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El proceso del descubrimiento, conquista y colonización del continente americano produjo un punto de inflexión en la región.

Enviado por   •  26 de Abril de 2018  •  8.548 Palabras (35 Páginas)  •  464 Visitas

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DESCRIPCION

DURACION

DESARROLLO DE CLASE

60 MINUTOS

Se propone la siguiente actividad:

- Formar 3 grupos.

Grupo

Contenido

A

PUGNAS ENTRE SEÑORES Y CAMPESINOS

B

CONFLICTOS URBANOS

C

LA HOSTILIDAD CONTRA LOS JUDIOS

- Cada grupo deberá trabajar los temas nombrados a través de la lectura del siguiente texto:

- LAS PUGNAS ENTRE SEÑORES Y CAMPESINOS

El nudo gordiano de las relaciones sociales en el mundo feudal se encuentra en la contradicción señores - campesinos. No tiene por ello nada de extraño que los conflictos sociales de los siglos XIV y XV se incardinen básicamente en ese juego de relaciones entre los que trabajan la tierra «et facen en ella aquellas cosas porque los homes han de vevir et de mantenerse», por decirlo con palabras de las Partidas, y los 135 detentadores de la hegemonía política y económica. Ahora bien, esta afirmación, simple presupuesto de partida, no puede entenderse, ni mucho menos, como la clave para la resolución de todos los problemas. La historiadora argentina Susana Royer de Cardinal, en un reciente artículo («Tensiones sociales en la Baja Edad Media castellana», 'Cuadernos de Historia de España', LXV-LXVI, 1981), negaba que la contradicción señores-campesinos fuera el eje de la conflictividad social, al menos en la corona de Castilla, debido a la «compleja y diversificada estructura social, en la que las relaciones sociales se enmarcaron en instancias múltiples» (pág. 356). Pero la complejidad de la estructura social, y la multiplicidad de instancias en las que se enmarcaban las relaciones sociales, no invalidan el hecho cierto de que la contradicción señores-campesinos es, como ha dicho B. Clavero «una contradicción originaria del feudalismo». ¿No era la inmensa mayoría de la población, tanto en la corona de Castilla como en la de Aragón, rural? ¿No era el trabajo de los labriegos la fuente nutricia por excelencia de la extracción de rentas de los poderosos? Por otra parte ¿no fueron cayendo bajo la dependencia de los señores, a través de la constitución de señoríos y de las concesiones jurisdiccionales a aquéllos, numerosas comunidades aldeanas, libérrimas en los ya remotos tiempos de la repoblación? Pero más allá de estas consideraciones, la propia historia empírica de las luchas sociales bajomedievales de los reinos hispánicos pone en evidencia la importancia objetiva de los enfrentamientos entre señores y campesinos. Eso sí, esas pugnas estuvieron envueltas, por lo general, en un haz de problemas complejos, de tal manera que difícilmente chocaban directamente y de forma pura labriegos y feudales. Numerosos movimientos de resistencia antiseñorial mezclaron a gentes de las ciudades y villas con labradores. Las guerras irmandiñas de Galicia englobaban tanto a labriegos como artesanos e incluso ciertos sectores de la caballería. El conflicto remensa de Cataluña se complicó con problemas específicos de índole política y con cuestiones propias de la ciudad de Barcelona. Si lo social y lo político resultan difícilmente separables en el mundo medieval, otro tanto puede decirse de lo rural y de lo urbano. Con frecuencia muchos movimientos populares, por ejemplo la mayoría de las revueltas antiseñoriales, cristalizaban en torno a una villa, es decir un núcleo con mejores condiciones objetivas para dirigir la resistencia, pero la mayoría de los que seguían la lucha, y la problemática fundamental implícita en la misma, eran de naturaleza rústica. El «Memorial» de agravios presentado por el concejo de Benavente al rey de Castilla el año 1400, aunque partía de un núcleo urbano, se refería ante todo a cuestiones de los campesinos de las aldeas, 136 víctimas principales de las tropelías del conde de Benavente y sus acompañantes, aludía a tributos en especie y a prestaciones personales de trabajo y, en suma, utilizaba un lenguaje específico del mundo rural. Quizá el conflicto entre campesinos y señores más típicos de cuantos tuvieron lugar en el mundo hispánico a fines del Medievo, fue el de los remensas catalanes. Conflicto que duró más de un siglo, desde fines del siglo XIV hasta la época de Fernando el Católico, la interpretación que propusiera Vicens Vives en 1945 sigue teniendo, en lo fundamental, vigencia. El trasfondo de la pugna (un sector de gran amplitud en el mundo rural de Cataluña, los payeses de remensa, acaso un cuarto de la población de todo el Principado; unos señores que, dañados por la recesión, acuden a viejos usos para resarcirse de la crisis) y los cauces por los que discurrió la misma, explican que el alzamiento remensa sea el conflicto hispánico más fácilmente asimilable a las revueltas campesinas europeas de la época (la Jacquerie francesa, la revuelta de los labriegos ingleses de 1381...). Se diferencia, en cambio, de otras luchas de signo parecido por su larga duración. Ciertamente el conflicto fue utilizado por otros protagonistas, entre ellos la monarquía. Por lo demás la pugna atravesó diversas alternativas, alcanzando un radicalismo indiscutido en los años medios del siglo XV, lo que motivó que los señores del campo catalán hablaran de un «plan diabólico y detestable» para referirse a los proyectos de los remensas. El final, la sentencia de Guadalupe del año 1486, es bien conocido: se suprimieron los malos usos, pero no se modificaron las relaciones sociales de producción. En el transcurso del conflicto salieron a la luz problemas ideoló- gicos (acerca de la condición esencial del hombre y su libertad irrenunciable), se pusieron en práctica métodos asamblearios y más o menos de acción sindical y se evidenció la hostilidad popular contra los judíos (en los pogroms de 1391). Galicia fue testigo, en el siglo XV, de revueltas antiseñoriales de gran magnitud, en las cuales el componente rústico, aunque no exclusivo, fue predominante. Nos referimos a las guerras irmandiñas, la primera surgida en 1431, la segunda en 1467. El panorama que ofrecía Galicia a finales de la Edad Media difería notablemente del que presentaba Cataluña. En Galicia las ciudades y la burguesía contaban poco, siendo por el contrario muy fuerte el papel de la Iglesia, sin olvidar a la nobleza

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