Reseña de Darnton, "El diablo en agua bendita"

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Los libelos entrelazados cuentan una historia que encaja perfectamente, pero, ¿Es verdadera la historia? El autor va a buscar la aproximación de la veracidad de los hechos narrados a través de archivos diplomáticos y documentos policiales, que están llenos de información sobre asuntos literarios, y descubre que mientras algunos diplomáticos les allanaban el camino a los libelos, la policía intentaba diferentes maniobras, que en su mayoría fracasaban, para detener a sus autores y a su propagación. Las inconclusas memorias de un teniente general de policía dan muestra de que los libelos se tomaban en serio por el poder, sabiendo que varios intelectuales colaboraban con las difamaciones, incluso miembros de la Corte Real, pero la policía no podía actuar contra ellos, por lo que apuntaban cañones a blancos más débiles (escritores y comerciantes). No siempre con ansias de atraparlos: en ocasiones, tratando de cuidar o mejorar su posición en el sistema policial, se daban arreglos, conspiraciones, duplicidades y traiciones. Los difamadores encontraron un nuevo blanco al descubrirse la corrupción del sistema policial, su accionar y su relación con el despótico gobierno, por lo que surge una nueva preocupación a la policía: no causar escándalo. Esto llevó a que se hagan misiones secretas en el exterior que no lograban sus objetivos: enredos, enemistades, sospechas, extorsiones y pistas falsas llevaban al fracaso las cacerías de libelistas. Y si bien no puede pensarse a los libelos como antecedente causal de la Revolución, Darnton sostiene que Grub Street (refugio en Londres de los libelistas, donde se encontraban las imprentas más baratas) está directamente relacionado con los alzamientos y la creación de una nueva cultura política, y que luego de la revolución, la calumnia pasa a ser parte de la política oficial jacobina.

El autor se cuestiona acerca de qué era un libelo, cómo era su concepción en la época abordada, cuánta era su peligrosidad, las polémicas en torno a su definición, dando cuenta de cuales son los puntos en común -más allá del género- de todo libelo: apuntaban a hacer público lo privado, y contenían tres ingredientes que en los textos aparecen mezclados: anécdotas (pero con diferente concepción a la actual, significaba información secreta develada), retratos (verbales) y noticias.

Si bien el cambio que produjo en el mundo francés la revolución en diversos aspectos de[b] la vida cotidiana, no se puede dejar de tener en cuenta las continuidades. A través del libelo, Darnton intenta reconstruir cómo los revolucionarios hicieron un mundo nuevo a partir de material viejo: en una serie de biografías calumniosas (“vida privada de…”) apuntadas a un sujeto en particular, tanto en el Antiguo Régimen como en el nuevo, el autor da cuenta de cómo se adaptaban los escritores a las circunstancias políticas. Ahora bien, los personajes públicos tenían sus vidas sexuales, que cuando salían de la esfera privada podían ser fuente de problemas políticos, más durante la época del absolutismo real. Cuando una novela apolítica y erótica salió a la luz, su éxito y nivel de escándalo llevaron a una probable continuación -por otro autor- que hacía ruido por su carácter más político, ya que Luis XIV, el Rey Sol, es ridiculizado por su aparentemente desafortunada vida sexual. Las vidas sexuales se entrelazan con reflexiones sobre las políticas de los calumniados, mientras que el transcurso del tiempo aparejaba una pérdida de sutilezas en una narración cada vez más malvada. Ataques a reyes, ministros, cortesanos, amantes reales, fueron utilizados para transmitir un mensaje político: luego de 1750, eran el medio para denunciar el despotismo sin límites de un gobierno en decadencia. Las concepciones de despotismo o Estado no eran concisas, y las calumnias, por lo menos hasta antes de la revolución, no estaban encuadradas dentro de un determinado espectro ideológico definido, pero eso sí, tenían un efecto real en la vida política. A la ejecución de María Antonieta en 1793 le precedió una avalancha difamatoria; la reina no gozaba de popularidad entre muchos franceses -era austríaca- y tras la revolución se la acusa de encabezar una conspiración reaccionaria, pero no nace de la nada esa sospecha: libelos de la década anterior la caricaturizaban como una mujer infiel, depravada, satánica, criminal, que conducía al gobierno, manejaba a su impotente esposo y usaba su fuerza para oprimir al pueblo. Darnton señala como tras la revolución, la calumnia adquiere un tono más sombrío y agresivo, y se ocupaban más de la corrupción económica que de la depravación sexual. El libelo no tiene como objetivo entretener, sino que ahora es una herramienta que persuade la opinión pública, legitimando o justificando en casos ejecuciones a enemigos políticos durante el Terror. El libelo analizado por el autor sobre la vida privada de Pierre Manuel fue utilizado de esta manera, tenía un fin inmediato: destruirlo.

La calumnia, la difamación, el chisme, han existido en la mayoría de los gobiernos políticos. ¿Qué se puede aprender del ejemplo francés? Para Darnton, la calumnia no debe tomarse como un simple ruido de fondo, si bien poco podían aportar desde un nivel intelectual, se convertían en golpes bajos al tocar las fibras sensibles de sus lectores contemporáneos, preocupando al poder, que a través de sus instrumentos intentaba evitar su propagación. ¿Hasta qué punto influyeron los libelos en la revolución? El autor reconoce las limitaciones existentes para lograr medir cuan amenazantes eran realmente, pero hay material suficiente como para sostener que la hostilidad hacia el gobierno real se concentraba en sitios específicos, como en el Palais-Royal, lugar donde sobreabundaban los libelos y de donde sale el llamado para atacar a la Bastilla. Sin ser totalmente responsables, causaban un efecto acumulativo, creaban mitos. ¿Desaparece tras la revolución? No, se transforma. Ver como la calumnia derribó a los notables en el caso francés no es recibir una lección del pasado para Darnton, sino que es una muestra de cómo los regímenes autoritarios pueden ser vulnerados por la palabra, capaz de movilizar a la tan misteriosa fuerza de la opinión pública.