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Guerra de crimea..

Enviado por   •  9 de Abril de 2018  •  9.954 Palabras (40 Páginas)  •  296 Visitas

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Ahora bien, por otra parte, la América de 1850 era también el amplio Sur, considerado por los

Es ya conocida la predilección de los novelistas americanos en describir los grandes dominios del Sur y a sus propietarios, los aristócratas-plantadores. En la actualidad, el examen histórico nos obliga a reconocer que en tales casos se trata frecuentemente de una reconstitución errónea, ya que eran escasos los meridionales que vivían esta existencia de señores feudales. Los propietarios allí arraigados, descendientes en línea directa de 105 cavalliers ingleses del siglo xvii. Solamente representaban un porcentaje mínimo de la población; el resto se componía, en su mayor parte, de simples americanos, decididos como los demás a explotar al máximo todas las ocasiones que les brindaba la nueva época. Hay que rechazar la idea tradicional que nos forjamos del esplendor de los estados del Sur antes de la guerra de Secesión, aunque es innegable que los grandes plantadores dominaban la vida pública- de aquellos estados meridionales.

El problema de los esclavos

Los sudistas proclamaban que todavía mucho más escandalosa que la esclavitud era la manera cómo se trataba a los obreros blancos en los suburbios de las ciudades del Norte. Los esclavos negros eran indispensables; sin esclavos no había algodón y ellos representaban el 60% de toda la mano de obra servil. Insensibles al calor, inmunes a la malaria, eran los únicos seres humanos capaces de trabajar en las plantaciones, así que en el Sur se afirmaba: «La esclavitud no es una desgracia nacional, sino una riqueza nacional»,

Las cifras demuestran que la imaginación popular exageraba en gran manera el alcance del trabajo servil. Hacia 1850 los estados del Sur apenas contaban más de 380 000 propietarios de esclavos, de entre una población de unos ocho millones de almas, y de estas 380 000 personas, solamente unas 50 000 podían disponer de más de veinte negros. En la mayoría de los casos la miseria del negro era bastante menor de lo que se imaginaban en el Norte, S. E. Morrlson y H. 8. Commager en su obra acerca de la historia de la República americana, sostienen que los esclavos no sufrían generalmente vejación alguna y «desde un punto de vista material, la vida les resultaba más suave que a millares de trabajadores del Norte o de Inglaterra, y desde luego mucho más que a millares de campesinos irlandeses». El esclavo se hallaba con frecuencia compenetrado con la vida de su amo. Por otra parte, las condiciones de existencia variaban sumamente de una plantación a otra.

«La diferencia era enorme entre el capataz negro de Virginia, cuyos antepasados residieron en América desde hacia siglos, y el esclavo negro de los arrozales de Carolina, introducido pocos años antes quizá fraudulentamente desde África.

Mientras que el inglés o el americano septentrional despreciaban al negro únicamente por serlo, el propietario sudista le juzgaba en función de su trabajo y de su comportamiento. En el Sur, los habitantes no sentían repugnancia alguna ante un cutis negro; los blancos recién nacidos eran alimentados por las mammies negras y cuando eran ya algo mayores compartían sus juegos con los niños negros de su edad. Sin embargo, podían observarse profundas diferencias de una región a otra, e incluso a veces, de una a otra plantación. Por regla general, los criados se encontraban en situación más favorecida que los trabajadores agrícolas. Olmsted hace referencia a un dominio, en el interior del Mississipi, donde una piadosa hacia trabajar a sus esclavos desde las cuatro de la mañana hasta las nueve de la noche, y el domingo les leía el catecismo o les molía a palos. En cambio, pocos días antes, el propio observador habla visitado a un propietario cuyos veinte esclavos «no hablan recibido un solo golpe en cinco años», se enseñaban a leer mutuamente e invitaban a su amo a compartir la pitanza. «comiendo en la misma olla». En casi todo casi en todo el amplio sur, los pequeños propietarios trabajaban uno al lado de otro con sus esclavos, y los trataban como a sus hijos.

Aunque si se enriquecían y podían adquirir la propiedad de una gran plantación, tal bondad les parecía súbitamente indigna de ellos. De igual modo que el campesino se transformó en proletario el día en que su amo se convirtió en fabricante, cualquier «tio Daniel» que aprendiera a leer con los hijos del viejo amo tuvo que marcharse a la choza de los esclavos cuando el joven señor mandó construir su espléndida vivienda.

»El látigo era el castigo tradicional del esclavo. Encerrar al negro significaba perder su trabajo, racionar su alimento, hacerle perder la salud y por consiguiente su valor económico... El aspecto más inhumano de la esclavitud era la venta, el reparto de las famillas negras entre varios amos».

Los propietarios tenían necesidad de esclavos para cultivar el algodón, y el país entero necesitaba el algodón pata mantener la prosperidad; tal era el argumento que los sudistas empleaban para defenderse. Los del Norte replicaban a este argumento económico con el argumento moral: la esclavitud es un pecado y un crimen contra el ser humano; además, constituye un delito contra la Constitución de los Estados Unidos, fundada en la Igualdad social y racial de todos los ciudadanos. En cuanto al otro aspecto del problema, los nordistas alegaban que la esclavitud perjudicaba a la economía y al desarrollo de la sociedad; en los estados septentrionales, todo el dinero que se ganaba se invertía en escuelas, Iglesias y fábricas; en el Sur, solamente servia para proporcionarse más esclavos negros.

La oposición entre nordistas y sudistas se agudizó paulatinamente. Sin embargo, la esclavitud no era el único motivo de discordia y el problema de los derechos de importación, principalmente contribuía también al desacuerdo. Los estados del Norte exigían para su industria un sistema proteccionista, y el Oeste, en plena expansión, se adhería a sus aspiraciones; en cambio el Sur, casi desprovisto de industria e importador en gran escala, era librecambista. Finalmente, queda por señalar la diferencia de las estructuras y de las mentalidades sociales respectivas: el Norte, industrial, era un país de grandes ciudades, y el Sur se apoyaba en la agricultura; los yanquis eran demócratas, y los sudistas tenían una línea de conducta y unas instituciones aristocráticas; las gentes del Norte se irritaban ante lo que consideraban Indolencia, orgullo e inmoralidad del Sur, y los sudistas, a su vez, despreciaban a los hombres de negocio yanquis, esclavos del dólar, vulgares ignorantes y dotados de un alma de tendero.

Puede decirse que el Norte y el

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