TENSORES REACCIONARIOS A COMBATIR Y TENSORES PROGRESISTAS A INCENTIVAR PARA LOGRAR LA INSTITUCIONALIZACIÓN E INNOVACIÓN PÚBLICA EN AMÉRICA LATINA.
Enviado por mondoro • 14 de Febrero de 2018 • 15.697 Palabras (63 Páginas) • 396 Visitas
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Desde la dimensión práctica se va atender a los grandes retos de mejora e innovación a los que se enfrentan actualmente las administraciones públicas. Es obvio que nuestras instituciones tienen que ser más transparentes, que sepan manejar mejor la información para ser inteligentes, que tienen que utilizar las novedades tecnológicas, que deben fomentar la colaboración público-privada. Y que esta agenda de prioridades no puede ser tratada solo de forma autista desde una visión académica sino que hay que afrontarla en la práctica y que responda con una cierta solvencia a las preguntas que nos acucian: ¿qué hay que hacer exactamente? y ¿cómo hay que hacerlo?
- Los esfuerzos de institucionalización en América Latina y el falso “día de la marmota”: Los tensores institucionales reaccionarios versus los tensores institucionales progresistas (de institucionalización y de innovación).
Utilizo aquí la metáfora de la célebre película en que Phil Connors (Bill Murray), un meteorólogo algo frustrado, acude para retransmitir el comportamiento de una marmota al pequeño pueblo de Punxsutawney, en el que cada 2 de febrero ésta determina cuánto tiempo queda hasta que termine el invierno, esta tradición local se conoce como el día de la marmota. Lo que no imagina el protagonista es que deberá pasar la noche en el pueblo debido a una tormenta de nieve y, a la mañana siguiente, misteriosamente volverá a revivir el mismo día. Y así, sucesivamente.
Esta película me parece una buena metáfora en un doble sentido: por una parte todos nosotros oteamos casi a diario el horizonte para ver cuando va a finalizar el invierno institucional en el que está sumergida América Latina. La primavera institucional parece cercana pero no acaba de llegar y nos agarramos a cualquier indicio que nos la anuncie como inminente. En un segundo sentido, la mayoría hemos vivido una serie de acontecimientos en el pasado que nos han inducido a pensar que estábamos ganando la lucha para lograr una mayor fortaleza institucional pero, al cabo de un tiempo, nos levantarnos una mañana y notamos que nada había cambiado y, que en un estado de regresiones cíclicas, volvíamos al pasado y a volver revivir miserias institucionales que ya habíamos dado por superadas. Las reformas institucionales impulsadas durante las últimas décadas han seguido siempre la misma secuencia: avanzamos con fuerza aunque con paso inseguro en mejoras y arreglos orientados a lograr una mayor institucionalidad y después de grandes esfuerzos volvemos al punto de partida sin lograr cristalizar y generalizar los éxitos parciales logrados hasta el momento. Y vuelta a empezar hasta llegar a un estado de abatimiento general totalmente agotados de volver a vivir las mismas situaciones administrativas que ya habíamos dado por superadas y nos sentirnos sumergidos en un bucle del tiempo que nos impide avanzar en el desarrollo institucional.
Esta puede ser la sensación que todos tenemos y es obvio que no es producto de nuestra imaginación: avanzamos y avanzamos pera volver cada cierto tiempo al punto de partida y vuelta e empezar. De todos modos, si bien es cierto que padecemos constantemente de una serie de periódicas regresiones institucionales (que tendremos que analizar más adelante para descubrir y proponer los mecanismos necesarios para salir de este perverso túnel del tiempo) también hay que decir que este constante revivir el día de la marmota tiene sus matices. En este sentido quiero hacer notar que cada día institucional parece el mismo que el día anterior pero que no es exactamente el mismo. El marco, la distribución de los actores, los aromas y los acontecimientos parecen iguales a los del pasado pero no lo son del todo. Hay matices que son distintos de un día a otro y que considero que desmienten que estemos insertos en un bucle del tiempo. En todo caso lo que sí se puede afirmar es que avanzamos de forma muy y muy lenta y que esto es inaceptable y que tenemos que encontrar las fórmulas para hacer avanzar el tiempo institucional a los tiempos que nos autoexigimos y a los que nos obligan los tiempos económicos y sociales que van mucho más rápido.
En definitiva, hay que partir del principio que considero cierto que llevamos dos décadas avanzando en una mayor fortaleza institucional de nuestras administraciones públicas. Los avances son casi imperceptibles si los miramos con el filtro de nuestras exigentes expectativas y si los analizamos en periodos de tiempo limitados o en momentos de crisis y de regresión del sistema. Pero si miramos ahora, en la mayoría de los países, nuestra situación en relación a hace unos cuantos años sí que es posible percibir una mejora evidente. Tenemos cada vez más “islas de excelencia” en los sectores críticos de nuestra red de organizaciones públicas que funcionan de forma solvente y con un elevado rendimiento institucional: agencias reguladoras, unidades de recaudación de impuestos y aduanas, centros planificadores de políticas de salud, educativas y sociales, unidades de control (contraloría), unidades operativas de prestación de servicios o de trámites administrativos, etc. También mejoran los instrumentos a nivel de planificación, diseño organizativo de estructuras y procesos, gestión de recursos humanos, participación, evaluación del desempeño e incluso regulación de la dirección pública profesional. Además la legislación avanza de forma evidente en temas de transparencia, regulación, función pública (profesionalización del empleo público) aunque a nivel material los progresos sean más discretos. Es obvio que estamos mucho mejor que hace una o dos décadas y es evidente que no estamos en la situación positiva que todos consideramos que, por los esfuerzos realizados, tendríamos que estar. El sistema institucional premoderno y clientelar sigue muy vivo y presente en nuestra realidad administrativa por culpa de unos tensores reaccionarios que nos dificultan un avance más decidido en la agenda reformista.
Es ahora el momento de analizar estos tensores reaccionarios y buscar alternativas de tensores institucionalmente progresistas que nos permitan contrarrestar a los primeros y lograr, de una vez por todas, una mayor fortaleza institucional que no generen una excesiva burocracia y consigan un diseño organizativo sólido, fiable y confiable que aporte seguridad jurídica. Seguridad institucional de corte moderno que sea permeable a una cierta flexibilidad que acomode en su seno a la innovación y no la castre. Éste es un dilema importante: lograr una mayor solidez institucional pero sin renunciar a la innovación. Estamos ante un dilema clásico: tradición frente a innovación. El modelo institucional antiguo politizado y clientelar hay que sustituirlo por un modelo institucional moderno
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