Ferro, Marc: “Cap. 14: Las tensiones nuevas y las viejas” en La Gran Guerra 1914-1918
Enviado por Sara • 15 de Mayo de 2018 • 4.203 Palabras (17 Páginas) • 541 Visitas
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ALEMANIA. Los militares habían demostrado en el verano de 1914 su poder presionando al gobierno para que optase por una política intransigente en la crisis internacional. A medida que la guerra avanzaba, el poder militar se hizo cada vez más presente en la vida política.
Combatientes vs No combatientes
El descontento entre los soldados que iban a pelear al frente y los que quedaban en la retaguardia fue común a todos los campos de batalla. Con el correr del conflicto, el ánimo general en las trincheras era de resentimiento hacia aquellos para los que la vida seguía tal y como siempre puesto que no tenían que vivenciar las masacres en el campo de batalla. Este rencor se intensificará con el final de la guerra, inspirando sentimientos de venganza entre algunos ex-combatientes.
Campesinos vs clases medias y clase obrera
Con el estallido de la guerra, los precios agrícolas sufrieron un fuerte incremento como resultado de la escasez y las necesidades de abastecimiento de las tropas. En este escenario, los campesinos propietarios que no habían ido al frente de batalla se enriquecieron, inspirando el deseo de los campesinos pobres de adquirir una parcela de tierra para explotar. Como contrapartida, el alza general de precios y los impuestos de guerra van a afectar fuertemente a las clases medias, sumiéndolas en un proceso de proletarización. La guerra también arruinó a los pequeños propietarios industriales y artesanales que fueron en su mayoría absorbidos por grandes empresas.
CLASE OBRERA'??
Dirigentes socialistas
La Primera Guerra Mundial provocó la crisis más profunda del movimiento obrero. Esa crisis divide en dos a los Partidos Socialistas: una parte se pasa directamente a la burguesía adhiriéndose a la Unión Sagrada, la otra se niega a comprometerse en la guerra imperialista. El fervor patriótico desatado por el estallido de la guerra arrasó con el internacionalismo obrero. Fueron muy pocos los dirigentes que se opusieron a la guerra. En su mayoría evaluaban que el problema más urgente a resolver era garantizar una unidad por sobre las diferencias clasistas frente al enemigo nacional. Más allá de la oposición que presentaron ciertos sectores socialistas en los diferentes países (rusos y serbios con mayor énfasis, alemanes franceses e ingleses de forma aislada), el estallido de la guerra marcará el fracaso de la II Internacional. La Unión Sagrada supuso el abandono del internacionalismo obrero entre los otrora revolucionarios, en favor de la idea del "socialismo nacional", esto es, de una alianza capital-trabajo en defensa de los intereses nacionales frente al imperialismo enemigo. Francia y Alemania fueron los países donde la solidaridad con la causa nacional alcanzó mayor unanimidad: en Francia los socialistas participaron del Gobierno, mientras que en Alemania los sindicatos se incorporaron al Estado luego de que éste reconociera su legitimidad para negociar con la patronal y la burocracia.
En Francia, la dirigencia revolucionaria se va a dividir en dos: una minoría que se opuso a la guerra y una mayoría que se sumó al entusiasmo de las masas. La invasión de Alemania a Bélgica terminó por definir posiciones, y las disensiones dentro del movimiento obrero cedieron en favor de la Unión Sagrada, quebrándose así el vínculo entre socialistas franceses y alemanes. Los sindicatos no convocarán a la huelga general contra la guerra.
Alemania también tuvo su Unión Sagrada, la Burgfriede. Si bien durante la crisis de julio los socialistas alemanes condenaron la actitud belicosa del gobierno austríaco, los rumores de una inminente intervención rusa en el conflicto los hizo abrazar la idea de que había que defender a la patria de los eslavos y al socialismo de la autocracia. Todos los partidos del Reichstag votaron los créditos de guerra, incluido el SPD, que no hizo ningún llamamiento a la huelga general. El aparato sindical terminó integrándose al Gobierno imperial para evaluar en conjunto las modalidades prácticas de la conversión económica y social que iba a necesitar el estado de guerra. Los sindicatos y la patronal acordaron una tregua mientras durase la guerra. Solamente un sector de la izquierda, con Liebcknecht a la cabeza, mantuvo un radical rechazo al conflicto.
Aunque en Gran Bretaña se produjo también una clara corriente patriótica y de unión ante la guerra, no contó con el mismo grado de unanimidad que en su principal aliado. Es cierto que la oposición conservadora frenó sus críticas hacia el gobierno liberal de Asquith, pero dos ministros de dicho gobierno dimitieron y un sector del laborismo liderado por Ramsay McDonald se opuso con decisión a la entrada de los británicos en el conflicto. Los socialistas no se sintieron obligados a aprobar cada uno de los acto del Gobierno, aunque apoyaran la guerra.
En la Rusia zarista, la guerra también suscitó un inicial entusiasmo general, aunque la oposición minoritaria asumió un carácter más radical puesto que los militantes revolucionarios y la clase obrera estaban menos integrados en la sociedad que en Occidente. En la Duma se apoyó la entrada de Rusia en la guerra, con excepción de mencheviques y bolcheviques (aunque estos últimos se opusieron de manera absoluta, sin reparos). Desde un primer momento, personajes como Lenin, Trotsky y Martov condenaron la "guerra imperialista" y denunciaron la responsabilidad por igual de ambos campos. Mientras sus compañeros se limitaban a reclamar la paz inmediata, en septiembre de 1914 Lenin comenzará a proclamar la necesidad de convertir la guerra imperialista en guerra civil para derrocar al zarismo. Por su parte, la conflictividad social disminuyó considerablemente, reduciéndose el número de huelgas.
La oposición se rehace: Zimmerwald
La oposición va a comenzar a reorganizarse gracias al esfuerzo de los partidos socialistas neutrales: italiano, suizo, holandés y escandinavo. Aunque no todos los socialistas pensaban en la necesidad de derrocar a sus propios gobiernos como proponía Lenin, la naturaleza de la guerra comenzó a ponerse en cuestión. La existencia de un estado mayor y de una teoría revolucionaria va a permitir explotar este descontento en beneficio del internacionalismo y la revolución. De otra manera no habrían tenido demasiado alcance.
En el curso de un año de guerra hubo varias tentativas de restablecimiento de las relaciones internacionales (Lugano y Copenhague), pero será la Conferencia Internacional de Mujeres, celebrada en marzo de 1915 en Berna (Suiza), la primera
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