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Imperio inca Acerca de la juventud de Pizarro se sabe poco

Enviado por   •  2 de Octubre de 2018  •  4.129 Palabras (17 Páginas)  •  441 Visitas

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El testimonio quechua de Guaman Poma de Ayala sobre el encuentro entre españoles y Atahualpa es el siguiente: Don Francisco Pizarro y don Diego de Almagro y fray Vicente de la orden del señor san Francisco. Como Atahualpa Inca desde los baños se fue a la ciudad y corte de Cajamarca y llegado con su majestad y cercado de sus capitanes con mucho más gente, doblado de cien mil indios, en la ciudad de Cajamarca, en la plaza pública, en el medio en su trono y asiento, gradas que tiene (que) se llaman usno se sentó Atahualva Inca. Y luego comenzó don Francisco Pizarro y don Diego de Almagro a decirle con la lengua (lenguaraz o intérprete) Félipe, indio Guancabilca. Le dijo que era mensaje y embajador de un gran señor y que fuese su amigo que sólo a eso venía. Respondió muy atentamente lo que decía don Francisco Pizarro y lo dice la lengua, Felipe, indio. Responde el inca con una majestad y dijo que será la verdad que tan lejos tierra venían por mensaje, que lo creía que será gran señor, pero no tenia que hacer amistad, que también que era él gran señor en su reino. Después de esta respuesta, entra con la suya fray Vicente, llevando en la mano derecha una cruz y en la izquierda el breviario. Y le dice al dicho Atahualpa Inca que también es embajador y mensajero de otro señor, muy grande amigo de Dios y que fuese su amigo y que adorase la cruz y creyese el Evangelio de Dios y que no adorase en nada, que todo lo demás era cosa de burla. Responde Atahualpa Inca y dice que no tiene que adorar a nadie sino al Sol que nunca muere ni sus guacas y dioses [que] también tienen en su ley: aquello guardaba. Y preguntó el dicho inca a fray Vicente quién se lo había dicho. Responde fray Vicente que le había dicho el Evangelio, el libro. Y dijo Atahualpa: dámelo a mí, el libro, para que me lo diga. Y así se lo dio y lo tomó en las manos; comenzó a hojear las hojas del dicho libro. Y dice el dicho Inca que, como no me lo dice, ni me habla a mí el dicho libro, hablando con grande majestad, sentado en su trono, y lo echó el dicho libro de las manos, el dicho inca Atahualpa. Cómo fray Vicente dio voces y dijo: ¡Aquí, caballeros, con estos indios gentiles son contra nuestra fe! Y don Francisco Pizarro y don Diego de Almagro, de la suya, dieron voces y dijo: ¡Salgan, caballeros, contra estos infieles que son contra nuestra CrÍstiandad y de nuestro ernperador y rey, demos en ellos! Y así luego comenzaron los caballeros y dispararon sus arcabuces y dieron la escaramuza y los dichos soldados a matar indios como hormigas y de espanto de arcabuces y ruido de cascabeles y de las armas y de ver primer hombre jamás visto, de estar lleno de indios la plaza de Cajamarca. Se derribó las paredes del cerco de la plaza de Cajamarca. Y se mataron entre ellos, de apretarse y pisarse y tropezarse los caballos, murieron mucha gente de indios, que no se pudo contar. De la banda de los españoles murieron cinco personas, de su voluntad, porque ningún indio se atrevió, de espanto asombrado. Dicen que también estaban dentro de los indios muertos, los dichos cinco españoles. Deben de andar tonteando como indio, deben de tropezarse los dichos caballeros. Y así se le prendió don Francisco Pizarro y don Diego de Almagro al dicho Atahualpa Inca, de su trono. Le llevó sin herirle. y estaba preso con presiones y guarda de españoles, junto del capitán don Francisco Pizarro. Quedó muy triste y desconsolado y desposeído de su majestad, sentado en el suelo quitado su trono y reino. En su prisión, Atahualpa urdió nuevos planes: Habiendo observado la avidez de oro de los españoles, decidió beneficiarse de aquella debilidad; a cambio de su libertad les prometió colmar dé oro puro el aposento en que estaba encerrado hasta donde alcanzara su mano -.la sala medía siete metros de largo por cinco de ancho - Pizarro aceptó la proposición. Atahualpa envió inmediatamente correos a todos los rincones del inmenso país con orden de traerle todo el oro que pudieran. Un espectáculo extraordinario sucedió a aquella orden: de todas partes llegaron indios aportando tesoros para pagar el rescate de su amado jefe. Pizarro se declaró satisfecho y parece que firmó una declaración en tal sentido; entonces, Atahualpa requirió al español a que cumpliera su palabra devolviéndole la libertad, pero Pizarro no tenia la menor intención de hacerlo. El inca fue llevado ante un tribunal acusado de haber depuesto y asesinado a su hermano, de conspirar contra los españoles y de haber adorado dioses falsos; por tales delitos se pidió para él pena de hoguera, a menos que aceptara la fe cristiana, en cuyo caso, en vez de quemarlo, lo estrangularían.

El testimonio quechua de Guaman Poma de Ayala sobre el encuentro entre españoles y Atahualpa es el siguiente: Don Francisco Pizarro y don Diego de Almagro y fray Vicente de la orden del señor san Francisco. Como Atahualpa Inca desde los baños se fue a la ciudad y corte de Cajamarca y llegado con su majestad y cercado de sus capitanes con mucho más gente, doblado de cien mil indios, en la ciudad de Cajamarca, en la plaza pública, en el medio en su trono y asiento, gradas que tiene (que) se llaman usno se sentó Atahualva Inca. Y luego comenzó don Francisco Pizarro y don Diego de Almagro a decirle con la lengua (lenguaraz o intérprete) Félipe, indio Guancabilca. Le dijo que era mensaje y embajador de un gran señor y que fuese su amigo que sólo a eso venía. Respondió muy atentamente lo que decía don Francisco Pizarro y lo dice la lengua, Felipe, indio. Responde el inca con una majestad y dijo que será la verdad que tan lejos tierra venían por mensaje, que lo creía que será gran señor, pero no tenia que hacer amistad, que también que era él gran señor en su reino. Después de esta respuesta, entra con la suya fray Vicente, llevando en la mano derecha una cruz y en la izquierda el breviario. Y le dice al dicho Atahualpa Inca que también es embajador y mensajero de otro señor, muy grande amigo de Dios y que fuese su amigo y que adorase la cruz y creyese el Evangelio de Dios y que no adorase en nada, que todo lo demás era cosa de burla. Responde Atahualpa Inca y dice que no tiene que adorar a nadie sino al Sol que nunca muere ni sus guacas y dioses [que] también tienen en su ley: aquello guardaba. Y preguntó el dicho inca a fray Vicente quién se lo había dicho. Responde fray Vicente que le había dicho el Evangelio, el libro. Y dijo Atahualpa: dámelo a mí, el libro, para que me lo diga. Y así se lo dio y lo tomó en las manos; comenzó a hojear las hojas del dicho libro. Y dice el dicho Inca que, como no me lo dice, ni me habla a mí el dicho libro, hablando con grande majestad, sentado en su trono, y lo echó el dicho libro de las manos,

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