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Proceso de Cristo CAPITULO PRIMERO

Enviado por   •  19 de Diciembre de 2018  •  5.556 Palabras (23 Páginas)  •  515 Visitas

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Torah o Ley, siendo tales libros el Génesis, el Éxodo, el Levítico, los Números y el Deutemnomio, en ellos se encuentra lo que se conoce como tipificación delictiva, que es, la prevención de diversos delitos.

El Sanhedrín

Este era el "tribunal supremo de los judíos, algunos afirman que se creó en el siglo II a. C. y otros dicen que se remontan a la época de Moisés. En el libro de Los Números del Antiguo Testamento se creó por mandamiento divino, de esta supuesta manera: " Y el Señor le dijo a Moisés: reúne a setenta hombres de los ancianos de Israel a quienes tu conozcas, que sean ancianos del pueblo y sus rectores, y llévalos al Tabernáculo y comparezcan allí conmigo". Así se asevera que Moisés escogió a varias personas piadosas y rectas para que ayudaran en la decisión de causas y que Dios las lleno con su espíritu para que con su consejo condujeran a la gente por el camino de la religión y la justicia. En consecuencia, por su origen divino, ese grupo de ancianos y maestros en la ley, llamado Sanhedrín, se conoció como el Tribunal de Jehová, cuyas resoluciones tenían el rango de "fallos de Dios". Este tribunal conocía de delitos graves, como la blasfemia, se castigaban con la pena de muerte, cuyo decreto, debía ser homologado por el gobernador romano.

CAPÍTULO TERCERO

El proceso de Jesús ante el Sanhedrín

Cristo fue un renovador espiritual de la humanidad, no un revolucionario político. Tampoco Cristo pretendió abolir la o ley judía, es más, a ésta la invocaba para apoyar el mejoramiento humano y convertido en ley universal católica, para todos los hombres de la tierra. Al respecto, es pertinente evocar las palabras del Salvador: "No penséis que he venido a abrogar la ley de los profetas, sino a darle cumplimiento". El hijo de Dios no viene a destruir todo eso, sino a perfeccionarlo.

La doctrina de Jesús confirma la causa de su proceso. Se encuentra expuesta en el Sermón de la Montaña a través de las Bienaventuranzas. Según el autor citado, Cristo se dirige a sus discípulos y a todos sus seguidores "levantando sus ojos al cielo, para dar a entender que su doctrina venía de lo Alto" y manifestando en su Sermones donde él contaba sus bienaventuranzas.

En el fondo substancial de las citadas bienaventuranzas palpita el excelso sentimiento del amor, que es la "Caritas" o "caridad" que no debe confundirse con la limosna. Amar al prójimo es el impulso del alma para procurar el bien a los hombres no sólo con una simple intención, sino con una conducta activa en todos los órdenes sociales y a todos los hombres de la tierra. El amor cristiano es universal y no se contrae sólo a los amigos, sino que se extiende a los enemigos, contrariamente a la proclamación del antiguo testamento en el sentido de aborrecerlos. Las enseñanzas del Salvador, tendientes a universalizar los postulados que deben regir la conducta de los hombres, son las que todo cristiano debe cumplir. El Cristianismo no es una religión confinada en los claustros ni en los templos ni solamente observable en los ritos, en ceremonias litúrgicas y en el culto. Por lo contrario, los principios cristianos, las ideas morales que involucran y los valores espirituales que proclaman, deben ser la base de las estructuras sociales dentro de las que pretenda lograrse el mejoramiento y la superación de los grandes sectores humanos de un pueblo. La esencia teológica cristiana se traduce en un continuo combate y en una lucha incansable por obtener la realización objetiva de los postulados del Salvador, amar al prójimo no implica únicamente no dañarlo ni simplemente entraña el deseo por su bienestar, sino también actuar para favorecerlo, mejorado y defenderlo; y si ese "prójimo" está representado por una colectividad humana que sufre y padece miseria y pobreza, incultura e insalubridad, el amor cristiano impone el deber a todo el que lo sienta sin hipocresía ni falsedad para contribuir positiva y objetivamente a remediar esas lacras sociales. La condición de cristiano es un imperativo que denota totalidad en el comportamiento. No debe haber "cristianos a medias" que, por la falacia que esta situación implica, no son cristianos verdaderos aunque se ajusten estrictamente a las formas del culto.

Procedimiento ante el Sanhedrín, defensa de Jesús y sentencia condenatoria

Con antelación a este procedimiento hubo una especie de "prejuicio" contra Jesús en la casa de Anás, suegro de Caifás, prominente personaje del "tribunal de Jehová". La tajante pregunta que se formuló al Salvador fue ésta: "¿Quién te ha dado autoridad para hablar en nombre de Dios y contra la ley de los profetas?" Cristo contestó que "para enseñar y predicar la ley de Dios no se necesita ningún título ni autorización académica", agregando que "El hombre que ha nacido tiene el deber de enseñada y predicada al hombre que viene después de él". "Yo he predicado siempre el reino de los cielos, yo he enseñado a mis discípulos a adorar al Eterno, y no he tenido nunca conversación pública ni secreta con ellos que no se haya dirigido al fin principal de mis deseos, cual es levantar las miradas de los hombres para hacer que las fijen siempre única y exclusivamente en el supremo y único Creador. Yo he hablado sin cesar en público. He ido a predicar constantemente donde quiera que había mucha gente, y nada he enseñado en secreto. El templo y la sinagoga han oído sin cesar mi voz, y pueden juzgar de mi doctrina", y refiriéndose a Anás, le dijo: ¿Qué me preguntas, pues, a mí, si mi testimonio ninguna fuerza debe hacerte? Pregúntale a aquellos que me han oído, puesto que no te será difícil hallados y éstos te contestarán". Después de este "diálogo" entre Anás y Cristo, llamado también "El Nazareno", Jesús fue llevado a la casa de Caifás donde estaba reunido el Sanhedrín, destacándose entre sus miembros Gamaliel, a esa asamblea asistieron dos simpatizadores de las ideas de Cristo: José de Arimatea Y Nicodemus, quien fungió como defensor del acusado. Debemos advertir que Gamaliel ocupaba el alto cargo de gran pontífice designado curiosamente con el nombre de "Nasi”. Este eminente personaje del proceso de Cristo, al responder una increpación que le hizo uno de los más furibundos enemigos de Jesús, Onkelos, afirmó: "En esta causa se atropella toda ley, toda tradición, y el Sanhedrín, la suprema autoridad de Israel, está ahora puesta en manos de unos intrigantes ambiciosos", y presintiendo

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