Impartición de historia.

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Al contrario de otras clases de historia que he tenido, en esta no me costó ni un poco concentrarme y poner atención, incluso participé (preguntando) sin vergüenza. Estas clases fueron tan inspiradoras que me hacían esperar con ansias los jueves y viernes, para después dejarme con ánimo por todo el fin de semana.

Cada vez sentí más confianza para expresar mis dudas, con un ambiente abierto sin tensión se volvió una clase un poco más personal. No sé sentía como una obligación sino más bien como un gusto, una razón para decir “estoy en la carrera correcta”.

La puntualidad nunca ha sido mi fuerte, por eso mismo sudé frío cuando se dijo que son 15 minutos de tolerancia y después se cierra la puerta. Esto aunado a que puedes reprobar con faltas, me hizo esforzarme mucho por llegar a tiempo, cosa que en veces logré y en veces no. Aunque digo que mi esfuerzo y preocupación por la puntualidad y asistencia fue por no salir mal en la materia, en el fondo (no tan al fondo) sé que lo que más peso hace en mí no es el reprobar sino el perder una clase que realmente disfruto y ansío, al grado de convertirse en mi favorita.

Recuerdo ser preocupona para los exámenes desde la primaria, estudiando mucho, repasando una y otra vez con miedo a olvidar algo. Por eso mismo fue que cuando se aproximaron las fechas para examen de historia pensé que sería lo mismo de siempre. Entonces fue cuando, como de costumbre, terminé sorprendiéndome con la materia. Si bien mis nervios no desaparecían, quedaban opacados por la gran emoción que me daba investigar sobre lo que con tanto interés hablamos en clase.

Especialmente el arte egipcio, fue para mí una fuente de inspiración. Ver la grandeza de las creaciones del hombre, la destreza que tuvieron para expresar su ideología a través de la belleza. En resumidas cuentas, quedé fascinada con todo ello.

Siento que todo este programa para ver el transcurso de la historia desde el punto artístico ha de tener de mobjetivo provocar lo que estoy sintiendo por el arte: una tremenda atracción. Si no es el programa, entonces el profesor. Realmente dudo que este despertar sea cosa del azar.

Las clases se fueron volando con gracia entre cultura y cultura. Llegamos a oriente para darnos cuenta de un mundo creativo del que teníamos noción pero ni idea de lo que realmente fue. Si bien sabía que el arte oriental era sumamente meditado, intrincado y a la vez delicado, no me imaginaba que tuviese tanta obra y peso en la historia, mucho menos pensé que me pudiera causar tal fascinación.

Todo fue tan fluido que no parecía una clase, aprendiendo entre risas se sentía casi como si fuera más un viaje de placer, como cuando vas de visita a algún lugar boscoso donde cuentas anécdotas para entretenerte.

Creo que jamás en la vida había estado tan emocionada por un examen, además de el de admisión a la universidad, hasta que tuve que estudiar para la prueba del arte de Grecia y Roma. Esa semana estaba realmente atareada y con mucho estrés. Tenía dos exámenes incluyendo el de historia, por lo que pensé colapsaría mentalmente como en ocasiones de estrés anteriores he hecho. De nuevo quedé sin palabras cuando comencé a estudiar. En vez de frustrarme o preocuparme por lo que debía aprender, resultó ser una tarea de lo más placentera. Con música de fondo, apuntes y varios (bastantes) dibujos de acompañamiento, logré relajarme lo suficiente como para que al terminar quedara felizmente dormida.

Creo que esta clase ha sido fundamental en mi motivación escolar. Todo respecto a ella me ha hecho querer seguir adelante con este proyecto que es mi carrera. Agradezco que haya sido de esta manera.