FITZPATRICK - La sociedad rusa de fines del siglo XIX y principios del siglo XX
Enviado por Helena • 15 de Febrero de 2018 • 1.435 Palabras (6 Páginas) • 621 Visitas
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nuevo desengaño, ya que no trajo la libertad para el pueblo ruso, sino la intensificación de la represión y la conformación de un estado policial quasi moderno, como respuesta por parte de una autocracia muy asustada.
De las cenizas del populismo ruso, y basados en el tronco común de la doctrina marxista, surgirán los dos grandes sectores que encarnarán el pensamiento revolucionario de principios de siglo XX y protagonizarán el más grande hito insurreccional, tal vez, de la historia de la humanidad: la Revolución de Octubre de 1917. Se trata de las dos alas del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso, bolcheviques (en ruso, bol’sevic -miembro de la mayoría) y mencheviques (menshevikí, miembro de la minoría). La primera, conducida por Vladimir Lenin, con orientación más radicalizada que la segunda, dirigida por Yuri Martov, más moderada y cercana a posiciones liberal-burguesas. Ambas corrientes disputarán el control del proceso que conducirá desde 1880 a la frustrada insurrección de 1905, y por el camino irán dividiéndose inconciliablemente, al punto de terminar confrontados en bandos opuestos. Es necesario, para comprender este proceso, revisar preliminarmente el origen de ambas facciones, que abrevaron originalmente en su común rechazo al utopismo socialista y el mesianismo de los populistas, y en la misma concepción marxista de la necesidad de la industrialización capitalista de Rusia, como condición de posibilidad para la Revolución Proletaria. Tal era el objetivo ulterior que distinguía las concepciones y acciones del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso (POSR) del Partido Socialista Revolucionario (PSR), heredero de la tradición insurreccional de la inteliguentsia y de su visión idealizada del campesinado. Para los marxistas rusos, el país debía industrializarse para así contar con el actor social que determinaría el triunfo de la revolución socialista: el proletariado industrial urbano. Como acertadamente señala Fitzpatrick -dejando de lado sus peculiares apreciaciones sobre el marxismo en general y los marxistas rusos en particular-, la gestión de Witte al frente del Ministerio de Comercio e Industria en los ’90s materializó el proceso de industrialización que los marxistas anhelaban, mediante políticas públicas de fomento y fuertes inversiones extranjeras. Y no era por cierto intención de Witte colaborar con los revolucionarios, pero su labor coadyuvó sin duda al logro de los objetivos del POSR, ya que al cabo de su gestión existía una clase obrera industrial que fue el sustrato en que se apoyaron los marxistas para construir el camino a la revolución socialista. A pesar de ser menos numerosa que el campesinado, el proletariado industrial fue mucho más receptivo a la acción de los maestros marxistas que a la de los predicadores populistas, sostiene Fitzpatrick, y explica este éxito de los miembros de POSR en el hecho de que su estrategia consistía en llevar algo más que acoso policial a los trabajadores, propagando la doctrina marxista en círculos de obreros donde se alfabetizaba y a la vez se enseñaban los principios del socialismo revolucionario. En cuanto a las diferencias que se manifestaron en 1903, en el segundo congreso del Partido, que culminó con su división entre bolcheviques y mencheviques, la autora atribuye su origen al “autoritarismo” de Lenin, que ve reflejado en el énfasis que el líder bolchevique ponía en la organización del partido, al que concebía no sólo como vanguardia de la revolución sino como su condición de posibilidad misma. Esta idea se basaba en la convicción de Lenin de que por sí solo, el proletariado no podía acceder más que a una conciencia sindical no revolucionaria (limitándose así sus reivincidaciones al orden de lo económico y resignando cualquier transformación política). Nuestra autora caracteriza a los mencheviques, por su parte, como el ala de la “moderación” del POSR, liderada por Martov, inspirada en las concepciones de Plejánov y en la que igualmente militó Trotsky – a quien Fitzpatrick considera como un “francotirador”-, y que ha sido identificada como el marxismo ortodoxo, luego de la ruptura de 1903. Curiosamente, Fitzpatrick sostiene esto último a pesar de reconocer que el propio Marx simpatizaba más con el “voluntarismo revolucionario” de Lenin que con la concepción mechevique de “no forzar la marcha de los sucesos que conducirían a la revolución”, ni “crear un partido revolucionario organizado y disciplinado”[2005:46]. La historia nos muestra que fue finalmente el partido liderado por Lenin el que graviaría en el desenlace de los sucesos que culminaron en 1917 con la Revolución Rusa.
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