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POLÍTICA Y SOCIEDAD DEL CAMPESINADO EN EL SIGLO XIX.

Enviado por   •  11 de Enero de 2018  •  2.437 Palabras (10 Páginas)  •  441 Visitas

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Naturalmente, las prácticas tradicionales y la búsqueda de la autonomía que lentamente se iba escapando hicieron que la organización de los municipios tuviera bastantes dificultades para establecerse. Y, por supuesto, buscar la reorganización de los pueblos para nada significa “transformar el espíritu público de los campesinos” (Escalante F., 2014, pág. 64).

Desde el gobierno que ejerció en su tierra, Juárez se mostraba fuertemente en contra con respecto a la actitud de los pueblos de no aceptar una ley homogénea. Pero el proyecto liberal ya tenía un movimiento para contrarrestar esta situación; así, se repartieron las tierras y de esta forma amarraron a los pueblos a la autoridad política.

El gobierno tenía como uno de sus fines lograr disolver a las comunidades indígenas; necesitaba que la autoridad del estado fuera uniforme. Para ello disolvió las lealtades locales; tomó medidas drásticas contra las comunidades más beligerantes (como la supresión de derechos ciudadanos a yaquis y mayos si seguían organizados en pueblos) y, aún con mayor impacto que las legislaciones, estableció alianzas con los hacendados. De esta forma y con el creciente desarrollo del mercado y la mejora de las haciendas, las comunidades campesinas se vieron muy mermadas como para poder generar una reacción defensiva. Sin embargo, esto no significó ni por poco que desaparecieran.

Resulta muy notable que aún en tal escenario hubiera quienes apoyaran y defendieran la política campesina, desde la perspectiva liberal. Una nota de 1868, escrita por Ignacio Ramírez, aboga por los campesinos, y predice un panorama en el que el crecimiento de los pueblos llevará consigo parte del desarrollo sociopolítico y económico del país.

Sin embargo no toma en cuenta que la moralidad pública del campesino contrasta con la que exige su argumento. Y Molina Enríquez comenta que los indios llegan a contar con “rudimentos de espíritu público” con los que defienden fuertemente su “self-government”.

Erra, pues nuevamente nos encontramos con esta moral que el indígena ha ido desarrollando tradicionalmente a lo largo de generaciones; y no busca tal anglicismo, sino que lucha por la autonomía de su gobierno, que persigue un orden tradicional. Así, empatar las ideas liberales y campesinas es tratar de unir polos iguales: los campesinos no querían ser ciudadanos.

Es cierto que tal cambio de actitud ha sido posible. Como ejemplo podemos remitirnos a Francia del siglo XIX, en donde se dio la propiedad individual y el campesinado tuvo que formar parte de la defensa nacional, que ya no era solamente un patrimonio real.

Los mexicanos del mismo siglo tenían consciencia de que, como dice Michelet al hacer énfasis en el tema del servicio militar: “el campesino ya no es ese hombre sumiso; tiene el corazón más en alto; ha sido soldado” (c.p.: Escalante F., 2014, pág. 67). Debido a este saber, procuraron mucho evitar la formación de grupos militares dentro del campesinado.

Política campesina

Las tierras de cultivo tenían un gran significado para los pueblos indígenas, por ello consideran dos fuertes razones por las que sufrían atropellamientos: por ser obedientes a la ley del gobierno mexicano, y porque los parientes y amigos de los mandatarios son los usurpadores de sus tierras.

Los indios acusaban con firmeza los abusos sufridos, e incluso los comparaban con la colonia, protestaban porque al menos, entonces, no habían sido de sus tierras despojados.

Resultan aparecer puntos de interés: se denota al pueblo indígena que busca se cumplan sus derechos a través de sus representantes locales, pero también dan cuenta de que no están aislados en sus comunidades.

Son y se asumen como mexicanos; se saben poseedores de los derechos que les da la nacionalidad, y están al tanto del marco de acontecimientos que ocurren en México. Las comunidades estaban pendientes del exterior y conocían cómo manejarse en él.

Desde la colonia, los indígenas aprendieron a defender sus derechos, y esta situación se mantuvo y no cambió aún después de la independencia. Buscaban resolver sus problemas de propiedad, tierras y con las autoridades en los juzgados, aunque la índole de estos conflictos era regional, y nunca hicieron alianzas de carácter nacional.

De hecho, en cierta forma se hallaban desentendidos, a veces, con las cuestiones nacionales. La postura política de los pueblos veía más bien por sí mismos, y constantemente se encontraban en una posición “neutral”.

Por otra parte, es importante tener en cuenta que la participación de los campesinos distaba enormemente de ser voluntaria. Empujado y arrastrados por fuerza, prestaban servicios e incluso se enfilaban para ir a combatir. Pero, consecuentemente, sólo se logró que el sentido de neutralidad adquiriera más fuerza.

Sin embargo, obligar a los indígenas a formar parte de los movimientos nacionales no era tan sencillo. La lógica política de los pueblos les permitía ser capaces de tomar ventaja de rivalidades de región y guerras civiles.

Sucede que generalmente los planes de nación buscaban adherir a los pueblos y comunidades indígenas, las cuales sabían sacar provecho de sus alcances al intentar los políticos buscar su apoyo.

Se preocupan de tener control sobre la milicia local, por evitar los abusos del gobierno y el ejército y por procurar su producción, excluyendo al comercio extranjero. Así, notamos que en lapsos cortos de tiempo, los pueblos toman distintas posturas según vaya cambiando el panorama: trataban de establecerse como actores políticos.

La intervención norteamericana representó una buena oportunidad para que las comunidades sacaran ventaja. El gobierno se hallaba debilitado y las rebeliones campesinas no dudaron en alzarse, aunque la mayoría vio el conflicto con desinterés e indiferencia.

El Ayuntamiento de Tantoyuca imaginó una defensa nacional popular en la que participarían todos los pueblos si todas las propiedades de territorio eran comunes a todos los mexicanos. Sabemos que tal criterio no se siguió. Opina Escalante “no se siguió ese criterio para organizar la defensa del territorio, ni tuvo esa naturaleza la nacionalidad. Y tal vez sea una lástima” (Escalante F., 2014, pág. 72).

Los campesinos se mostraron resistentes a las leyes de desamortización establecidas durante las guerras de Reforma. Aunque el conflicto entre liberales y conservadores es quizás el que vive con más presencia en el recuerdo de nuestra historia, había otra guerra que tenía que ver con la legislación contra las

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