Los gobiernos progresistas en América Latina
Enviado por tomas • 14 de Enero de 2019 • 3.829 Palabras (16 Páginas) • 455 Visitas
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- Puntos comunes de los gobiernos progresistas
En segunda parte, trataremos de estudiar los puntos comunes que comparten esos gobiernos llamados progresistas. En primer lugar, todos esos procesos fueron llevados a cabo por presidentes muy carismáticos. En América latina los vestigios populistas y la centralidad de los presidentes han sido y siguen siendo determinantes para la consolidación de los gobiernos. Hablamos de caudillos. Lula por ejemplo, intenta nacionalizar su leadership con el “lulopetismo”. Chávez se vuelve un emblema cuando gana las elecciones en 1998. Comunicaba directamente con el pueblo, la proximidad que tenía con los venezolanos era más arriba de las estructuras burocráticas del Estado. El Estado se vuelve sinónimo de un personaje. Correa siguió el ejemplo de Chávez configurando varias dinámicas de medios como fue el caso del programa de TV en el que Chávez contestaba a preguntas de las clases populares. La expresión “Artos Evos por aquí” hace referencia al hecho de que representa a la base indígena-campesina constitutiva del pueblo boliviano y cree una relación identitaria con él (R. Herrera, 2017). En Argentina, Kirchner gracias a su personalidad y a su formación económica llega a encarnar mejor que su marido Néstor el imaginario peronista. En Salvador Mauricio Funes llega a tener cierta notoriedad gracias a su carisma y su profesión de periodista pero a pesar del apoyo de la izquierda la ausencia de una base social y sindical le impidió ganar las elecciones. En los círculos intelectuales se empezó a hablar de “hiper leadership” a pesar de una producción teórica limitada.
En el principio de los años 2010 esos gobiernos latino-americanos se unían en su definición de progresista o “post-neoliberal” por afinidades ideológicas, económicas, y personal. Marc Saint-Upéry (2007) hace referencia a una “ola sin precedentes” y además impresionante por el contraste con décadas anteriores caracterizadas por políticas neoliberales muy duras. Una de las razones de ese giro político es justamente el agotamiento de los modelos neoliberales. Nacían en las ruinas de la “década perdida” del ciclo neoliberal que había dejado esas sociedades latinoamericanas dislocadas por el peso del consenso de Washington. La tasa de crecimiento promedio del PIB latinoamericano paso de 5,84% durante los años 60/70 a 1,18% durante los años 80 (Herrera, 2017). Unas consecuencias desastrosas agravadas por las multiplicaciones de las privatizaciones en los sectores de la salud, educación, energía y en el servicio de aguas y que se repercutirán sobre las poblaciones. En definitiva, lo que tienen en común son los contextos de emergencia caracterizados por las herencias neoliberales y el contenido de sus proyectos políticos “post-consenso de Washington”. Se observa el refuerzo del Estado y de su intervención especialmente en algunos sectores como exportación de materias primas y recuperar sectores como el petróleo. Se veía ya no como enemigo sino como herramienta de transformación. Las energías se vuelven prioritarias aunque la nacionalización no es siempre la contesta. Esa capacidad de intervención se inclino hacia el ámbito social.
También tenían en común la urgencia de pagar la deuda social de los Estados hacia las poblaciones, particularmente para mejorar las condiciones de vida de las clases populares. Obraron con ese objetivo con medios diferentes, políticas distintas, con programas sociales directamente financiados por el estado como en Venezuela con las misiones bolivarianas, o modelos de transferencias monetarias condicionadas con el modelo brasileño “bolsa familiar” que salió a 40 millones brasileños de la pobreza permitiéndolos instaurarse en el consumo popular. Se trata en este caso de una inversión a largo plazo para la generación siguiente. Esa batalla contra la deuda social fue un éxito y los organismos internacionales como la CEPAL, la ONU, la FAO decretaron que sobre lo que llamamos el “desarrollo”, América latina fue la región del mundo que ha ido lo más lejos. Constatamos que las clases medias se constituyeron y se reforzaron, la capacidad de acumulación de capital no fue afectada (persistencia del sector privado). No se podrá negar los progresos en materia de reducción de desigualdades gracias a la redistribución de renta petrolera más fuerte de Venezuela. A raíz del acuerdo (ALBA) se desarrollo una serie de misiones sociales para mejorar las condiciones de vida de los pueblos en los campos de la salud, educación, alimentación, alojamiento (C. Ventura, 2014).
Esos países tuvieron también una voluntad de estabilidad democrática es decir que tienen en común su vínculo con la democracia en tanto régimen político. El proceso de democratización instauro en el imaginario social y sentido común la convicción de que ganar elecciones populares y convertirse en gobiernos constituía la vía más adecuada para transformar la sociedad y profundizar la democracia. Esas mismas fuerzas políticas apelaron a sucesivos mecanismos electorales contemplados en las Constituciones para adoptar decisiones políticas. En experiencias como las de Bolivia, Ecuador, Venezuela y Argentina la proliferación de instancias y espacios de participación popular significan un avance democrático teniendo en cuenta que históricamente fueron países con mayorías dominadas por elites económicas y políticas que dirigían los gobiernos de espaldas a la ciudadanía y que el ciclo anterior tenía como herencia la dictadura. Los diversos referéndums y consultas populares lanzados por los gobiernos de Chávez, Morales y Correa sirvieron a someter a votación la sociedad sobre temas en relación con las reformas constitucionales y problemáticas publicas como la seguridad y el papel de los medios de comunicación. Las reformas constitucionales boliviana, ecuatoriana y venezolana han marcado un nuevo paradigma en la concepción del estado con la presencia de nociones como los derechos de la tierra, el buen vivir, el Estado ecológico y plurinacional. La participación de las clases populares queda de actualidad hasta hoy en día. Por lo que trata de Venezuela, se puede resumir como una descentralización de la participación social hacia abajo y una centralización del poder político con la creación del Partido Socialista Único de Venezuela.
El quinto y último punto es el de la integración regional con la idea de que el destino de emancipación de cada nación latinoamericana era ligada a la capacidad de trabajar en una dinámica de integración y de cooperación interestatal que pudo funcionar sobre todo gracias a afinidades entre los jefes de gobierno para construir un equilibrio de poder dentro de la región e ir hacia cooperaciones más profundas
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