Historia de la Literatura Dominicana.
Enviado por John0099 • 14 de Agosto de 2018 • 3.052 Palabras (13 Páginas) • 589 Visitas
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en el martirio del héroe de "El Número" y de "El Memizo".
Como orador se destacó en la tribuna forense y en la parlamentaria. Sus defensas, algunas de las cuales causaron honda impresión en el ánimo de sus contemporáneos, como las que hizo en favor del General Antonio Duvergé y de Santiago Pérez, todavía se recuerdan como modelos de vigor dialéctico y de elegancia castiza. Los discursos que pronunció en nuestras primeras asambleas legislativas, llevan también el sello de la inteligencia superior que ha hecho de él un procer de las letras. La oración que leyó en 1849, después de tomar a Buenaventura Báez el juramento de rigor como Presidente de la República, es una de las piezas más nobles que se han oído hasta hoy en los recintos del Congreso dominicano.
Manuel María Valencia (1810-1870), fue un poeta de sentimiento que dio pruebas de poseer un estro fácil y una fecundidad desastrosa. De su pluma, según César Nicolás Penson, "salían las décimas con donosa soltura".
Aunque ninguna de sus composiciones pueda servir como ejemplo de buen gusto, ni siquiera dentro de la retórica convencional de la época, no hay una sola de ellas, aún entre las más pobres en colorido poético, que no revele extraordinaria facilidad para la expresión de sus propios sentimientos en versos desgarbados, pero siempre :tiernos" y a veces armoniosos. Su poesía "La víspera del suicidio", pueda servir como testimonio de una de las almas más infantiles y más candorosas que hayan jamás existido.
Escribió Manuel María Valencia., según, parece, gran número de poesías de circunstancias, como, la siguiente:
Si en Italia me encontrara te mandara bellas flores; si en la China,’ los colores de Id calidad más rara: si. en Inglaterra, buscara de aquellas telas muy finas;
"si‘ eh Potosí, de sus minas tendrías lo más especial; más, dé este pueblo fatal sólo puedo enviarte espinas.
Como escritor político, publicó un folleto titulado La verdad y nada más, en el cual hace la historia del movimiento reformista de 1842. A sus títulos como hombre de letras, es preciso añadir’ también los discursos .con que en el Congreso de San Cristóbal subrayó su actividad parlamentaria. En el seno de este primer Congreso, reunido bajo su presidencia, tuvo intervenciones-notables, de tanto decoro en el estilo y tan ajustadas, a veces, al -carácter y a las pasiones de su auditorio, como las que Félix María del Monte pronunciaría más tarde en aquellas nacientes asambleas legislativas.
Javier Angulo Guridi (1816-1884), editó en 1843 Ensayos poéticos, primer libro de versos escrito por un dominicano. Emigró en la niñez a Cuba, pero toda su obra publicada en la expatriación, respira un intenso amor a su tierra nativa. Figura entre los creadores en América de la literatura de tipo indigenista. En 1 867, escribió el drama en verso Iguaniona, publicado quince años después con prólogo de José Joaquín Pérez, y en 1866, dió a la estampa una narración en prosa inspirada en una vieja leyenda indígena, La ciguapa. Algunos de los romances, como el titulado Escenas aborígenes, publicado en 1872, explotan también el motivo sentimental de las costumbres y vicisitudes del indio de las Antillas.
Escribió para el teatro, Cacharros y manigüeros, juguete cómico alusivo a la guerra de la Restauración; Los apuros de un destierro y el drama en verso La campana del higo, estrenado en 1868.
Félix Mota (1822-1861), fue el primer dominicano que intentó aclimatar en la poesía’ de lengua española, los ritmos de la métrica clásica. Sus estrofas sáficas tienen a veces tanta gracia como las de su modelo, el poeta español Esteban de Villegas:
Párese el hombre en su fatal carrera,
Torpe su vida la razón le muestra,
Huye del mando, y ante Dios, lloroso,
Póstrase humilde
No es probable que hayan llegado a conocimiento de Félix Mota, fusilado por amor a la independencia de su patria en 1861, los ensayos de estrofas sáficas que realizaron hacia 1830. Esteban Echavarría y otros poetas hispanoamericanos. Lo que sí resulta evidente es que tuvo en cuenta al autor de las Eróticas o Amatorias, aunque en ningún caso la .imitación llegó a anular en él las facultades creadoras.
EL ROMANTICISMO
El Romanticismo fue un vasto movimiento de ideas liberales que influyeron enormemente en el arte y la literatura. Los orígenes del Romanticismo se remontan a la primera mitad del siglo XVIII en Alemania e Inglaterra, aunque fue a partir del triunfo de la Revolución Francesa (en 1789) cuando este movimiento cobró su verdadera fuerza.
Durante el siglo XIX, la influencia del Romanticismo se dejaría sentir en todo el continente europeo. En toda Hispanoamérica, donde su influencia se sintió desde principios del siglo XIX, las ideas motrices del Romanticismo, como la exaltación del espíritu de libertad y la confirmación del papel protagónico del individuo en la historia, se convirtieron en fuente de inspiración de las luchas por la independencia de nuestros países.
EL MONTERO
Apenas la aurora sacudía su rubia cabellera en el Oriente precediendo al padre de la luz, cuan-
do Juan y Manuel vestidos como el día anterior, cada uno con su perro tirado de los cabos de sus machetes y después de beber dos tazas de café, doblaban la punta de Matancita y emprendían su cacería a la orilla derecha del Nagua. Nuestros monteros caminaban silenciosos y sus perros trotaban a sus lados olfateando e inquietos: ya el sol doraba la cima del Helechal, cuando internándose en la espesura del bosque Juan hizo alto, y apoyándose en un tronco, dijo a su compañero:
—Anoche porque estábamos entre casa y porque oyera una persona que no eres cobarde, te pusiste a decir palabras que me disgustaron y que deseara saber si eres capaz de repetir en es¬te sitio.
El tono insolente de estas razones no dejaron duda al joven de que Juan lo había querido acompañar para batirse, y como uno de los lados más sobresalientes del montero es ese valor que no consulta y arriesga su vida por un dácame allá esas pa¬jas, Manuel contestó con dureza:
—Juan, usted es mayor que yo en edad y debía respetarlo, pero ya hace días que estoy cansado de sufrir sus maneras y sus majaderías, por consiguiente no me desdigo de lo de anoche. Ni a usted ni a nadie tengo miedo, y si lo duda, el paraje en que es-tamos es bueno para probarlo.
—No te
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