La astucia y la fortuna le sirvieron a Agustina para eludir a los infieles. Dice Agustina Palacio: “Los indios saquearon nuestro rancho y lo redujeron a cenizas. Cerca de allí mataron a muchas personas. Yo consideré como un milagro que no nos hubiesen descubierto, pues no estábamos lejos. Hasta habrían debido oír los gritos de Libarona, si no les hubiesen aturdido sus propios clamores, sus silbidos y los relinchos de sus caballos. Nos habíamos quedado sin refugio, y durante veinte días nos guarecimos entre un montón de ramas. Luego nuestros soldados nos mandaron que siguiéramos adelante y nos llevaron a un lugar donde eran de temer, además de los ataques de los indios, los de los jaguares. Allí un espantoso aguacero vino a caer sobre nosotros durante tres días”
CONTEXTO POLÍTICO-SOCIAL
A partir de la Revolución, y más profundamente luego de la década del 20, comienza un proceso de gravitación de orden político en la región.
Las consecuencias, sostiene Halperin Donghi, son nefastas para la clase comerciante. A la crisis Alto peruana, le continúa los escases de mano de obra producida por las consecuentes guerras fratricidas.
El sector ganadero es el menos perjudicado. Dice Halperin Donghi: (“La apertura del comercio libre y la devastación de la ganadería litoral aseguran una demanda más sostenida para los cueros santiagueños”)
Esta situación produce una suerte de equilibrio económico.
REVISIONISMO E IZQUIERDA NACIONAL
Si volvemos a la cuestión del “referente” en las novelas históricas, consideramos que está claro que Arias en Polvo y Espanto parte del discurso del revisionismo histórico y de la izquierda nacional.
El revisionismo histórico fue un movimiento de estudiosos del pasado que nació en la década del treinta del siglo pasado y cuyo objetivo era develar aquella historia que, según ellos, había sido deliberadamente tergiversada por la tradición liberal y que había servido como instrumentos de legitimación de la entrega del país a los intereses extranjeros[15]. Más adelante, ya en la década del sesenta y setenta apareció ese vasto movimiento de intelectuales enrolados en lo que se denominó “la izquierda nacional”, quienes retomando argumentos del revisionismo, ofrecieron una interpretación de la historia en clave antiimperialista. Jorge Abelardo Ramos, Eduardo Duhalde, Rodolfo Ortega Peña, Juan José Hernández Arregui, Arturo Jauretche son algunos de los escritores vinculados en la mencionada corriente de pensamiento setentista.
La primera parte de la obra (cuaderno unitario) canaliza la perspectiva de la versión oficial de la historia, versión que coincide con la idea que tiene Agustina del caudillo santiagueño. La otra, focalizada en Felipe Ibarra, se presenta como apología de sus propios
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