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La época colonial americana

Enviado por   •  25 de Febrero de 2018  •  2.933 Palabras (12 Páginas)  •  401 Visitas

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En esa sociedad ser intelectual era otra forma de hidalguía. Muchos de los intelectuales pertenecían al clero, y la sola posesión de una sólida cultura revelaba una superioridad que confirmaba la condición hidalga. Eran una especie de “hidalguía virtual”. La vida conventual participaba de la dignidad de las clases altas y en ella se cultivaban tanto las letras como el estudio.

La otra subsociedad estaba conformada por el “resto”, los excluidos: por un lado se encontraban los blancos, europeos, dedicados al pequeño comercio y a los negocios financieros, y por el otro, y en el último escalón social, los grupos sometidos, las mayorías: indios, negros, mestizos y mulatos.

La sociedad hidalga tenía su campo de acción y lucimiento en las cortes que se conformaron alrededor del poder político. Estas cortes constituyeron el ornamento del poder virreinal en México y Lima. Se formaban con grupos de ricos señores y damas aficionadas a la poesía, rodeados de prelados, juristas y funcionarios que se empeñaban en hacer alarde de un estilo de vida semejante al de las cortes peninsulares, por afán de consolidar su propia posición social, pero también por la ilusión de llevar en el destierro colonial una vida noble. Pero una vida noble requería organizar todo un sistema para que no sólo pudieran llevarla los privilegiados sino también para que todos los demás la contemplaran como un espectáculo de la superioridad de unos pocos (la vida como un gran teatro). En las fiestas cortesanas se encontraban los elegidos, se ejercitaban las artes de la cortesía y la etiqueta, se coqueteaba y se hablaba poesía, se cantaba y se bailaba en un ambiente refinado y elegante. En tanto, en las fiestas públicas de la corte, en las que brillaban las clases hidalgas, la función del populacho era la de hacer de coro, aplaudiendo el espectáculo de magnificencia del que eran espectadores.

Prevalecía en la corte una concepción frívola de la vida, vida ociosa, alejada lo más posible de los oficios manuales y mecánicos, y un deseo de ostentación y lujo en todos los órdenes: la vestimenta, las casas ambientadas como grandes palacios, el mobiliario, la vajilla, las diversiones y los pasatiempos. Incluso la prodigalidad de los señores no era sino un signo más de ostentación. Esto tuvo un impacto directo en la economía de la Colonia: la aristocracia terrateniente absorbió en provecho propio los recursos de la tierra. Las rentas extraídas de sus propiedades se dilapidaban en gastos suntuosos en las ciudades, que sorprendían por su lujo. Se dilapidó el producto de la tierra sin provecho para la economía de América, en una acertadamente llamada “economía del derroche”.

Con el paso del tiempo y el surgimiento de nuevas ciudades, se diferenciaron de estas ciudades hidalgas las ciudades mercantiles (puertos y ciudades mineras). En éstas no había escrúpulos hidalgos, sólo regía el prestigio social por la riqueza. Otra de las características que las diferenciaban era que se podía observar en general un relajamiento de las convenciones sociales, éticas y morales: abundaban los prostíbulos, las casas de juego, los crímenes, el desenfreno general. Por otra parte, en las ciudades portuarias se propició el auge de los negreros y los contrabandistas.

Ciudades preferentemente hidalgas y ciudades preferentemente mercantiles esbozaron dos estilos de vida que coexistieron, en rigor, en todas las ciudades, porque ni las clases dominantes lograron sustraerse, por obvia necesidad, a las actividades mercantiles, ni los sectores mercantiles dejaron de acariciar la esperanza de alcanzar algún día el lustre de las clases ociosas. El comercio como fuente del dinero era, en ambas ciudades, y a pesar de algunos, el centro de la sociedad. Pero la hidalguía fue una obsesión predominante durante los dos primeros siglos que siguieron a las fundaciones. Sólo a partir de mediados del siglo XVIII un creciente pragmatismo permitió abandonar poco a poco las ostentosas fantasías de los aventureros empeñados en hacer parecer antiguos sus apellidos y blasones.

- La cultura hispanoamericana: El Barroco como estilo de vida.

Hacia el año 1600 las colonias estaban ya en plena activad, especialmente los dos grandes virreinatos de México y del Perú). El mundo colonial se desarrolló con asombrosa rapidez. La literatura y las artes encontraron el apoyo de las universidades y las escuelas, de los conventos, de las autoridades políticas y eclesiásticas. Tan pronto como el teatro se hizo pasatiempo de moda, se construyeron teatros privados en los palacios de México y Lima. Era una sociedad barroca, de riqueza fácil, de lujo y canciones, y que tenía mucho en común con el período Barroco en que entraba Europa.

Uno de los principios que en los tiempos de la colonia guiaban a aquella sociedad, después de la religión, era la cultura intelectual y artística. Hacia mediados del siglo XVI comenzamos a encontrar nombres de escritores y artistas nacidos en América, pero la verdadera originalidad del siglo no se la dieron estos hombres, sino las obras de arquitectura y teatro que comenzaron a mostrar una mezcla de las dos culturas: la europea y la indígena. Esta manifestación artística estuvo enmarcada en la corriente artística que en ese momento regía las producciones artísticas en Europa: el Barroco.

Es importante destacar que el Barroco en América no se limitó al arte, sino que había también un elemento barroco en la moda y en la conversación: Las gentes exageraban en el vestir, en los gestos, en los bailes y en las plegarias. En la artificiosa y espléndida vida cortesana los poetas trataban de superarse unos a otros en frases adornadas, imágenes fantásticas, comparaciones raras. La gente tenía apasionado interés por los estudios humanistas y por las empresas teológicas. El estilo criollo, tanto en ideas como en palabras, era sobrecargado, conceptuoso y artificial. Fue propio de la mentalidad hidalga acogerse a esa concepción barroca de la vida, según la cual podía casi borrarse la dura realidad, encubriéndola con la vasta ficción del mundo como un gran teatro.

En la vertiente hispanoamericana el Barroco se prolongó con más insistencia en el siglo XVIII. Fue una revolución de formas y de ideas y no una mera secuencia del período anterior. Quizá también en la vertiente americana del barroco se pueda observar una mayor insistencia en el adorno y una mayor persistencia en las letras del siglo XVII que en la Península.

El Barroco de Indias abarca diversos aspectos: es un arte de la arquitectura, una manera cortesana en que el buen decir es requisito ineludible, también una poesía sensual y rica en sonoridades, y por último

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