PRIMER PARCIAL HISTORIA CULTURAL ARGENTINA
Enviado por Sara • 8 de Julio de 2018 • 4.471 Palabras (18 Páginas) • 461 Visitas
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Halperín muestra que las ambigüedades, y las contradicciones tienen nombre propio: Belgrano, Vieytes, Pueyrredón, Moreno, etc. Su vida estaba atravesada por sus experiencias en la monarquía, que habían defendido a través de la pluma o de la espada. Defensa que cada uno realizaba según su propia idea de monarquía y que, en casi todos, se traducía en la necesidad de modernizarla, menos a partir de la búsqueda de la mayor utilidad general de la Corona ya reformada del siglo XVIII, que del bien común de corporaciones particulares-varias de ellas consecuencia de las reformas ilustradas- que representaban. Funcionarios y letrados durante el virreinato, estos miembros de las elites locales serán los oradores, los gobernantes y los dirigentes del proceso creador de la revolución, en el que ellos mismos se crearán como americanos, revolucionarios y republicanos
Tal como lo expone el historiador Halperín Dongh: Mayo es para Mariano Moreno, “el mito fundador”, la revolución en palabras suyas fue: “la instauración de un orden cuyos rasgos esenciales habían sido fijados por Rousseau” y que en la visión de Moreno se sintetizaron en el pacto social, la soberanía popular expresada como la voluntad general y el amor a la patria como principio de carácter ético y político. Pero tal como lo advierte el historiador Mariano Moreno, que descubre una tradición jurídica rica en elementos humanísticos, no obstante - “no acompaña un marco histórico igualmente rico y nítido”.
Halperín otorga un lugar principal a la militarización. La formación de los revolucionarios como elite dirigente ya no dependerá de la supuesta superioridad cultural de sus miembros, sino de su rol como militares. Desde la resistencia a las invasiones inglesas en 1806 y 1807, la militarización de la política adquiere una relevancia fundamental en los principales conflictos institucionales del virreinato durante la crisis monárquica: la destitución de Sobremonte por una junta de guerra, la designación de Liniers como nuevo virrey, su defensa en la sublevación del 1 de enero de 1809, la constitución de la Primera Junta (integrada por nueve miembros de los cuales seis habían combatido contra los ingleses en las milicias). Esta relevancia militar en la política comunal del Río de la Plata continuaría en la revolución, que haría del letrado y del soldado un modelo de ciudadano. Más que Rousseau o los principios de la Revolución Francesa o norteamericana, es el ejército el "instrumento político por excelencia" del poder revolucionario.
Para Halperín, la imagen del cuerpo político que la revolución construye mantiene varias de las características del antiguo régimen. Una de ellas: la distinción como criterio de organización social. En el decreto de supresión de honores -"pequeño tratado de virtud republicana" contra los privilegios antiguos identificados en la figura de Saavedra-, Moreno puede exaltar el principio de igualdad y limitar al mismo tiempo la participación en funciones públicas a los "ciudadanos decentes", reflejando el "delicado equilibrio social propio del viejo orden". El nuevo sistema de libertad de la revolución, que sus propios actores denominaban "republicano", tampoco sería contradictorio con la esclavitud, conservada aun después del decreto de libertad de vientres de 1813 bajo el argumento del respeto a la propiedad y de la incapacidad de los negros a ejercer su libertad.
Halperin muestra que la revolución no sólo refiere al acto por el cual se instituye la junta de mayo sino también a un nuevo universo de representaciones en el que se inscriben las prácticas políticas y que puede ser observado bajo el cristal de la invención. La creación de un pasado, de una causa, de un pueblo, de un enemigo, forma parte de esta dinámica de invención.
El problema básico de la etapa de revolución era la invención de la política, es decir la creación de un nuevo tipo de actividad que crea nuevos tipos de conexiones; Es por ello que el problema de la autodefinición de la élite es central .Teniendo en cuenta lo anteriormente dicho Tulio Halperin Donghi propone, y da sentido, a una revolución-problema. En primer lugar, el problema de legitimidad: si inicialmente la revolución encontraba en la monarquía sus fundamentos legítimos, pronto se asumirá como un nuevo orden de libertad y fuente misma de legitimidad política contra una lectura unívoca de la monarquía sintetizada en la fórmula "antiguo orden" o "tiranía". En segundo lugar, el problema de identificación: de una causa, de un enemigo, de un pueblo con su dirigencia. Y por último, en tercer lugar, de un lenguaje para instalar toda una cultura política de reemplazo.
Halperin da cuenta del pensamiento político español del siglo XVIII: articulado sobre una cultura republicana de la monarquía católica, Halperin reconstruye este pensamiento y señala dos características, necesarias para entender la institución de la Primera Junta sobre el principio de soberanía del pueblo, y el republicanismo de los hombres de 1810: el culto estético a las virtudes de las repúblicas antiguas y la reflexión sobre el origen y los límites al poder real, concebido como poder del pueblo en un orden natural.
La ilustración en el Virreinato del Río de la Plata a fines del siglo XVIII; las transformaciones de Buenos Aires de ciudad marginal de la monarquía hispánica en ciudad comercial; luego, con la resistencia a las invasiones inglesas, en ciudad guerrera; la opinión pública, la plebe urbana, la constitución de "facciones" y líderes; el gobierno de la revolución, sus hombres, sus discursos políticos, su cultura republicana; los recursos durante el virreinato y algunos aspectos económicos de la revolución contextualizan la formación de una elite dirigente. Instituida en sujeto y empresa de transformación política y social, la revolución, señala Halperín, comienza como una "aventura estrictamente personal de algunos porteños", a la que se sumarían miembros de las elites provinciales”.
Con respecto a si hubo o no revolución ser puede afirmar que si la hubo, ya que Halperín Donghi sostiene que “la noción de revolución está entonces en el punto de partida de toda la historia de la Argentina como nación”. Concluye advirtiendo a los que quieren explicar nuestro surgimiento como nación, sólo seria acaso oportuno recordarles un hecho demasiado evidente para que parezca necesario mencionarlo, “un hecho que, por ocupar el primer plano del panorama, es sin embargo fácil dejar de lado: que lo que están estudiando es, en efecto, una revolución”.
Para Halperín, la constitución de la Primera Junta constituye en
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